Cierre del ocio nocturno: cuando el remedio es mucho peor que la enfermedad
Resulta difícilmente explicable que la Generalitat de Cataluña haya vuelto a colocar en la diana de sus restricciones al ocio nocturno, porque a falta de unos días para la celebración de Fin de Año crece al temor a que los botellones callejeros, las grandes concentraciones y las fiestas privadas inunden Barcelona y otras ciudades de Cataluña sin que la Policía pueda hacer nada por evitarlo. Y es que, en las actuales circunstancias, el remedio del Gobierno catalán es mucho peor que la enfermedad, dado que existe mucha más capacidad de control en las discotecas y la propia hostelería que fuera de las mismas.
Lo dice OKDIARIO, pero también la propia Policía municipal de Barcelona: «La apertura del ocio nocturno supuso tener un control más fácil para alcanzar la seguridad y la contención de la COVID, pero su cierre supone volver de nuevo a la situación de botellones, grandes concentraciones en la vía pública y fiestas particulares». Y es que, encima, están indefensos y sin medios: «Esta decisión nos vuelve a situar en vulnerables a las FFCCSS [Fuerzas y Cuerpos de Seguridad], que no dispondremos de RRHH ni materiales para hacer frente a esta medida».
Los datos avalan el malestar policial: desde la apertura en octubre del ocio nocturno, los botellones y concentraciones multitudinarias en Barcelona se redujeron de forma considerable, ganando en seguridad y convivencia. Ahora, con las nuevas restricciones en discotecas y restaurantes, la situación amenaza con volverse explosiva durante la noche de fin de año.
No estaría de más que en Cataluña se fijaran en Madrid para darse cuenta de que matar moscas a cañonazos es la peor decisión. Ante el rebrote de casos, se impone la prudencia, por supuesto, y la adopción de las lógicas medidas de precaución, pero tratar de frenar al virus cerrando en Fin de Año discotecas y demás lugares de ocio es tanto como incitar a que miles de personas despidan el año en la calle sin ningún control.