Sánchez es un sujeto peligroso

Sánchez es un sujeto peligroso

Así de claro: lo que está haciendo Sánchez es comprobar hasta qué punto resiste esta sociedad. De la que él procede, a la que ha engañado, a la que quiere revocar. Hablo de la que la repudia, no la de sus cómplices estalinistas, caribeños, etarras, separatistas y también de los bochornosos nacionalistas vascos, éstos que se están riendo las tripas como el infamante Esteban mientras España adelgaza España y ellos están dispuestos a comerse hasta sus despojos. Sánchez le está metiendo los dedos en la boca a un país atónito y pusilánime, mientras los analistas, los juristas, los historiadores, los sociólogos, los periodistas incluso, esa elite intelectual que vive eternamente atemorizada por el Gobierno de la dádiva y en el enchufe, cavilamos sesudas reflexiones sobre cómo este espadachín, remedo del peor Esquilache, día a día está brutalizando nuevas cornadas a nuestro cuerpo de rana.

En su vacuidad manifiesta, con su venganza —¿de dónde le viene al tío tanto rencor?— no pretende como Alfonso Guerra —nadie le desprecia tanto como él— “cambiar España para que no la reconozca ni la madre que le parió”; quiere acabar con ella, con su pluralidad, con su historia, con su cultura, con su convivencia. La fortuna es que es muy poco pollo para tanto arroz. Pero lo intenta; es que juega además con el apesebramiento de lo que él denomina “las derechas”, ese atolón inmenso de gente silente, abotargada, a quienes los suyos —¡ay, aquel Montoro que le sisó los bolsillos hasta dejarla con chulería de arrebatacapas en cueros¡— no solo no las defendieron sino que las acosaron hasta dejarlas en lindas pelotas.

En ese juego de filibustero de la democracia está acompañado Sánchez de la ralea citada y de individuos que, como Redondo, ese gurucillo reducido y verborreico, se jactan universalmente de haber hecho presidente a un tramposo. ¿En qué centro va a explicar democracia el escondido gurucillo? ¿Dónde se atreverá a sostener que el decretazo, su arma letal, es el gran invento de la democracia? ¿Quizá en una cuadra electoral de Maduro? ¿Quizá en  la narcofacultad de Podemos?

Lo dicho: o la derecha, el centro —o como la quieran llamar sus medrosos representantes— se despereza o este sujeto peligroso clausurará —está en ello— España. Eso sí, entre grandes risas y alboroto, de Echenique, Torra, Puigdemont, Rufián y el pavoroso Aitor Esteban… pero, ¿de dónde vienes tú, hombre? Lo último que se dispone a ejecutar es una causa general contra los que no son de su estirpe. Que se enteren las instituciones, incluso las que en su clásica prudencia secular, siguen pensando que si ellas supervivieron en Polonia contra los comunistas y los nazis, no hay razón para que no lo hagan en España. Ponerse de rodillas ante sujetos de este jaez solo garantiza ésto: que la patada te la den en la boca; los testículos, por ahora, se libran.

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