Colau atiza el caos okupa
Ada Colau obvia el interés general de Barcelona y se decanta por los okupas del ‘Banc Expropiat’. La alcaldesa no sólo desacredita la actuación de los cuerpos policiales y escatima el apoyo a los vecinos del barrio de Gràcia, sino que además rechaza una declaración institucional de urgencia ante la concatenación de actos vandálicos protagonizados por la organización ARRAN. Colau es, al mismo tiempo, rehén y captora en estos graves sucesos de violencia urbana. Por un lado, se niega a tomar medidas contra un colectivo al que perteneció durante su juventud. Por el otro, discrimina a miles de ciudadanos que cumplen con la ley y sufren las consecuencias de la anarquía okupa.
Durante el año que Ada Colau lleva al frente del Ayuntamiento de Barcelona, su gestión no se ha caracterizado precisamente por la diligencia a la hora de solucionar problemas. Aún está reciente la calamitosa gestión de la huelga de Metro que malogró la última edición del Mobile World Congress, uno de los eventos tecnológicos más importantes a nivel internacional y cuyos organizadores han asegurado que no volverán a la ciudad. Ahora, se enfrenta al problema de los disturbios al estilo Don Tancredo, sin hacer nada. No obstante, a veces la omisión resulta el posicionamiento más evidente.
Mientras espera a que la tormenta amaine, los radicales ya han anunciado que persistirán en los enfrentamientos hasta que vuelvan a okupar el banco expropiado, anticipando así un fin de semana de furia en las calles. Los ciudadanos deberían tener muy en cuenta esta omisión interesada por parte de la alcaldesa que, a pesar de su condición de servidora pública, sigue gobernando para sus minorías afines. De hecho, si aún no ha dado una respuesta a la altura de los acontecimientos es porque entre los violentos se encuentran numerosos componentes de las juventudes de la CUP, sus socios de Gobierno.
En este momento, los presupuestos municipales penden de un hilo que sólo sostienen los independentistas. Con cualquier gesto o decisión sensata para acabar con el problema de los okupas, este difícil equilibrio podría quebrarse echando por tierra un pilar indispensable en la gestión económica de la Ciudad Condal. Algo que dejaría en entredicho la propia posición de Ada Colau. De ahí que en el conflicto okupa, su silencio sea la evidencia más sonora para saber con quién está.