Ciudadanos: la penalización de la indeterminación

Ciudadanos: la penalización de la indeterminación

Ciudadanos es un partido que surgió en Cataluña, tal y como señalaban sus estatutos, como lugar de acogida de aquellos votantes de izquierda que habían sido desamparados por el PSC al unirse los socialistas, de manera clara, a tesis muy nacionalistas, impulsando, entre otras cosas, un nuevo estatuto perjudicial tanto para Cataluña como para el conjunto de España. De esa manera, todos esos votantes que se quedaban huérfanos y se sentían de izquierdas o de centro-izquierda, pasaban a contar con un partido que se definía como español, sin renunciar a sus raíces regionales catalanas, una tabla de salvación a la que agarrarse dichos electores en aquella comunidad autónoma.

Ese partido, Ciudadanos, entonces con su nombre todavía en catalán, eligió a Rivera, un joven licenciado en derecho, para que diese imagen al liderazgo de la formación. Ahí empezaron a surgir los problemas: Rivera acaparó ese liderazgo, que más bien nacía con la idea de ser colegiado, y se dedicó de manera exhaustiva a todo lo relacionado con la imagen, antes que ocuparse de crear una formación con solidez de argumentos y principios claros, firmes y no variables.

Desde su primer cartel electoral, pasando por la estética cuidada del partido en cada momento, Ciudadanos quiso cultivar un voto profesional y urbano algo moderno, queriendo decir, en cada momento, lo que creía que la gente quería escuchar. Esto último, a mi juicio, ha sido su gran error, porque esa permanente adaptación, como hace el agua con el recipiente en el que está, es lo que ha mermado credibilidad y posibilidades a Ciudadanos: un día decía que había que subir el impuesto de Sucesiones, y otro que había que eliminarlo; un día le decía a Rajoy que la legislatura se había acabado y a los pocos días ofrecía su concurso para evitar, desgraciadamente ya demasiado tarde, que fructificase la moción de censura que, sin posiblemente darse cuenta, había encendido el propio Rivera; y un día se decía de izquierdas y al día siguiente variaba sus estatutos para proclamarse liberal clásico -que nunca lo ha sido- y tratar de conseguir votos en el espectro del centro-derecha.

Todo eso, desconcierta, como lo hace el cerrar pactos de gobierno con el PP y seguir actuando, en muchos casos, como si fuese la oposición a dicho gobierno, o necesitar los apoyos de Vox para formar gobiernos pero mostrarse muy beligerante con dicho partido.

Su última pirueta fue tratar de dejar de ser un partido bisagra, espíritu con el que nació para evitar que la bisagra fuesen nacionalistas -ahora convertidos en claros independentistas- para intentar sustituir al PP en el espacio liberal-conservador. En abril, se quedó cerca, lo que le hizo albergar esperanzas, pero no llegó a adelantar al partido de Casado, y al igual que en baloncesto una remontada no se culmina hasta que el equipo que remonta se pone un punto por delante, en política tampoco se consigue si no supera en escaños o, al menos, en votos a su rival, cosa que no sucedió. Ese afán por reemplazar al PP le llevó a atacar despiadadamente a la formación de la calle Génova, cuando no era su adversario, sino su aliado natural. La última vez que lo hizo fue en el debate de estas elecciones. Ante eso, el grueso de su electorado, en gran parte procedente del PP, le ha abandonado y le ha dejado en apenas diez escaños.

Es cierto que Rivera ha dimitido y que hay que reconocerle el gesto -no le quedaba otra salida-, y desearle los mayores éxitos profesionales y personales en su vida, pero ahora Ciudadanos debe replantearse si tiene sentido su continuidad. Quizás podría tener sentido si volviese a sus orígenes e intentase ocupar un espacio de centro-izquierda que moderase al PSOE actual. Si no, posiblemente el mejor servicio que puede hacerle a España es disolverse, pues su papel en el espectro de centro-derecha ha pasado a ser irrelevante, con lo que su presencia sólo puede ayudar a que el bloque de dicho espectro pierda muchos escaños por efecto de la ley electoral y no pueda sumar suficientemente para vencer en algún momento a la izquierda.

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