Moncloa chantajeó al Rey con la grabación del CNI para omitir la corrupción del discurso de Navidad
La Moncloa se aprovechó de la grabación del CNI al Rey para conseguir que Su Majestad omitiera durante su discurso de la Navidad de 1990 cualquier mención a la corrupción que afectaba de lleno al PSOE y al gobierno de Felipe González. Los socialistas estaban en esas fechas sumergidos en el escándalo de Juan Guerra, hermano del vicepresidente del Gobierno, que utilizaba su despacho en la Delegación del Gobierno en Andalucía para cobrar comisiones. El affaire alcanzó tal estruendo que el propio Alfonso Guerra, número dos del PSOE y del Gobierno, se vio forzado a dimitir tres semanas después, el 12 de enero de 1991.
OKDIARIO desveló ayer la operación de espionaje de los servicios secretos contra Don Juan Carlos. Agentes del Departamento de Escuchas del CESID -el organismo anterior al CNI- grabó su conversación con un amigo mientras hablaba desde su móvil. El jefe del Estado confesaba a su interlocutor su relación amorosa con Marta Gayá llegando a declarar: “Nunca he sido tan feliz”. El original de la grabación fue entregado en mano por el general Emilio Alonso Manglano a la Casa del Rey y una copia de la cinta fue archivada en la Cintateca del CESID.
La conversación, que figura entre la documentación interna de La Casa, como también se conoce a los servicios de información españoles, fue interceptada y grabada el 4 de octubre de 1990, a última hora de la mañana, cuando S.M se dirigía a una recepción en el Palacio Real.
Sorpresa en la Nochebuena de 1990
El discurso de Su Majestad, que llegaba la Nochebuena de 1990 a los hogares de los españoles, daba a entender que el monarca se alineaba con las tesis políticas del ejecutivo sobre el papel de los medios de comunicación. Algo sorprendente porque, además, en aquellos meses Felipe González, agobiado por el caso Guerra y otros escándalos de corrupción, había defendido públicamente la necesidad de elaborar una legislación más restrictiva con respecto a la Prensa.
Ante las cámaras de Televisión Española el Rey se refería a la libertad de expresión: “Una democracia avanzada no se entendería sin el equilibrio de la veracidad de la información y el mayor respeto a la libertad de expresión. Un derecho consagrado en nuestra Constitución y a cuyo perfeccionamiento hemos de dedicar también nuestros desvelos”.
Pero, seguidamente, ante la sorpresa de su propio equipo de La Zarzuela, el Rey lanzaba un ataque frontal a los periodistas y omitía cualquier referencia a la corrupción: “Si la libertad de expresión implica por parte de todos capacidad para aceptar las críticas y las opiniones diversas, el derecho a la información veraz exige de los medios de comunicación social la máxima profesionalidad en el ejercicio de su tarea. Si hay que pedir comprensión ante las críticas a quien las recibe es legítimo pedir también mesura y respeto a la verdad a quienes las hacen”.
El Rey no aclaraba si la herida que supuraba era la suya o la de La Moncloa, envuelta en varios casos de corrupción política y económica, entre ellos la guerra sucia de los GAL y el caso Juan Guerra. Nadie quedó indiferente ante sus palabras, pero el Gobierno aprovechó la confusión para filtrar a los medios que el discurso de Navidad era responsabilidad del entonces secretario de la Casa del Rey, José Joaquín Puig de la Bellacasa. No decía la verdad porque Puig de la Bellacasa ya estaba cesado de su cargo y apenas iba por Palacio.
González modificó la primera versión
La versión gubernamental era una maniobra de distracción porque tanto Puig de la Bellacasa como el jefe de la Casa del Rey, Sabino Fernández Campo, habían aconsejado al monarca todo lo contrario: que mencionara la corrupción y no hiciera causa común con el Gobierno socialista. Don Juan Carlos nunca les explicó sus razones para evitar hablar de los casos de corrupción, aunque fuera de manera general y sin citar a partidos políticos.
Manuel Soriano, en su libro Sabino Fernández Campo, la sombra del Rey, cuenta que fue Presidencia del Gobierno la que remitió a La Zarzuela los párrafos en los que se censuraba a los periodistas. Mantiene el autor de la biografía más completa sobre Sabino que fue Felipe González quien modificó la primera versión del discurso que había escrito el jefe de la Casa del Rey: “En ella se hacía una discreta referencia en contra de la corrupción que fue eliminada. También desaparecieron las expresiones de mano tendida a la prensa reconociéndole que su labor crítica es de agradecer porque ofrece la oportunidad de corregir conductas equivocadas”, según el libro.
El teniente general Fernández Campo pretendía evitar que el Rey se expusiera de nuevo a las críticas de los periodistas, tras haber superado el vendaval informativo del verano de 1990, y mantener a la Corona por encima de los enfrentamientos entre el Gobierno y la Prensa.
Sabino durante los tres lustros que se mantuvo junto a Don Juan Carlos siempre defendió que los discursos de Navidad y de la Pascua Militar debían alejarse de las directrices políticas del Gobierno. Al mismo tiempo se esforzó por preservar la buena imagen de la Corona, pactando infinidad de veces con los periodistas para que muchas informaciones quedaran olvidadas en los cajones de las redacciones.
En su discurso el Rey exigía “mesura” y “respeto” a los periodistas pero ocultaba que, durante 15 años, había sido un “mirlo blanco” por el trato de la prensa, como reconocía en la conversación grabada por el CNI y reproducida ayer por OKDIARIO.
En su discurso, por primera vez, el Rey se desviaba de la estrategia de Sabino, que luchaba por conferir a S.M una imagen de ejemplaridad para ser presentado como el árbitro moderador de las instituciones, como lo define el artículo 56 de la Constitución. Aquel discurso de Navidad, bajo el chantaje de La Moncloa, lo alejaba de esa función. Sin duda alguna, la grabación del 4 de octubre de 1990 tenía mucho que ver.