10.000 euros para Belarra si tu perra se queda preñada (no es broma)

Ione Belarra
  • Graciano Palomo
  • Periodista y escritor con más de 40 años de experiencia. Especializado en la Transición y el centro derecha español. Fui jefe de Información Política en la agencia EFE. Escribo sobre política nacional

Inicialmente, al leer la noticia, acudí al calendario por si se trataba de una inocentada. Resulta que no. La señora Belarra, ministra de no sé qué departamento, ha escrito en el Anteproyecto de Ley sobre el Bienestar Animal, que aquellos que tengan la desgracia de que su perra se quede preñada pueden ser sancionados con una cantidad de hasta 10.000 euros. Supongo que para ella –dada su posición- diez mil pavos supondrá una bagatela.

Marino Rodríguez, facundino de Sahagún (León), me remite un wasap a tal propósito: “Ya no puedo más con estas estupideces… No sé si es un ataque de risa o de rabia… Es acojonante…”.

Marino es un firme defensor de los animales, vive en un pueblo mesetario pero tiene sentido común. Nada tiene de extraño que la iniciativa legislativa de la jefa podemita haya sido acogida con la chacota y el talento para el despiporre del pueblo español. Nadie en su sano juicio puede estar a favor del maltrato animal y se supone que todo aquel ser racional que tiene una mascota es porque quiere a los animales. Una cosa es una cosa y otra sacar el látigo flamígero como es el caso.

Muchos lectores se han tomado la propuesta como lo que es: un exceso ridículo, sobre todo, si muchos dueños de esos animales tienen serias dificultades para sobrevivir y en gran parte por las medidas del Gobierno. Habrá que suponer que en el ánimo de la ministra pesa más el “bienestar” de los humanos que el de sus mascotas. O quizá no…

Como diversión veraniega no está mal. En un Gobierno donde todo es exageración que conduce finalmente a la irrelevancia nada extraña ya. Dedicarse a estos asuntos de las perras preñadas es siempre más fácil que solucionar la carestía de vida (insufrible), los recortes, la pobreza energética, el gasto desmesurado y bokassiano, el respeto a las instituciones, singularmente a la independencia del poder judicial, y el empobrecimiento general de una sociedad que pide a gritos un cambio en el timón. De esto, oiga, ni palabra.

Lo de las multas y el acojone es algo sustancial a los incompetentes.

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