Belarra pretende dejar tirados a 72.500 ancianos

Ione Belarra
Ione Belarra

La propuesta que pretende sacar adelante la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, es un disparate de tal calibre que sólo una cabeza como la suya puede planear tamaño delirio. Y es que su Departamento pretende limitar las residencias de ancianos a 120 plazas en grandes ciudades, a 90 en poblaciones de densidad media y a 75 en centros rurales.

Para entendernos: eso significaría que quedarían literalmente en la calle 72.500 ancianos, pues las residencias de ancianos no podrían cumplir, bajo ningún concepto, los requerimientos de Belarra. Y los que tuvieran la suerte de obtener plaza verían incrementado su precio el 50%. Lo que pretende Belarra es impulsar la dependencia, pero de una forma tan burda que el problema que se generaría a corto plazo sería colosal. ¿Qué hacemos con los 72.500 ancianos que, para cumplir las residencias con los condiciones de Belarra, se quedarían literalmente en la calle? No habría otra solución que construir nuevas residencias a una velocidad de vértigo para que pudieran dar cabida en su interior a las decenas de miles de personas que perderían sus plazas

Por fortuna, las competencias en esta materia están transferidas a las comunidades autónomas que, con independencia de su sesgo ideológico, es de suponer que le digan a la ministra que su propuesta es irrealizable, porque generaría un coste inasumible en un momento en que la tesorería de  las autonomías no están para más gastos, con independencia de que eso significaría un quebranto de proporciones gigantescas para miles de familias.

El problema de Belarra, como el de tantos dirigentes podemitas, es que viven en una realidad virtual y el dogmatismo les hace perder la perspectiva. Pretende dejar en la calle a 72.500 ancianos y se queda tan ancha. La incapacidad en la gestión de esta gente es proporcional a su sectarismo ideológico. Cabe suponer que la propuesta de Belarra sea desestimada por los distintos gobiernos regionales, pero ahí queda como ejemplo de demencia política

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