Franco fue malo, pero ¿y ustedes?

Franco fue malo, pero  ¿y ustedes?
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

No les quiero marear con datos, pero lo voy a hacer. La Comisión de la Verdad que perpetran Sánchez y sus corifeos va a utilizar la exhumación de los restos de Franco para una gran revancha: homenajear a todos los mártires “republicanos” de la preguerra, la Guerra incivil, y la posterior represión aherrojando, vapuleando la memoria de los muertos “nacionales” porque éstos, enfatizan, ya tuvieron reconocimiento durante la oprobiosa. Ninguno de los secuaces con mayoría aplastante de los prosoviéticos de Podemos tendrá la menor caridad con estos latosos difuntos. Ya lo verán.
Ninguno de estos individuos guardará tampoco el mínimo interés por siquiera considerar las referencias documentales siguientes. Según las estimaciones más objetivas realizadas por técnicos e historiadores afines a uno o a otro bando, el número total de víctimas de aquella confrontación fue de 233.635 —nada de un millón como escribió Gironella—, 119.960 pertenecientes al bando “nacional”, 95.500 al “republicano”.

Cifras que admiten, con matices numéricos nada escandalosos, desde Payne hasta Preston. Los 120.000 españoles calificados genéricamente de franquistas ¿serán miserablemente marginados, olvidados, también injuriados? Rotundamente, sí: la venidera Comisión de la Verdad y la Asociación de la Memoria, que actúa de muleta de Sánchez y sus barreneros y que ha sido sustanciosamente engrasada durante la gobernación ominosa de Zapatero, no querrán saber nada por ejemplo de los 6.866 obispos, curas, seminaristas, religiosos y religiosas, asesinados por el fanatismo anticatólico de los llamados —a sí mismos recuérdese el dato— “rojos”. La relación está minuciosamente configurada en una cuidada alacena del Santuario de la Gran Promesa de Valladolid gracias a un trabajo de chinos que en su momento realizó el arzobispo García y García. Son álbumes detallados por provincias —faltan cuatro de ellas— como también lo está la lista completa, ¡figúrense!, de los 159 periodistas ejecutados por su hipotética militancia confesional y de derecha. Veinte colegas más murieron en combate. Clérigos y periodistas ¿serán también levantados de sus tumbas como el general?

Más datos: la fosa común de Paracuellos, que naturalmente no será reconocida por la investigación sectaria de Sánchez, encierra los cuerpos de, por menos, 4.000 personas, aunque algún estudio eleva esa cifra, muy discutible desde luego, hasta las 8.000. En Guernica, sobre cuyo bombardeo se ha edificado todo un mito del terror franquista, fueron asesinados en las fechas anteriores a la intervención aérea los sacerdotes Pedro Ondorica Zugazaga y Andrés Asla y otros 15 vecinos adscritos a una asociación católica. La mayoría de sus cadáveres permanecen en destino desconocido. ¿Se les buscará ahora o son sencillamente facciosos bien muertos? En todo caso, ellos ni han merecido, ni van a merecer una sola mención en forma de obligado recuerdo.

Y pregunto: ¿Es tal el complejo de legitimidad de origen que sufre la derecha española que un periodista impecablemente adverso a Franco como el arribafimante tiene que ocuparse de difundir estas realidades? ¿O de recordar que la hórrida estatua de Largo Caballero, pertinaz pregonero de la Guerra Civil y artífice de la sangrienta Revolución de Asturias, aún sigue enhiesta en el Paseo de la Castellana de Madrid? La ultraizquierda de este país en la que claramente actúa como palmero Pedro Sánchez, va a reescribir, o mejor dicho a violar, la historia de una tragedia común cuyos indicios ahora también se entrevén. ¿Seguiremos callados ante tal tropelía? Sinceramente: no encuentro arrojo y sí mucha condescendencia o incluso connivencia en quienes deberían contrarrestar la plaga de una revancha que nos lleva directamente a la desvergüenza y a la venganza.

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