Cinco retos urgentes de la oposición para 2023

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No exagero al afirmar que 2023 será el año político más importante de la historia presente de España. El año donde el régimen intentará consolidar su decisivo golpe a la democracia, con los jueces interpretando las leyes que la autocracia crea, y la oposición peleándose por ver quién es mejor oposición, sin calibrar que no es lo mismo que el socialismo pierda el gobierno a que pierda el poder. El legado de Sánchez va a acabar resultando más importante que los rescoldos de su mandato. Así pues, la democracia juega su partido más importante en una época en la que los cimientos de la nación se resquebrajan, la separación de poderes tirita y la libertad tiembla ante los  ataques de un Gobierno que nunca fue configurado para respetar a sus ciudadanos, sino para domarlos, anestesiarlos y en última instancia, comprarlos. Ya sucede.

España es una democracia dirigida por un Gobierno que no cree en la democracia. Disfrutamos de un sistema de garantías donde los contrapesos evitan pulsiones autoritarias. Y sin embargo, quienes mandan ejercen de contrapeso a los contrapesos. Somos una monarquía parlamentaria con una Constitución que consagra la separación de poderes. Aunque en Moncloa hay un señor que quiere ser el único poder, por encima incluso de la Constitución. Estas paradojas se conjuran para pelear por un puesto en los libros de historia. Por donde se rompa antes la cuerda determinará la salud futura de la nación.

La reciente entrevista en Radio Nacional de España a una magistrada del Tribunal Constitucional en la que, ufana, reconocía que un referéndum de autodeterminación habría que estudiarlo, determina hasta qué punto se está preparando, desde dentro, un previsible cambio de régimen. Es preciso recordar que, en las autocracias, también hay jueces que interpretan a conveniencia las leyes que el régimen crea. La opinión de la magistrada, en el contexto actual, es probatorio de que las intenciones son antesala de las acciones. En los próximos meses, leeremos y escucharemos barbaridades que nos helarán la sangre. Acto seguido, serán publicadas en el BOE. Sobre las espaldas de los españoles aún puede recaer más humillaciones.

De ahí que, a futuro, la oposición a este despropósito déspota y autoritario no puede quedarse solo en la parte política. Concierne a la sociedad civil rebelarse ante ese conjunto de intereses creados llamado Estado en el que el statu quo no se modificará a menos que obliguemos a hacerlo. El próximo 21 de enero, más de sesenta asociaciones se manifestarán en Madrid contra Sánchez y su Gobierno autocrático. Es sólo el principio, pero parece que algo empieza a moverse. Cuando se organiza, la sociedad civil es imparable. Siempre reconforta, en una democracia liberal, que los ciudadanos honrados se movilicen y lideren acciones para desalojar del poder a quienes constituyen, por su naturaleza ideológica y personal, un peligro para la propia democracia.

Pero también le toca, decíamos, a la política. Y aquí surgieron cinco movimientos urgentes que debe hacer la oposición para sacar al sanchismo de las instituciones. Más que un reto, es una obligación moral si quieren que los españoles vuelvan a confiar en sus instituciones y en la regeneración democrática:

1) Firmar un programa en el que se comprometen a derogar todo lo que ha hecho el Gobierno en esta legislatura. De la A a la Z. Ley a ley, decreto a decreto. Sin complejos ni tutías. Tampoco excusas de contextos ni confusiones entre moderación o firmeza y centralidad o equidistancia.

2) Firmar una reforma de la ley electoral que ponga el umbral de representación en las Cortes Generales del 5% para todo el territorio nacional, dificultando así la representación de partidos nacionalistas y separatistas, cuyo único afán es la destrucción de España, de sus símbolos, tradiciones e historia conjunta. Que estos partidos condicionen la gobernabilidad del país es un sinsentido que sólo la nada inmoral aceptaría como socios.

3) Firmar por escrito su renuncia a pactar, acordar, conciliar y negociar con formaciones que llevan en su ADN el chantaje, el ultraje y la deslealtad a la nación que deben representar. Se acabó que los que imponen lenguas minoritarias y llevan saqueando, por su especial singularidad recogenueces, al Estado desde la Transición, dirijan, desde su minoría sociológica, los intereses de España.

4) Firmar la drástica reducción del aparato burocrático, comprometiéndose a eliminar el ingente gasto público ineficiente y el tamaño del Estado, esa amalgama infecta de intereses creados que solo sirve para tejer y mantener redes clientelares eternas, alternas y subalternas.

5) Firmar una declaración conjunta con el compromiso de implantar el sistema de listas abiertas en sus propias formaciones y acabar con la cupulocracia que tanto daño ha hecho y hace a la credibilidad política y al consiguiente deterioro de sus relaciones con la ciudadanía.

Estos movimientos deben partir de una unidad opositora que exceda y supere el relato monclovita de la foto de Colón. Debe unir y reunir, sin importar etiquetas, a todo aquel que represente la condición de demócrata y le ocupe y preocupe la deriva autoritaria del Gobierno. Porque el problema no es (sólo) Sánchez, es el sanchismo. Y, o nos quitamos la venda de la anestesia moral, o mañana no habrá paro del que preocuparse ni libertad que reclamar. 2023 debe ser el año cero de la revolución civil que España necesita.

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