Además de un delincuente, eres un desahogado, Pablo Iglesias

Además de un delincuente, eres un desahogado, Pablo Iglesias

Hay que ver el lío que se montó a cuenta del acoso fake a Pablo Iglesias en Asturias y la indiferencia con la que se tratan las agresiones que sufren a diario los dirigentes de Vox, allá donde quiera que vayan y muy especialmente si el lugar al que van está en el País Vasco, Cataluña o Navarra. ¿Cuántas voces se han escuchado protestando por el brutal escrache, con huevos, petardos y bengalas, sufrido por Ignacio Garriga y Rocío de Meer en el barrio barcelonés de El Raval a manos de colectivos indepes, ultraizquierdistas y de otro denominado Putas Libertarias? ¿Cuántos han dicho “¡basta ya!” a la violencia fascistoide que se repite en cada acto de Vox, mismamente, en el que protagonizó Javier Ortega Smith el jueves en Santurce? Sin embargo, el acoso de pitiminí al vicedelincuente movió días de televisión, toneladas de tinta, miles de horas de radio y millones de páginas en Internet. 

Lo del moñetudo vicepresidente y su compañera sentimental, Irena Montera, es el episodio de caradurismo más desvergonzado de un sujeto que no conoce la vergüenza, la legalidad, la moral, la verdad, la ética, ni tampoco la estética —. O sea, que fíjense si es desvergonzado este último episodio. El único vicepresidente con pendientes del mundo occidental jura y perjura que salió pitando de Asturias por el miedo que le había infundido una pintada aparecida en el pavimento de una carretera próxima a su localidad de veraneo con un curioso lema: “Coletas, rata”. Telediarios, periódicos, radios y redes sociales dieron, cómo no, pábulo a su enésima patraña y se pusieron al servicio de la parejita. Fue gritar el führer morado “¡nene, pupa!” y salir todos en tromba a protestar por el “intolerable acoso” que sufrían Iglesias y Montera y, sobre todo, sus hijos, que con la edad que tienen no creo que se enteren de nada.

Nuevamente, volvió a emplear maquiavélicamente a esos niños a los que lleva a todas partes teniendo a tres personas de servicio en casa, salus incluida. La tan vieja como innoble táctica de tantos y tantos corruptos de usar a sus vástagos para desviar la atención y dar pena. En este caso, los de un agosto protagonizado por las ilegalidades destapadas por José Manuel Calvente que derivaron en la imputación de Podemos como persona jurídica; la de la mano derecha de Iglesias, el impresentable Juanma del Olmo, la de la gerente, Rocío Val, y la del Bárcenas morado, Daniel de Frutos. Este último es el personaje que casualmente acompañó a los duques de Galapagar a escriturar el casoplón de 1,2 millones comprado por 670.000 euros. La cortina de humo funcionó unas horas porque esta castuza controla el 80% de los medios de comunicación de este país. Pero pronto se vio que la mentira era paticortísima.

El vicejeta obviaba varias cosas. Primero que una pintada no puede ser motivo de preocupación real para un dúo nada dinámico que va acompañado, donde quiera que se desplace, de 15 guardaespaldas armados. Todo ello sin contar las dotaciones de la Guardia Civil que ahuyentan a los curiosos de sus residencias, ya sea Galapagar en invierno o Asturias en verano. Las posibilidades de que perturben su intimidad o su integridad son las mismas que hay de que se hiele el infierno: entre cero y ninguna. Segunda cuestión: el “¡Coletas, rata!” estaba inscrito a más de media hora andando de su dacha en Felgueras, no a las puertas de su residencia asturiana. Hasta ahí, el terreno de lo incontestable y lo incontrovertible. Hay quien asegura, desconozco si es verdad o no, que la pintada es vieja y se retocó con photoshop para actualizarla.

Este caradura del “¡nene, pupa!” es el que en 2013 escribió una frase premonitoria:

—Los que no dudaban en usar la fuerza pública para apalear ciudadanos ahora lloriquean por los escraches—.

Y otra que viene que ni pintada, y nunca mejor dicho, en estos momentos:

—Los escraches son un mecanismo democrático para que los responsables de la crisis sientan una mínima parte de sus consecuencias—.

Sin olvidar la ya archifamosa del jarabe democrático de los de abajo a los de arriba.

Sea como fuere, acoso y/o agresiones acongojantes son los que sufre a diario Vox, lo que padeció una solitaria Cifuentes en su célebre caminata por el centro de Madrid entre insultos y escupitajos de piojosos perroflautas, lo que padecieron los padres de Albert Rivera en su tienda de La Barceloneta o lo que hizo este individuo en la chavista Facultad de Políticas de Somosaguas con Rosa Díez o Josep Piqué, a los que echaron violentamente. Conviene recordar que a Rajoy un podemita gallego le propinó un croché en el rostro en la campaña de las generales de 2015. O que a Aznar los amigos de los amigos de Iglesias le pusieron un coche-bomba con 80 kilos de amonal que no lo mató porque Dios no quiso. Pintadas pidiendo un tiro en la nuca a Abascal hay miles por toda España y jamás ha dicho “¡nene, pupa!” como el ahora rebautizado por Juan Español como “El Moños”. Sí puso el grito en el cielo por la enésima canallada alentada por la muy izquierdosa Twitter, que consintió el hashtag “Muerte a Abascal” como había permitido días antes otro con un igualmente delictivo “Muerte al Rey”.

