Ana Blanco y el 3 de mayo

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Ha llegado a mí la nueva polémica destapada en directo, y en el plató de la noche electoral de candidatos en RTVE por otra asociada del lobby del chantaje clitoriano, Ana Blanco, quien no sé si se habrá afiliado por mimetización ideológica o por la imposición de la línea igualitarista de su cadena y, en general, por el gremio periodístico que ampara, desampara, o lincha a las mujeres periodistas en función de si somos o no, eso que ellos han denominado; “negacionistas de la igualdad y del terrorismo machista”, que por algo somos las mujeres que hacemos cosas fachas mientras ellas levantan el mundo planteando un curiosísimo ejercicio ético de la prensa según el cual ahora las periodistas, para continuar siéndolo, han de invertir la carga de la prueba para criminalizar a la mitad de la población.

En todo caso, Blanco convirtió un pedacito del debate en los goyescos fusilamientos en la montaña del Principe Pío del 3 de mayo. Blanco agitó el sable como el puñetero Murat bonapartino contra la breve muchedumbre cipotuda que se presenta a los próximos comicios:

“Me van a permitir que haga referencia a la foto de este debate con cinco candidatos y ninguna mujer presente en este debate electoral. No hay ninguna candidata. No es una foto de igualdad”.

Del asunto se hizo eco esta mañana Federico Jiménez Losantos, quien increpó, desde mi punto de visto con buen tino, a la vetusta conductora del debate llamándola “¡Antigua, arcaica!, ¿pero qué es esto de una presentadora afeando el sexo a los candidatos? ¿La comisaria de la bragueta o de la ingle?”. Y ya estaba liada la mundial.

Como cada vez que ocurre cada vez que alguien se levanta contra el tribunal igualitarista, un periodista muy pizpireto de Antena 3 llamado Santiago Cid calificaba lo de Losantos contra Blanco de “impresentable” y de “juzgado de guardia”.

Yo ya he sufrido a algunos en la tele del tipo de Cid. Intentas sacarles del pozo feminazi, o como mínimo alumbrarles para que escalen, con la osada convicción de que, como eres una mujer hablándole a un hombre les llevas algo de ventaja, pero, ¡joder!; es entonces cuando se te revuelven como si fueran Greta Thunberg en Chernobyl para decirte eso de “yo soy feminista desde antes de nacer”, porque ahora, como todo el mundo sabe, ser feminista va en los gametos como la estupidez, la dislexia, o el don ir sobrio después de 15 cubatas, y todo el mundo sabe que contra los depositarios de los dones sólo se puede perder. Es otro de los milagros obrados por la democracia feminista: poder convertirte en mujer a costa de berrear en el maravilloso coto femenino como si fueras un pudú sudamericano y aunque tengas la pilila ganadora de los premios “gaysmas.com” celebrados anualmente. A los ofendiditos les aclaro que los premios no los he fundado yo.

La indignación de Blanco llegó desde las gónadas, como el rebote testosterónico de los machos alfa. No fue una reacción por la dignidad femenina, sino por la del rebaño pues no recordó que la mayoría de los hombres que estaban allí, menos el elegido por los psicópatas caraqueños, ganaron con su candidatura frente a la de mujeres encumbradas por el aparato. Incluido el tipo que una vez escondió una urna detrás de un biombo.

La indignación de Cid llegó más desde la falta de memoria y el desatino, pues olvidó que es su grupo precisamente el que ha segregado por sexos y organizado un debate únicamente de candidatas a lo Hugh Hefner escenificando la sobreprotección de un grupo humano por considerarlo inapelablemente inferior.

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