La respuesta a Irán y la inseguridad en Oriente Medio polarizan la Asamblea General de la ONU

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El tema de la inestabilidad diplomática en Oriente Medio y de la inseguridad marítima en el golfo Pérsico polarizó gran parte de las intervenciones más destacables en Nueva York dentro del marco de la Asamblea General de la ONU y de su 74º Periodo de Sesiones. En este escenario fueron varias las naciones que quisieron volver a denunciar la actuación irresponsable y peligrosa de Irán.

El problema viene de lejos; Irán ha sido acusado en innumerables ocasiones de varios ataques, retenciones y sabotajes sobre petroleros en aguas del golfo Pérsico y de apoyar ataques y ofensivas de los hutíes, milicias rebeldes que actúan en la guerra de Yemen para socavar el Gobierno establecido, el cual es defendido por una coalición árabe liderada por Arabia Saudí, gran rival de los iraníes y principal representante regional del sunismo, la otra rama del islam que rivaliza con el chiismo, cuyo principal adalid es actualmente la República Islámica de Irán.

Los rebeldes hutíes se han dedicado a potenciar actos bélicos en territorio yemení para acabar con el Ejecutivo legítimo y para evitar la expansión suní en la zona; y para ello no han dudado en llevar a cabo ofensivas diversas, incluso contra intereses radicados en territorio saudí, siendo el más relevante el ataque llevado a cabo el pasado 14 de septiembre contra dos instalaciones de la compañía estatal Saudi Aramco, la petrolera más importante del mundo.

La agresión militar fue llevada a cabo mediante drones operados por hutíes; en concreto, contra la planta de procesamiento de Abqaiq y el campo petrolífero de Khurais.

Ante este escenario, Arabia Saudí exigió en la sede de la ONU de Nueva York una respuesta «firme» y «unida» ante los recientes ataques contra sus instalaciones de petróleo, de los que culpa a la República Islámica de Irán, y demandó «presión máxima» sobre las autoridades iraníes.

El enconamiento de la situación con el país persa centró casi por completo el discurso del ministro de Exteriores de Arabia Saudí, Ibrahim al-Assaf, ante la Asamblea General de la ONU.

Al-Assaf insistió en que está claro que Teherán estuvo detrás de los ataques a sus instalaciones petroleras y recordó al mundo que esas acciones suponen una «amenaza significativa al suministro de crudo».

Precisamente, el petróleo es uno de los elementos cruciales en toda esta contienda. Irán ya amenazó con bloquear el estrecho de Ormuz, principal zona de paso del comercio mundial de petróleo, y con seguir comerciando con su crudo en respuesta a las sanciones políticas y económicas que recibió por parte de Estados Unidos cuando el país dirigido por Donald Trump decidió abandonar el año pasado el acuerdo nuclear suscrito con Irán y otras potencias internacionales en 2015, el Plan Integral de Acción Conjunta (JCPOA, por sus siglas en inglés), el cual limitaba el programa atómico iraní a cambio de beneficios políticos y económicos.

La Administración Trump quiso, de esta forma, golpear política y financieramente a Irán, sobre todo en lo relativo al comercio de crudo persa, la principal fuente de ingresos del Estado iraní. Ante lo cual, el país presidido por Hasan Rohaní respondió con las amenazas de interrupción del comercio de petróleo en aguas del estrecho de Ormuz y de incumplir términos del JCPOA, como los relativos a los niveles de enriquecimiento de uranio.

El ministro de Exteriores saudí defendió que los ataques perpetrados «han expuesto al régimen iraní ante todo el mundo» como un Estado terrorista y plantean una «prueba» de la determinación de la comunidad internacional para actuar. «Esta organización, así como todo el mundo, tienen ante sí la responsabilidad moral e histórica de asumir una postura firme y unida», recalcó.

Al-Assaf defendió que no se pueden aceptar «medias acciones» o «acuerdos parciales», sino que es necesario «buscar un cambio del carácter y el comportamiento” del régimen iraní.

