Los ciudadanos siempre avalan los desmanes públicos

Los ciudadanos siempre avalan los desmanes públicos

No sé si sus señorías nos toman a los ciudadanos por el pito del sereno aunque me temo que sí. España tendrá que acarrear la multa de la estiba, por no hacer las cosas bien, y 134.000 euros de multa diaria la vamos a pagar todos y cada uno de nosotros en forma de más impuestos. La broma saldrá cara como con el caso de las renovables donde la “fiesta” justo acaba de empezar y los expedientes en contra de nuestro país se agolparán. Eso es lo que ocurre cuando con el partido iniciado se cambian las reglas del juego y los perjudicados no son los fieles y obedientes españolitos sino compañías extranjeras que acudieron a la llamada española de la rentabilidad de las plantas de energías renovables —termosolares—. Calculo que serán millones de euros. Y luego tenemos los pasivos contingentes con la espada de Damocles, prevista ya a nivel presupuestario por las autopistas radiales donde la responsabilidad patrimonial de Papá Estado se irá por lo menos a 3.500 millones de euros.

Usted tranquilo, amable lector, que todo ese festín de mayores desembolsos con cargo a nuestras arcas públicas lo sufragamos nosotros, de nuestro bolsillo. Por eso, la deuda pública sigue implacable, superando el 100% del Producto Interior Bruto, y rozando 1.130 billones de euros. También más impuestos o más recortes, más sacrificios, aquí nadie asume la responsabilidad y los españolitos a seguir pagando a causa de los despropósitos de quienes rigen nuestros destinos y nuestras finanzas públicas. Hay un problema de falta de diligencia política y de capacitación económica. Sus señorías, incluso algunas que se van a Nueva York y luego han de volver urgente y precipitadamente para votar en el Congreso, acarreando éste —que somos nosotros a la postre— con el coste de los billetes de sus señorías por falta de planificación en la agenda. Sus señorías, decía, no son conscientes de cuáles son las cifras de déficit que tenemos en España y que desde 2008 hasta hoy han provocado un agujero en nuestras cuentas públicas de 750.000 millones euros que, insisto, va a cargo de nosotros.

Su falta de responsabilidad política y su pésimo quehacer va llevando cada día a una situación más peliaguda a nuestro país. La crisis de las cajas de ahorros, los 122.000 millones de euros que nos ha tocado desembolsar a la ciudadanía de los cuales 61.000 millones por el momento ya están perdidos tiene, por encima de cualquier otra interpretación, un fuerte contenido político. Fueron ellos quienes asaltaron las poltronas de los consejos de las siempre respetables cajas de ahorros; fueron ellos, nuestros políticos, quienes metieron a nuestras cajas de ahorros en irresponsables operaciones crediticias que nunca jamás ningún directivo de caja habría autorizado. Fueron ellos quienes financiaron a las empresas de los amigos y amiguetes, de las amantes y de los amantes, de parientes y conocidos. Fueron las politizadas cajas de ahorros las que parieron instrumentos financieros tóxicos bajo la égida de aquellos políticos metidos a cajeros. Y fueron los propios políticos, o sus amigos o cómplices, quienes ocuparon las máximas responsabilidades en los puestos de supervisión y control de las entidades financieras, sin enterarse de la orgía destructiva que se estaba cociendo pese a las advertencias de los profesionales encargados de inspeccionar las cajas de ahorros.

Decididamente, España tiene un problema muy grave: su clase política. Personajes que se sirven de la política para mandarnos, para chotearse de nosotros, para forrarse en algunos casos a espuertas. Nos explotan en lo tocante a los impuestos hasta sacarnos la última gota de los tributos, que recortan derechos ciudadanos y prestaciones estatales mientras ellos viven a cuerpo de rey. Con la corrupción extendida por doquier. Todo ese dinero, y más, sale de nuestros bolsillos. Ellos hinchan el gasto público y nosotros nutrimos de ingresos a Papá Estado. ¿Para qué sirven nuestros impuestos? España, en sus estructuras económicas y en su modelo productivo, ni avanza ni avanzará. Basta constatar el lío de la huelga de los estibadores.

En fin, la clase política española asume perfectamente su rol de dar importancia a las cosas que no la tienen. Económicamente, seguimos anclados en el pasado y sin visos de prosperidad. El gobierno no da la talla. La oposición no está por la labor de resolver los serios problemas de los españoles, dando la impresión de que se entrega a un espectáculo teatral que se representa en la carrera de San Jerónimo. Los demás partidos van paciendo por el hemiciclo sin actuar, como se esperaba, a favor de una causa llamada España. ¿Necesitamos a tanta tropa política, con tanto coste de esa industria política que ni hace ni deja hacer y que para nada piensa en los problemas del país y de los españoles? Solo hay una solución: que los que quieran ser “nuestros” representantes avalen con su patrimonio el déficit público que a lo largo de su etapa como políticos produzcan. Seguro que se reduce la tropa política a unos pocos pero responsables políticos que sí tirarán del país.

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