Rajoy se la juega el 1-O
El 9-N de 2014 Rajoy ya permitió a los golpistas catalanes celebrar un “proceso participativo sobre el futuro político de Cataluña” aduciendo que no se trataba de un referéndum ni de una consulta que habían sido prohibidas por el Tribunal Constitucional. Este golpe de Estado —que empezó en septiembre de 2012, cuando Artur Mas exigió un nuevo pacto fiscal que privilegiase a Cataluña sobre el resto de España, al que Rajoy se negó— pretenden concluirlo el próximo 1-O con la celebración de un “referéndum sobre la independencia de Cataluña” con el que Rajoy, personalmente, se juega su presente y su futuro. Si el referéndum llega a celebrarse, Rajoy estará acabado y pasará a la historia como uno de nuestros peores gobernantes, casi a la altura de Fernando VII. Y el PP será arrastrado con él. Ya ha traicionado a sus votantes incumpliendo repetidamente sus promesas electorales, los ha hastiado con una corrupción que la derecha no tolera como sí hace la izquierda; y apenas los retiene con dos sentimientos: el miedo a Podemos y el amor a España. Si también les vuelve a fallar en esto habrá terminado de cavar su fosa. El tiempo del diálogo ha terminado, es hora de demostrar la firmeza que hasta hoy no ha tenido.
Para impedirlo, el Gobierno se dotó de dos nuevos mecanismos, la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional y la Ley de Seguridad Nacional. La primera permite que el TC, de oficio y mediante un procedimiento exprés, imponga la ejecución de sus propias resoluciones. Y la segunda impone, mediante un simple Real Decreto del Consejo de Ministros, una coordinación reforzada de todas las Administraciones bajo la dirección del presidente del Gobierno, lo que le habilita para asumir incluso la dirección de los Mossos d’Esquadra. Paños calientes que pretende usar ante el temor más que fundado de que tanto PSOE como Ciudadanos se opongan a la aplicación del artículo 155 de nuestra Constitución para impedir que se celebre el referéndum golpista.
Resulta asombroso ver a los de Albert Rivera enfrascados en su propuesta de limitación de mandatos con la que pretenden echar a Mariano Rajoy de La Moncloa coincidiendo con el momento en que nos estamos jugando la unidad de España. El partido que nació para frenar a los secesionistas parece despistarse cuando llega el instante decisivo. Y Pedro Sánchez desearía aprovechar cualquier oportunidad para sacar adelante una moción de censura que lo convierta en Presidente del Gobierno, y lo hará a poco que Rajoy cometa el más mínimo error, sabiendo que la llave la tiene un PNV en absoluto comprometido con la unidad de España. Cualquier ocasión les parece adecuada para sacar tajada.
Pero mientras llega el 1-O deberíamos también empezar a ver reclamar sus derechos a esa mayoría silenciosa de catalanes no independentistas que han sido abandonados a su suerte por todos los indolentes gobiernos que, desde la Transición, han entregado al nacionalismo su educación, sus medios de comunicación, su sanidad, sus empleos, y casi sus vidas. Fue lastimoso verlos manifestarse en silencio tras miles de ‘esteladas’ y de energúmenos que insultaban a todos los españoles en la persona del Rey, el día de la manifestación tras los atentados de Barcelona. Apenas un puñado de valientes se manifiesta cada 12 de octubre en Barcelona para reivindicar que “Catalunya es España”. Valientes que siempre son dejados a su suerte por esa mayoría silenciosa cada vez que son multados por rotular un comercio en español, o cuando reclaman para sus hijos una educación bilingüe, en lugar de la inmersión monolingüe en catalán. Rajoy se la juega, pero es hora de estar todos unidos.