También insistió en que el JCPOA es un fracaso, pues dio a Irán ingresos para «financiar sus agresiones y actividades terroristas». Un acuerdo nuclear que aún han mantenido vivo el resto de los países firmantes, a excepción de EEUU. Así, Francia, Reino Unido, Alemania, China y Rusia decidieron hace escasas semanas seguir sustentando este acuerdo a pesar de la marcha de este de los estadounidenses.

El jefe de la diplomacia saudí instó a cortar vías de financiación a Teherán con una «presión máxima y sostenida», que le obligue a «renunciar a sus milicias, impida que desarrolle misiles balísticos y ponga fin a sus actividades desestabilizadoras en la región y el mundo». «El régimen iraní tiene dos opciones: o convertirse en un Estado normal que respeta las leyes y normas internacionales o enfrentarse a una postura internacional de unidad que use todos los instrumentos de presión y disuasión», remarcó.

Emiratos en la misma línea que Arabia Saudí

El representante de Emiratos Árabes Unidos en este caso ante Asamblea General de Naciones Unidas, el jeque Abdullah bin Zayed al-Nahyan, ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación internacional de EAU, mostró también su repulsa contra los continuos ataques terroristas contra el reino de Arabia Saudí y las operaciones contra su infraestructura civil y petrolífera. Poniendo el acento en los hechos acaecidos en los centros de Saudi Aramco, Para Abdullah bin Zayed, “estos ataques no solo amenazan la seguridad de Arabia Saudí y la región, sino que también afectan la estabilidad de la economía global”.

“En este contexto, enfatizamos la necesidad de restaurar la razón, proteger la navegación marítima y los suministros de energía, y encontrar soluciones sostenibles basadas en el respeto a los principios de soberanía y no injerencia en los asuntos internos de los Estados”, recalcó el ministro de Asuntos Exteriores emiratí.

El diplomático emiratí expresó que “el multilateralismo no ha respondido a los desafíos que surgieron en las últimas décadas” y que “las principales razones de esto incluyen la débil aplicación del derecho internacional y de las resoluciones del Consejo de Seguridad, y el desprecio por el papel desempeñado por los Estados y organizaciones regionales en el apoyo a las soluciones políticas”.

“A pesar de la existencia de mecanismos internacionales para mantener la paz y la seguridad, la incapacidad de adoptar una posición firme contra las políticas agresivas de algunos Estados ha llevado a la obstrucción de los esfuerzos internacionales”, añadió el portavoz de EAU.

En relación con el polémico tratado JCPOA, Abdullah bin Zayed remarcó que “incluso cuando hubo consenso internacional sobre la necesidad de tomar medidas colectivas para mantener la paz y la seguridad, como la necesidad de frenar las ambiciones nucleares de Irán mediante la firma del acuerdo nuclear, dicho acuerdo no pudo lograr el cambio esperado en su comportamiento, ni obligar a Irán a respetar el derecho internacional y el principio de buena vecindad”.

El ministro de Exteriores emiratí destacó que el pacto nuclear debería haber tenido en cuenta las opiniones de los países de Oriente Medio y que debería haber abordado todos los aspectos del comportamiento de Irán, incluida su interferencia en los asuntos internos de los Estados, su desarrollo de un programa de misiles balísticos y el suministro de armas a grupos terroristas, en referencia clara a los hutíes y su presencia en la guerra de Yemen. Abdullah bin Zayed hizo referencia al régimen persa como “un país que busca imponer su revolución”.

Así, se puso de manifiesto el alineamiento de EAU con Arabia Saudí, su socio principal en la región, frente al enemigo común, encarnado por Irán, con el que combaten indirectamente en la actualidad sobre el territorio yemení.

Otro tema espinoso que quiso tocar el portavoz emiratí fue el de las islas de Greater Tunb, Lesser Tunb y Abu Musa, sobre las que EAU reclama su soberanía desde hace 48 años, denunciando que están ocupadas por Irán en “violación flagrante del derecho internacional y de la Carta de la ONU”. Abdullah bin Zayed indicó que su país es el dueño de estas islas, “como demuestran los registros históricos”.

Israel muestra también su oposición radical a Irán y tiende la mano a la comunidad árabe

Israel también quiso alzar su voz en el marco de la Asamblea General de la ONU. Así, el ministro de Exteriores israelí, Israel Katz, utilizó el altavoz de la Asamblea General de Naciones Unidas para atacar también a Irán, además de a Palestina y Turquía. A la vez que expuso la intención también tender la mano a los países árabes del Golfo Pérsico, a los que mostró su deseo de formalizar las relaciones.

