En Baleares, apoyar a la selección española en un colegio es motivo de expulsión

En Baleares, apoyar a la selección española en un colegio es motivo de expulsión
En Baleares, apoyar a la selección española en un colegio es motivo de expulsión

Sólo desde una concepción absolutamente sectaria puede entenderse el comportamiento de la profesora de un colegio de Palma de Mallorca, avalada por la dirección del centro, que decidió suspender las clases por el mero hecho de que los alumnos decidieran colgar la bandera de España en el aula en apoyo a la selección nacional de fútbol que compite estos días en el Mundial de Qatar. La profesora independentista decidió dejar de dar clases, lo que obligó a suspender durante horas la docencia. El comportamiento de la profesora no es lo más grave, sino que la dirección del centro inexplicablemente apoyó la decisión de ésta y decidió expulsar del centro a los alumnos. La torpe y burda argumentación de la dirección técnica del colegio, que justifica la decisión de dejar a los niños sin clase porque la profesora fue vitoreada y aplaudida con sorna por la mayoría de los alumnos, es una demostración sublime de pusilanimidad, una vergonzosa forma de justificar lo injustificable.

Nada más natural que en un colegio de Baleares, territorio español, los alumnos se sientan concernidos con su equipo nacional. Lo otro, la estúpida pataleta de una profesora independentista, es lo que no es normal. Sin embargo, en Baleares lo normal hace mucho tiempo que ya no es el patrón que rige el comportamiento político y social de un territorio donde el socialcomunismo gobierna con el apoyo de populismos e independentistas, que han pervertido hasta las más elementales señas de identidad de una comunidad donde el mero hecho de apoyar al equipo nacional es considerado como una afrenta. La protesta de los padres ante el Ejecutivo  de la socialista Francina Armengol no pasará a mayores, porque el sectarismo ideológico del Gobierno de Baleares, émulo del catalán, ha prostituido hasta límites insospechados la convivencia en una comunidad autónoma donde los alumnos de un colegio ya no pueden hacer algo tan natural como apoyar a la selección de su país. Y que la dirección del centro reproche a los alumnos no acatar las normas de convivencia es la quintaesencia del papanatismo ideológico que han inoculado en la sociedad.

Los aprendices de brujo del socialcomunismo más totalitario han enseñado su verdadero rostro. Lo único que cabe esperar es que España siga adelante con paso firme en el Mundial para que a la sectaria profesora que decidió suspender las clases por la presencia de una bandera nacional le dé un síncope -cabe esperar que el sofocón no derive en algo más grave- y deje durante algún tiempo de perturbar la convivencia en el aula del colegio La Salle de Palma. Y a los responsables del centro, que los goles de España les provoquen ardor de estómago. No se puede ser tan estúpidos, mamarrachos.

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