La Transición terminará cuando la extrema izquierda sea marginal
Es un hecho indiscutible: en España no existe extrema derecha. Algo que nos convierte en una excepción en la Europa actual. Sufrimos la misma crisis económica e institucional que nuestros vecinos y hemos recibido tanta inmigración como ellos. Sin embargo, a diferencia del resto del continente, en España la extrema derecha no ha conseguido ni un solo diputado desde 1977 y llevan años sin alcanzar ni siquiera el 1% de los votos en unas elecciones generales. Hay muchas teorías que tratan de explicar los motivos por los que esto es así.
Por un lado, los votantes españoles se identifican políticamente con el centroizquierda en una mayoría abrumadora. Esto ha provocado que incluso los partidos conservadores se dirijan hacia este espectro político. Por otro, somos europeístas convencidos y muy poco patriotas. Todas estas cuestiones parecen estar relacionadas con una reacción en contra del aún muy reciente régimen franquista. No olvidemos que Hitler y Mussolini murieron en 1945, y Franco en 1975, con lo que del final de los regímenes fascista y nazi han pasado más de 70 años, mientras que del fin del franquismo sólo 40. Tampoco la oferta a la derecha del PP ha resultado nunca atractiva. Hasta la aparición de VOX todos sus representantes eran herederos de la Falange o de Fuerza Nueva y su discurso tradicionalista, anticapitalista y nacionalista resultaba desfasado y antiguo. Además Podemos absorbió a gran parte de los indignados españoles.
Sin embargo el comunismo lleva desde la Transición en las instituciones. Julio Anguita consiguió tener 21 diputados, que siendo muchos están muy lejos de los 82 que hoy suman Unidos Podemos, ERC y Bildu, partidos de extrema izquierda que recibieron casi el 25% de los votos en las últimas Generales. Se hace así patente la enorme diferencia en el respaldo que en España tiene la extrema izquierda y la extrema derecha. Es posible que el paso del tiempo tenga algo que ver con ello, porque han pasado ya 86 años desde que los comunistas españoles se dedicaban a quemar iglesias y a asesinar curas y monjas, 83 del intento de Golpe de Estado del socialista Indalecio Prieto, y 81 desde que la Pasionaria condenó a muerte al líder de la oposición, José Calvo Sotelo. La desmemoria histórica favorece a la extrema izquierda española.
El tiempo y el dominio de nuestro sistema educativo han jugado a su favor. Hicimos la Transición integrando a la extrema izquierda y rechazando a la extrema derecha. Nuestros jóvenes conocen perfectamente los crímenes de Hitler y hasta los juicios sumarísimos y las cunetas del franquismo. Sin embargo admiran a Stalin, creen que fue quien derrotó al nazismo y desconocen todos sus horribles crímenes. Como también ignoran todos los desmanes cometidos por el comunismo en España antes y durante la Guerra Civil. Por eso, nadie se escandaliza al ver a Pedro Sánchez, puño en alto, cantando ‘La Internacional’, símbolos de un comunismo tan genocida como el nazismo o el fascismo, y nuestros jóvenes visten con orgullo camisetas con la imagen del Ché Guevara, psicópata asesino al que se ha convertido en un icono. Hasta que la extrema izquierda no sea tratada igual que la extrema derecha no habrá terminado la Transición, porque sin ninguna diferencia entre ellas, ambas ideologías son igual de antidemocráticas y enemigas de la libertad.