Las calles han vuelto a ser suyas

Las calles han vuelto a ser suyas

Tarragona, 21 horas del lunes 14. “¡Els carrers sempre serán nostres!” (“¡las calles serán siempre nuestras!”). Así gritaba un energúmeno, con la estelada a modo de capa, bravuconeando junto dos o tres más de esa guisa por en medio de la Rambla Nova. A su lado, otra “oprimida” disconforme con la sentencia aporreaba con algo metálico un trasto tipo cazuela causando un estrépito muy molesto. Eran los rezagados de una manifestación de cerca de un millar de personas que se concentró en la plaza Imperial Tarraco caída la noche. Se condolían de la sentencia del procés, de las penas terribles a las que habían sido condenados quienes dieron el golpe de estado del 2017. De la injusticia española.

Aunque seguramente habían leído todos ellos que estas condenas se convertirían en papel mojado en cuanto se les aplicase el 3er grado, eso no les importaba nada. Es cierto que la Fiscalía se manifestó en la conveniencia de que las penas se cumplieran en su totalidad por lo menos hasta trascurrida su mitad, pero el Tribunal Supremo decidió dejar esa puerta abierta. Imagino por no hacer mucha sangre, y que con esa prueba de magnanimidad los efectos de la sentencia fueran menos aparatosos.

Qué simplones son. ¿De verdad piensan que habrá menos alboroto por ello? No es éste el juego. A los separatistas no les ablandan los gestos. Lean al antropólogo Scott Atran. La independencia se ha convertido en lo que él llama un “valor sagrado” (en el sentido de un empecinamiento irreductible, no lo elevemos demasiado), y cualquier concesión o gracia resulta en más leña que se añade al fuego. Los regalos son un motivo más de humillación que alimenta su victimismo. Se convierten inmediatamente en un derecho indiscutible que es de mal gusto mencionar.

Y, sobre todo, para los entusiasmados concentrados del lunes, nada les iba a privar de su poco de emoción en nuestra apacible ciudad de provincias, ni de la maravilla de marcar territorio ante unos “españolistas” que adivinaban incómodos detrás de los visillos de las ventanas y que son ya la razón de su existencia.

La sentencia es el relato de un mundo paralelo, un intento de implantarnos falsas memorias a los constitucionalistas. De que creamos lo que no hubo. A los que el lunes atisbábamos entre cortinas y les oíamos gritar que las calles siempre serían suyas, y aquello de que “contra la sentencia, reincidencia”, a los que sufren las calles y autopistas cortadas y un aeropuerto en alerta 4 tomado por manifestantes en total desorden (¿de verdad tenemos servicios de “inteligencia”? ¿Marlaska no tenía todo esto previsto?) les tiene que producir una fuerte disonancia cognitiva combinarlo con la sentencia. Si antes todo fue un sueño, ahora seguimos soñando y no hay gente intimidándonos en serio por las calles –incluso cuando nos envían al suelo de un empujón o nos destrozan el mobiliario urbano.

Como dijo el lunes Arcadi Espada, hubiera estado bien que en la sentencia el juez Marchena se dedicase un pequeño pensamiento a los no nacionalistas de Cataluña, “los dos millones de intimidados y despreciados y vulnerados que han sido las principales víctimas del proceso…”

El martes por la mañana, después de los alborotos del lunes y como resumen de la jornada, la televisión de todos, nuestra TVE, a través de su presentador Xabier Fortes nos insultaba entrevistando como a un legítimo actor más a Manel Mauri, presidente de Omnium Cultural, entidad que colabora en promover estos actos delictivos. Le preguntaba al malhechor de buen rollo si pensaban seguir con los alborotos. Pues claro que sí, aseguraba serio y circunspecto, en plan qué otra salida nos dejan. Sin entrevistar, por cierto, a ningún dirigente “españolista”.

Ayer debajo de mi casa en Tarragona tuve que ver a centenares de niñatos violentos pegándoles fuego a los contenedores que pusieron de barricada y rodeando con gran peligro a una escasa docena de policías. Hace tiempo que los catalanes estamos abandonados en manos de los independentistas (ya no hay simples nacionalistas, esto es donde desemboca) y tenemos un presidente del gobierno que ha osado apoyarse en ellos para gobernar. ¡Necesitamos la vuelta del estado a Cataluña ya!

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