Bipartidismo: alianza contra la prosperidad
Paz y prosperidad. Si se pudiese resumir en dos palabras los objetivos explícitos de la entonces Comunidad Económica Europea, serían: Paz y prosperidad.
De la paz ya nos ocuparemos, si conviene, otro día. Basta recordar que Roma nos enseñó que si vis pacem, para bellum; pero desde la caída del Muro, el derrumbe del Telón de acero y el cacareado y falaz fin de las ideologías, Europa y todo Occidente han sido la tierra fecunda para la semilla del pensamiento débil, el antimilitarismo, la demolición de los principios de autoridad y jerarquía – pilares de la organización eficaz -, y el arrendamiento de la defensa a potencias extranjeras.
Hablemos de prosperidad. La economía europea ha sido devastada por las siete plagas: el fanatismo climático, la planificación centralizada, la subida de impuestos, la inmigración masiva, la precarización del empleo, el desprecio al sector primario y la huida histérica de industria y manufactura. Todo ello en un escenario de caída brutal de la natalidad.
Las consecuencias: deslocalización de industrias y empleos, caída de la competitividad, inflación inducida, decrecimiento, degradación de los servicios públicos, incremento de la presión fiscal, abandono de sectores productivos, desplome de la renta per capita, abuso de la deuda pública, ingeniería en la estadística pública, y dependencia creciente de un sector público tan invasivo como improductivo e ineficiente.
Bruselas es foco irradiador del ocaso de nuestras economías. Pero Bruselas, no me canso de repetirlo, no son bots impersonales construidos con inteligencia artificial. Bruselas es bipartidismo. Bruselas es el encamamiento improductivo de populares y socialistas. Bueno, improductivo para los españoles y en general para los europeos; no para ellos. Bruselas es la Comisión Europea, que se ha repartido entre esos dos grandes grupos políticos, durante décadas. Puestos, sillones, cargos, sueldos y responsabilidades. Desde Bruselas han elaborado agendas, ejecutado planes, diseñado programas y empobrecido a los españoles. Son datos.
Ese bipartidismo de privilegios para políticos se ha extendido como mancha de aceite por toda la piel de toro. La penúltima, Castilla la Mancha. Como quien no quiere la cosa, como han hecho desde 1978, PP y PSOE pactaron en Toledo de mutuo acuerdo un nuevo Estatuto de Autonomía para la región. Lo hicieron en Murcia, Valencia, Andalucía, a la estela del separatismo. Lo hicieron pensando que nadie se daría cuenta. Lo hicieron pensando que en el camino matarían a Vox con bulos, manipulaciones, sembrando divisiones y que nadie alzaría la voz.
Pero es obligado denunciar. La prosperidad de Castilla la Mancha, como la de toda Europa, ha sido cercenada por sus castas dirigentes. Un Estatuto que incrementa el número de diputados – más sueldos, más asesores, más gasto político -; un Estatuto que incrementa o consolida organismos duplicados como el Consejo Consultivo, la Cámara de Cuentas, el Consejo de Diálogo Social o el Defensor del Pueblo, duplicando puestos y sillones para consolidar una tupida red de favores; un Estatuto que asume todo el lenguaje inclusivo y que autoriza la apertura de oficinas en Bruselas al estilo separatista.
La última en Extremadura. Empieza la campaña electoral y sin ningún rubor se ponen a comprar votos. El Partido Popular, que gobierna y ha convocado las elecciones, a la primera de cambio, anuncia en sus redes sociales que se convoca por el gobierno en funciones la mayor convocatoria de empleo público en la región. Lo podría haber hecho Sánchez. No hay ninguna diferencia con los viernes electorales del sociópata o con el bono cultural. Se incumple la Ley electoral pero sobre todo se pone de manifiesto tu ética democrática. O mejor dicho, tu ausencia de ética democrática. Nada les distingue ya. Ni sus discursos, ni sus políticas, ni sus acciones electorales. El bipartidismo corrupto compra votos.
Tenemos mucho que reconstruir. Todo, en realidad. Lo haremos.
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