Lo que buscaba Iglesias es acallar y despistar una actualidad, la de agosto y principios de septiembre, acaparada por la caja B de Podemos y por la imputación de todita su cúpula menos él y porque está aforado. Lo mismo que parece que hace el fiscal anticorrupción, Ignacio Stampa, pidiendo la imputación de Jorge Fernández Díaz y María Dolores de Cospedal por el espionaje a Bárcenas —destapado para variar por OKDIARIO— a seis días de la declaración de Calvente en la Audiencia Nacional. Este representante del ministerio público debería estar inhabilitado o, como mínimo, suspendido o apartado tras destaparse su presunta relación íntima con la abogada de Podemos en el caso Villarejo y tras comprobarse cómo él y la tal Marta Flor iban de tikitaka para intentar enmarronarme en un caso Dina, ahora caso Iglesias, en el que nosotros nos limitamos a publicar un chat de interés público en el que el ahora número 3 del Gobierno de España aseguraba psicopáticamente que “azotaría hasta que sangrase a Mariló Montero”.

Hace dos meses supimos que el delincuente en el caso del móvil presuntamente robado no era Villarejo, al que se puede acusar de miles de cosas pero no de esta movida, sino él mismo y su ex asistente Dina Bousselham. Se inventó una trama que no existía porque él recibió la tarjeta sim del móvil, la ocultó a su propietaria y luego la destruyeron, seguramente porque había datos muy comprometedores. Lo ocultaron a la Justicia y arremetieron contra todos sus enemigos, incluido un servidor, pidiendo mi imputación. Resultó que quien tenía en su poder el material robado —en el caso de que lo de la sustracción no sea otra patraña— era la revista Interviú y que quien se lo facilitó a Villarejo fue el a la sazón director de la revista, Alberto Pozas, que fue el vicedircom de Sánchez en Moncloa hasta que el magistrado García-Castellón lo empuró.

La corrupción se puede ocultar a unos pocos todo el rato, a todos un poco de rato, pero es imposible hacerlo con todos todo el rato. Antes o después, se hará justicia. Torres más altas, el Rey Juan Carlos sin ir más lejos, han caído. Nadie está ni puede ni debe estar por encima de la ley. Entre tanto, hay que resaltar cómo se las gasta este desahogado. Cuando ya habían recibido 7,6 millones de la narcodictadura venezolana, un potosí de los satánicos ayatolás iraníes y seguramente ya había caja B, el pájaro escribió tuits como éstos:

—No sabemos qué fue antes, si la caja B o el Partido Popular o si se puede pensar en uno sin el otro—.

—Bárcenas: “Los secretarios generales y tesoreros de cada provincia tenían caja B. Fraude que pagamos todos en recortes. ¿Habrá condenados?—.

El tipo que destruyó la tarjeta sim de Dina por si las moscas en un microondas fue más allá en su desahogo:

—Discos duros que se borran, ordenadores robados… Y parece que lo único que no desaparece es la corrupción—.

—La corrupción del PP es la mayor amenaza que pesa sobre la democracia española. Hay que echarlos—.

—No hay excusas. Si se está contra la corrupción, no se puede sostener a Mariano Rajoy—.

Por no hablar de lo que piaba Irena Montera contra el PP de Madrid:

—El PP de Aguirre también tenía caja B. Y también intentó negarla y ocultarla. No tienen vergüenza, corruptos y ladrones. Devuelvan lo robado—.

Terminaré parafraseando primero a Pablo Iglesias y a Irena Montera. No sabemos qué fue antes si la caja B o Podemos. Tarjetas sim que se destruyen y parece que lo único que no desaparece es la corrupción de Podemos. La corrupción de Podemos es la mayor amenaza que pesa sobre la democracia española. Hay que echarlos. Si se está contra la corrupción no se puede sostener a Pablo Iglesias. El partido de Irena Montero también tenía caja B. Y también intenta negarla y ocultarla. No tienen vergüenza, corruptos y ladrones. Devuelvan lo robado.

Y ahora haré lo propio con Pedro Sánchez, que en 2017 redactó otro tuit que se le vuelve en esta mangante coyuntura como un bumerán de una tonelada de peso que amenaza con lanzarlo fuera de Moncloa:

—Me han acusado de radical y separatista. Tienen razón estoy radicalmente opuesto al PP y quiero separarme de su corrupción.

Aplícate el cuento, presidente, y sepárate de Podemos y de su corrupción. No caerá esa breva.

PD: se me olvidaba, Pablo, el moño y los pendientes te quedan monísimos.

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