¡Bienvenida, Madame Lagarde!

¡Bienvenida, Madame Lagarde!

El 1 de noviembre de 2019 será un día distinto tras la noche de Halloween. La brujería hará que Reino Unido se descuelgue, ordenada o desordenadamente, de la Unión Europea de los 28 que pasará a ser de 27. Y ese mismo 1 de noviembre Christine Lagarde tomará el mando del Banco Central Europeo, sucediendo a Mario Draghi.

Las cábalas sobre si un “halcón” o una “paloma” sería quien presidiera el Banco Central Europeo (BCE) están despejadas. Lagarde, dama de formación jurídica y política, pero bregada en el arte de la economía política desde su cartera ministerial en el gobierno francés, de la mano de Nicolas Sarkozy, llega con su bagaje al frente del Fondo Monetario Internacional (FMI). Y la señora Lagarde, como firme candidata a la presidencia del BCE, deja de ejercer momentáneamente sus funciones como directora-gerente del Fondo.

Si Lagarde fue la primera mujer al frente del FMI, a causa de las circunstancias –el precipitado adiós del galo Dominique Strauss-Kahn y el rápido movimiento de piezas de Nicolas Sarkozy para evitar que Francia perdiera un puesto tan preeminente en una de las grandes cocinas de la economía mundial -, Lagarde también será la primera mujer que presida el BCE, cargo al que llega con un copioso bagaje y experiencias que la han curtido. La nominada a presidir el BCE ha desempeñado, desde 2011, un papel primordial en la crisis del euro, en las vicisitudes sufridas por la periferia europea y en el rescate e intervención de algunos países como Grecia, Portugal, Irlanda y la propia España, acompasando, a su vez, recetas y cautelas sobre otras economías como la italiana e incluso la francesa, acuciadas por sus excesivos volúmenes de deuda pública y cerrando los últimos años con preocupantes déficits.

La elección de un candidato alemán, holandés o finlandés, para presidir el BCE, con nombres que ya entraban en las quinielas, hubiera sido un guiño a los “halcones” con un endurecimiento de su política monetaria, perjudicando a la Europa teóricamente débil: Italia, España, Portugal, Grecia e incluso Francia. En cambio, un candidato más “paloma” no encajaba en las coordenadas cartesianas de la parte septentrional de la Europa del euro.

Christine Lagarde, así las cosas, aparece como la mejor opción para suceder a Mario Draghi. Y uno tiene la convicción de que entre Mario Draghi y Chistine Lagarde hay muy buena sintonía, al igual que con Luis de Guindos, figura clave en esta etapa en el BCE. Y uno cree que la señora Lagarde es ferviente defensora de las políticas monetarias acomodaticias del BCE bajo la batuta de Draghi con cuyas medidas ha ido comulgando y dando su personal beneplácito.

Ahora queda por ver si Christine Lagarde, una vez sea investida presidenta del BCE, seguirá la misma orientación del italiano en cuanto a tipos de interés y expansión cuantitativa ante la desaceleración que se avecina. Porque los tiempos que vendrán no serán fáciles para seguir asistiendo, desde el prisma monetario, a la cabizbaja economía de la zona euro que requerirá de estímulos y el ingenio de las mentes pensantes del BCE tendrá que agudizarse a la máxima expresión dado que gran parte de la munición consistente en políticas monetarias no convencionales se ha ido agotando. Lagarde, en este sentido, y desde su posición de máxima ejecutiva del FMI ha respaldado durante los últimos años las decididas intervenciones de los bancos centrales y, en especial, del BCE.

De hecho, en abril de este mismo año, el FMI mostraba su tónica bajista sobre las perspectivas económicas, destacando la limitación del margen de maniobra monetario y fiscal convencional. Por ello, el FMI apelaba a que la política fiscal encontrara un equilibrio para respaldar la demanda, fomentar la inversión a la vez que manteniendo los niveles de deuda pública encauzados por sendas sostenibles y proponiendo que las políticas del sector financiero aborden las vulnerabilidades proactivamente, a través de herramientas macroprudenciales. A la postre, el FMI exhortaba a que la política monetaria continuara guiándose por los datos, asegurando el anclaje de las expectativas inflacionarias y apoyando políticas financieras acomodaticias.

Habrá que ver, asimismo, si las exigencias de Lagarde desde el distante Washington, sede del FMI, sobre las reformas fiscales que acometer por los países que integran la Europa del euro, y en concreto España, con subidas del IVA, reducción de la cuña fiscal, reajustes en exenciones y deducciones, limitación y contención en las pensiones, y crecimientos más inclusivos, continuarán fluyendo desde Frankfurt, sede del BCE, con Madame Lagarde en su papel de comandante en jefe de la institución monetaria. En cualquier caso, ¡bienvenida Madame Lagarde!

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