El afán confiscatorio de la izquierda
El Gobierno de la nación ha creado un grupo de expertos para su reforma fiscal con dos objetivos: subir los impuestos que no comparte con las Comunidades Autónomas y, al mismo tiempo, imponer unos mínimos con los que obligar a Madrid a incrementar impuestos, todo enmarcado dentro del afán confiscatorio que tiene la izquierda. Trata de ocultar su impericia en la gestión con el derroche a manos llenas de dinero público, es decir, de dinero extraído a la fuerza a los contribuyentes.
El Gobierno ha intensificado su mantra habitual de «lo público» para tratar de hacernos ver que es necesario incrementar la aportación de los contribuyentes. Hablan de «nivel adecuado» de financiación. ¿Nivel adecuado para qué? ¿Para subvencionar aerolíneas que apenas ofrecen vuelos, sobre las que hay posibles relaciones poco claras en sus relaciones con el régimen de Venezuela? ¿Para despilfarrar el dinero en planes E improductivos, como la nueva versión 3.0 que ha presentado Sánchez ya en numerosas ocasiones, pero que ni está aprobado ni se ha presentado todavía a la UE para que den su visto bueno y liberen los fondos establecidos para España, pero que en años posteriores será nuestro país el que tendrá que sostener el gasto estructural que ese plan generará? ¿Para regar con subvenciones todo tipo de actuaciones, que no tienen ningún interés ni son esenciales? Con la izquierda siempre hemos tenido más gasto y más impuestos, pero peores servicios públicos, porque ni gastan ni invierten en lo fundamental, sino en propaganda y en subvenciones improductivas. Para eso quieren subirnos los impuestos, no para darnos mejores servicios.
El nivel de impuestos en España es insoportable. El esfuerzo fiscal español -que es como hay que medir el grado de presión de los impuestos sobre los ciudadanos, dividiendo la presión fiscal entre el PIB per cápita- es uno de los más elevados de la UE. Hasta la OCDE le dice a Sánchez que no puede subir impuestos en estos momentos de crisis. Si es que hasta cualquier neokeynesiano sabe que en un momento de hundimiento económico no se puede aplicar una subida de impuestos como la que prepara Sánchez, debido al carácter tremendamente contractivo de dicha política.
Pretende subir el impuesto de Sociedades, con el que ahuyentará las inversiones productivas que todavía quieran venir y con el que hundirá al tejido empresarial que quede en pie tras la pandemia, destrozado por su pésima gestión en esta crisis. Se compara con Biden para justificarse, pero el hecho de que el presidente de Estados Unidos haya decidido incrementar la tributación empresarial no avala la medida de Sánchez, sino que, simplemente, muestra que compartirán el error, con dos diferencias: que Estados Unidos tiene un mayor atractivo para recibir inversiones que España, por su tremendo potencial, con lo que el riesgo de pérdida de las mismas es menor, y que, aun así, allí siguen pagándose menos impuestos que aquí.
Adicionalmente, prepara, con ese grupo de expertos, bastante sesgado hacia sus posiciones, lo que el Gobierno llama “homogeneización”, que no es otra cosa que el imponer que las comunidades autónomas no puedan bajar impuestos. Todo con un único objetivo: acabar con la política económica de Madrid, que les demuestra que con impuestos bajos la economía crece más, se crea empleo y se recauda más, que le permite a Madrid contar con los mejores servicios, pese a ser una de las regiones más perjudicadas en el Sistema de Financiación Autonómica que Rodríguez Zapatero diseñó contra ella.
Madrid es su obsesión, porque le demuestra al Gobierno que hay otra forma de gobernar más eficiente, tanto en lo económico, como en lo sanitario, como en lo educativo, como en todo. Por eso, ese acoso a Madrid, a la que quiere obligar a subir impuestos, cerrar bares y limitar la libertad de los madrileños. Si en Madrid gobierna la izquierda, ya sabemos qué pasará, porque si aun no gobernando tratan de emplear los resortes nacionales para someterla a sus caprichos, si consiguen el Gobierno regional, entonces la vida de los madrileños empeorará tremendamente, con más impuestos, más restricciones y menos libertad: ni podrán abrir los comercios a la hora que quieran, ni podrán comprar los ciudadanos cuando quieran, ni podrán ir al hospital que quieran, ni podrán llevar a sus hijos al colegio que quieran.
En el diccionario de la Real Academia Española se puede leer, como primera acepción del verbo «robar», lo siguiente: «quitar o tomar para sí con violencia o con fuerza lo ajeno». Es cierto que la tributación viene respaldada por la ley, de manera que no es un acto ilegal, pero eso no quita para que con los impuestos se sustraiga a la fuerza lo ajeno, por mucho que sea con la fuerza de la ley. Una cosa es que haya un nivel de impuestos para poder financiar lo esencial, y otra cosa es que ese nivel se vuelva absolutamente confiscatorio.
Sánchez va a terminar de arruinar a España con su subida de impuestos -que va camino de la confiscación-, tras dejarla maltrecha con su ineficiencia en la gestión. España necesita reformas estructurales, no subidas de impuestos. Necesita, en definitiva, un gobierno eficiente, no el propagandístico que tenemos.