Casado: no vayas con Arrimadas en Cataluña
Siempre fui un tesonero partidario de la coalición PP-Ciudadanos. Defendí naturalmente el Navarra Suma del Viejo Reino y ahí me quedé cuando constaté, como todos los españoles, porque no soy en este caso nada original, que Arrimadas y su angélico, inmaduro y socialdemócrata portavoz, Edmundo Bal, se echaban en manos de un mentiroso de vitrina, un desahogado como Pedro Sánchez, dándole bolilla por unos diezmos miserables que no han engordado ni una micra la bolsa electoral del que fue partido de Rivera. Ahí -escribo- me quedé. Al animoso y heroico Iturgaiz, Ciudadanos no le aportó ni un solo voto en el País Vasco; es más, tuvo que luchar con la constancia de que la apuesta de estos en contra del Concierto Económico y el Cupo era un pedrusco en la mochila de aquel engendro binario y así fue reconocido por los habitantes de los tres territorios vascongados. Feijóo tuvo claro que Arrimadas era en Galicia un peso boina y el 12 de julio la dejó en las urnas para el tinte.
Bien, pues eso es lo que pienso que debe hacer para Cataluña Pablo Casado. Llevo días, días digo, intentado saber qué pretende hacer el vicelíder popular en el antiguo Principado. Me quedo con las ganas de conocer la opinión de Teodoro García Egea que, es al parecer, el vocero de una próxima coalición porque, el manoseado ‘Teo’ si sabe, no contesta, o sólo lo hace a sus escribidores de cámara; pero, por lo que he extraído de conversaciones varias, el secretario general tiene ahora mismo dos objetivos. El primero es desbancar a Álvarez de Toledo como portavoz en el Congreso de los Diputados, y el segundo es, si las informaciones no fallan, construir una suerte de ‘Cataluña Suma’ porque, según relata alguno de sus privilegiados interlocutores, un invento así llevaría a los secesionistas a las tinieblas exteriores.
Pero la cosa ni es tan fácil, ni resulta tan posible. Vamos a ver: en primer lugar, hay que ver con qué displicencia tratan los medios independentistas, incluido el más conservador, esta alternativa, a la que consideran una versión troglodita, ajena a la realidad de aquella sociedad. Pero es que en segundo lugar, los que conocen el momento preelectoral de aquellas tierras, opinan que estas elecciones de octubre no se parecen en nada a las anteriores de 2017. Ciudadanos, tras los arrebatos de Rivera y la imperdonable huida de Arrimadas, no es ahora más que una excrecencia de aquel pujante partido que ganó en las urnas e, inmediatamente, sin solución de continuidad, dejó huérfano a sus electores con una maniobra que los más prudentes entre estos calificaron sin ambages de «traición». Ahora, ni tiene proyecto alternativo, ni líder conocido, algo que los sondeos más fiables traducen en una intención de voto conocido por debajo incluso de la del PP, aunque la transferencia en escaños todavía sea superior, trece para Ciudadanos a la del presidente del PP catalán, Alejandro Fernández, que ya suma, según los últimos sondeos, nueve o doce escaños, aunque esta cifra es, desde luego, la más optimista para ellos.
¿Por qué, entonces, reabrir una coalición que va a dejar a Ciudadanos en los huesos? Porque, fíjense: los votantes más proclives de su izquierda se marcharán directamente al socialismo de Barcelona, un PSC que es el vivo retrato de Sánchez y los de la derecha, desazonados como están por la fuga de los que fueron sus prebostes españolistas, pueden tener la intención de sobarse con la derecha envalentonada de Vox. O sea, un pan como una tosta sin pernil y sin tomaca. Algo que no alimentará ni, mucho menos, gustará a nadie. Estos son los datos que le llegan diariamente a Pablo Casado desde que Cataluña y los que aún no le han valido para tomar una decisión porque, si la tiene, ha dejado de pensarla no vaya a ser que sus colaboradores se lleguen a enterar de ella. Uno de estos ejecutivos cercanos sí asegura que «no se sabe nada», pero no entra en los interiores del pensamiento del presidente de su partido que, en el fondo (escribo esto bajo mi exclusiva responsabilidad) cree que una operación coligada en Cataluña es fundamental para que un día, como dicen propiamente en aquella región, «Arrimadas le entregue las siglas y se disuelva por lisis como en su momento ocurrió con UPyD».
Pero ni Arrimadas está por echar el cierre del tenderete que un día fue centro comercial, ni la gran esperanza que le transmiten a Casado sus correligionarios más insensatos, se va a producir a corto plazo porque el veraneante más caradura de la historia de España, Pedro Sánchez, no tiene la menor intención de entregar la cuchara y marcharse, forzado o no, por donde vino, es decir, a la que los mal hablados denominan cristianamente, boñiga, a la boñiga. Por todo esto, ruego al lector-dirigente máximo del PP, que no se digne salvar el tafanario huido de los residuos de Ciudadanos, y no se avenga a la trampa que le tiene su distinguida amiga Inés Arrimadas, ahíta ésta como se encuentra de ingeniar alguna ‘perfomance’ para no terminar, como su antecesor, en la iniciativa privada
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