ANC, Sánchez y ‘los verdaderos conductores’ del proceso independentista

jordi sànchez
El presidente de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Jordi Sànchez.
Manuel Cerdán

Los mismos personajes que se presentaron ante el Tribunal Supremo durante el juicio del proceso como unos corderitos -basta recordar la confesión de Jordi Sánchez- han mostrado su lado más hostil. A los constitucionalistas catalanes ya no les pilla por sorpresa el cinismo de los dirigentes de ANC porque conservan en sus retinas aquellas imágenes del intento de asalto a la Consejería de Economía el 20 de septiembre de 2017, diez días antes de instalar las urnas ilegales.

Los hooligans de ANC -que ahora se visten de Tsunami Democràtic o de CDR- pretendían de manera violenta impedir que la Guardia Civil, con una orden judicial bajo el brazo, rescatara de las dependencias de la Generalitat las pruebas que desvelaban la trama del golpe contra el Estado. Y ANC se convirtió en el motor y cómplice de la asonada secesionista.

Y aquel complot es el que ha llevado a Jordi Sánchez a la cárcel con una condena de nueve años por un delito de sedición. Aunque no les guste a los próceres independentistas los sentenciados son delincuentes comunes a quienes se les aplica las leyes. Hay que recordarles que el Código Penal fue aprobado democráticamente por el Congreso de los Diputados, en el que Convergencia i Unió -la coalición del pujolismo- siempre ha disfrutado de un estatus especial tanto durante los gobiernos de Felipe González como en los José María Aznar, como agradecimiento a su papel de partido bisagra.

El Tribunal Supremo considera al ex presidente de ANC como «el verdadero conductor», junto a Jordi Cuixart, de los episodios violentos ocurridos el 20 de septiembre y el 1 de octubre de 2017 en Cataluña. Tienen que dar las gracias de que sus penas hayan sido de las más reducidas porque, aún formando parte de la sedición, no reunían la condición de «autoridad».

No obstante, hay que incidir en que el protagonismo de los Jordi fue determinante durante todo el proceso. Según la Fiscalía del Supremo, Sánchez y Cuixart se encargaron de arengar durante el golpe a lo activistas de ANC y Òmnium Cultural.

El nacimiento de una nación

ANC fue constituida el 10 de marzo de 2012 en una asamblea organizada durante el congreso Barcelona Acción. Tomaba cuerpo un movimiento independentista, que auspiciaba financiaba bajo manga el pujolismo. Ya un año antes, más de mil quinientas personas se habían reunido en lo que bautizaron como Conferencia Nacional per l’Estat Propi, donde se nombró un Consejo Permanente. ¿Se imaginan quién deambulaba por allí con cara de despistado y aires supremacistas? Han acertado: un tal Joaquín Torra, cuyo nombre figura en las actas de constitución. El mismo activista que, convertido en Quim Torra, preside ahora el Gobierno catalán, gracias al capricho de Puigdemont.

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El presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, y el de la ANC, Jordi Sánchez, encima de un coche de la Guardia Civil en el registro a la Consejería de Economía.

ANC fue, junto Òmnium Cultural, la convocante de la primera gran manifestación a favor de la secesión, el 11 de septiembre de 2012, con Artur Mas en la Generalitat. El molt honorable era el primer presidente catalán de la Democracia que tuvo la osadía de convocar un referéndum ilegal sobre la independencia, en noviembre de 2014.

Carmen Forcadell fue elegida como la primera presidenta de ANC y Carlos Castellanos como vicepresidente. En mayo de 2015, Jordi Sánchez sustituyó a Forcadell que prefirió la vía de la política, presentándose a las elecciones catalanas como número dos por Barcelona de Junts per Cataluña, el sucedáneo de Convergencia.

Tras el referéndum ilegal de 2017, la Guardia Civil cerró la web de ANC -assemblea.cat-, constituida los mismos testaferros caribeños que luego montarían la plataforma en Internet de Tsunami Democràtic. Meses antes, ANC ya había dado a conocer su «Propuesta-ponencia de hoja de ruta», que fijaba los plazos para alcanzar la independencia. Este era uno de sus postulados: «ANC organizará las movilizaciones necesarias» para apoyar al Parlamento catalán como «único depositario de la soberanía del pueblo catalán».

El embrión del golpismo

ANC fue uno de los embriones del golpe del 1-O y, ahora, se retroalimenta con una extrema contumacia. Como Mussolini (1922), con su Marcha sobre Roma, o Hitler (1923), con el Putsch de Munich, ANC cumple su «hoja de ruta» aleccionando a los CDR para tomar las calles catalanas con violencia.

Jordi Sánchez ha demostrado una cualidad especial para mostrarse como un gran experto en golpes de estado. Que se lo pregunten a la escritora catalana Liz Castro, que le ganó en 2015 las elecciones al Secretariado Nacional de ANC en número de votos. Luego Sánchez le ganó la batalla por la Presidencia gracias a una sucia maniobra que obtuvo la ayuda de los poderes fácticos del independentismo.

Curiosamente, Forcadell, que procedía de ERC, acabó en CiU y Sánchez, que era un hombre próximo a Convergencia, se radicalizó hasta acabar con sus huesos en la cárcel. Pero ambos transformaron el movimiento social ANC en un lobby del independentismo. Acabó siendo una extensión de los gobiernos de Puigdemont y Torra, que son quienes han engordado sus arcas con dinero de los presupuestos generales.

ANC, en contra de Òmnium Cultural que sí lo hace, jamás ha publicado el estado de sus cuentas, sobre todo porque se ha convertido en una máquina de ganar dinero. Una parte importante de los fondos proceden del merchandising, aunque la mayor tajada llega vía subvenciones del poder autonómico. La mayoría de las veces, de tapadillo.

Gracias a las maniobras del catalán David Madí, de quien OKDIARIO ha dado probada cuenta de su capacidad manipuladora, Convergencia logró fagocitar a ANC. Y ese vínculo se tradujo en un incondicionalismo hooligans con la llegada de Torra a la Generalitat. Algunos observadores destacan que sin la participación de ANC el proceso nunca habría alcanzado las metas conquistadas.

El manual de la violencia

ANC, a la que algunos intelectuales catalanes ya han calificado como un sucedáneo del peronismo argentino, ha adoptado como suyo el manual del profesor norteamericano Gene Sharp («De la dictadura a la Democracia, un sistema conceptual para la liberación»). La misma hoja de ruta que ya había sido aplicada durante la Primavera Árabe y en otros movimientos sociales conocidos por ‘colores’, según la terminología de las organizaciones de George Soros. El libro, traducido al catalán y volcado en la página del Instituto Catalán Internacional para la Paz (ICIP), fue financiado por la Generalitat, como ya desveló OKDIARIO.

Para que se hagan una idea, Sharp habla en su obra de “plantadas y piquetes”, “huelgas estudiantiles”, “suspensión de actividades sociales y deportivas”, “huelga general”, “huelga de payeses y trabajadores agrícolas”, “desobediencia civil de leyes ilegítimas”, “no cooperación judicial”, “no obedecer una orden directa”, entre otras. ¿Les suena tal retahíla de consignas con lo vivido hace unos días?

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