Cinco motivos para que Armengol dimita después de su comparecencia

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Francina Armengol acaba de dar una rueda de prensa en la que se ha inmolado políticamente en directo por acción y por omisión. Por acción, al haber reconocido de manera expresa que cometió malversación en caudales públicos, y por omisión, al haber sido incapaz de explicar tras reiteradas preguntas de nuestros compañeros qué miembro de la trama le convenció para contratar con el clan Koldo.

Más allá de haber sembrado aún más dudas sobre su inocencia y aún más claridad sobre la imperiosa necesidad moral de que dimita con urgencia, aquí van los cinco delirios más importantes de la primera comparecencia de Armengol desde que, como en El sexto sentido, está políticamente muerta pero aún no lo sabe.

Primero: su contradicción constante. Primero nos ha dicho que las mascarillas no eran exactamente las que habían pedido, pero que las guardó porque en realidad aunque fueran distintas eran muy buenas. Dos minutos después ha cambiado de opinión (porque ya saben que la izquierda no miente, sólo cambia de opinión) y ha manifestado que las guardó porque quería devolverlas. Ante esto nos quedan dos opciones: ¿es una malversadora de caudales públicos por pagar un sobreprecio por las mascarillas o es una malversadora de caudales públicos por no reclamar una estafa evidente en la que le entregan un producto distinto al que contrató? En cualquier caso, debe dimitir.

Segundo: su relación con el clan Koldo. Es profundamente incapaz de explicarnos a través de quién se realizó el contrato multimillonario más importante de la pandemia, por el que se pagó un precio completamente desorbitado producto de una evidente estafa. Otra vez, tenemos dos opciones: o era una presidenta sin control alguno de lo que sucedía en las relaciones entre el Gobierno central y su Gobierno regional, o directamente miente porque sabe que fue el propio Koldo el que contactó con ellos como hizo en el caso de Aragón o Castilla-La Mancha. En cualquier caso, por incompetente o mentirosa, debe dimitir.

Tercero: ni una sola explicación de por qué pagó con fondos europeos unas mascarillas que ya sabía que eran una estafa. Otra vez, tenemos dos opciones: ¿quería estafar solidariamente a la Unión Europea o quería tapar el problema debajo de la alfombra para que no fueran sus propios fondos los que pagaran las mordidas de Koldo? En cualquier caso, por tramposa, tiene que dimitir.

Cuarto: ¿por qué tardaron más de dos años en reclamar algo que desde el primer momento sabían que era una estafa? ¿Tenían miedo de que se supiera que era un chanchullo corrupto o les daba igual que los ciudadanos de Baleares tuvieran que pagar un sobrecoste por algo inservible? En cualquier caso, tiene que dimitir.

Quinto: es una broma de mal gusto dar una rueda de prensa condescendiente diciendo que en política no todo vale, que se han cruzado todas las líneas rojas y que hay una conspiración judeomasónica contra ella y al mismo tiempo decir que Miguel Tellado tiene la culpa de todo porque en el sumario se menciona de forma expresa que Koldo intentó hablar con él y no pudo. Por cutre, y por mala persona, tiene que dimitir.

¿Cuántos días más vamos a soportar esto? El tiempo de Armengol, por decencia, se ha acabado.

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