Katz acusó a Irán de ser «el principal problema que amenaza la estabilidad y la seguridad en Oriente Medio» y al líder supremo iraní, Ali Jamenei, de haber ordenado «directamente» los «atentados terroristas» contra Saudi Aramco. “Recientemente hemos asistido a una grave escalada en la que se dispararon misiles iraníes desde Irán contra instalaciones petrolíferas saudíes para interrumpir el suministro mundial de petróleo.

Este ataque terrorista contra Arabia Saudí se realizó bajo el mando directo del líder iraní Ali Jamenei. Irán es el Estado terrorista más grande del mundo y el mayor partidario del terrorismo. Pido a la comunidad internacional que se una para detener a Irán”, manifestó Katz.

De esta forma, fue claro el llamamiento hebreo a la comunidad internacional para que apoye la “política de máxima presión” del presidente estadounidense Donald Trump contra Irán. “Debemos detener a Irán hoy, para evitar la guerra mañana”, destacó Katz; y, hablando en persa, añadió: “Y a los líderes iraníes les digo que no cuenten los pájaros hasta el final de la caída”. Israel se unió a la parte de la comunidad internacional que achaca a Irán los actos agresivos contra intereses de Arabia Saudí y contra la seguridad marítima en la región de Oriente Medio.

Igualmente, Katz quiso insistir en la intención de Israel de «forjar lazos y formalizar las relaciones» con varios de los Estados árabes, sobre los que dijo compartir intereses comunes, como la lucha contra la amenaza iraní, además del desarrollo de iniciativas civiles conjuntas.

El ministro de Exteriores israelí explicó que su Gobierno trabaja para avanzar en sus relaciones «con mucho países árabes de la región»; pero, a pesar de esta muestra de buenas intenciones de cara a la comunidad árabe con las miras puestas en estrechar lazos y formalizar relaciones, Katz sí quiso dejar claro en su discurso ante los países miembros de la ONU que lo correcto es seguir el ejemplo de Estados Unidos en el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel y de trasladar a esta ciudad sus embajadas. Una medida unilateral tomada por el presidente estadounidense, Donald Trump, en diciembre de 2017, y que fue muy criticada por romper el consenso internacional y muy polémica dentro del seno de la comunidad árabe.

«Nadie puede separar al pueblo judío de nuestra patria histórica y nadie puede separarnos de Jerusalén, nuestra capital eterna», expresó Katz; al mismo tiempo que acusó también a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) de apoyar el terrorismo. «Pedimos a la ANP que detenga la incitación, que deje de alentar y financiar el terrorismo y que reconozca el derecho del pueblo judío a tener su propio Estado», apostilló.

Asimismo, insistió en la petición de que los palestinos «regresen a la mesa de negociaciones directas, sin ninguna condición previa», es decir, que renuncien a exigencias como la de que Jerusalén este sea establecido como la capital palestina, que se reconozcan las fronteras de 1967 o que regresen los refugiados.

Ante las afirmaciones ante la ONU del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, sobre la opresión de Israel al pueblo palestino, Katz quiso salir al paso e indicó que a Erdogan le «debería dar vergüenza» el hecho de «dar lecciones» a Israel, cuando «oprime brutalmente al pueblo turco», somete a «una matanza a la minoría kurda» y apoya al grupo Hamas, el cual Israel considera terrorista. Una organización como la de Hamas a la que exigió la devolución de cautivos israelíes y de los cuerpos de terroristas que tiene en su poder, algo que si no ocurre debería ser motivo para que la ONU impida a los países transferir ayuda a la franja de Gaza, según el propio Katz.

Sobre la intervención israelí, Palestina, en voz de Mahmoud Abbas, presidente de la ANP, quiso tender la mano a Israel, remarcando que su comunidad está abierta a conversaciones, sugiriendo además la celebración de una conferencia internacional de paz; aunque destacando que los palestinos deben “defender sus derechos por todos los medios posibles”.

«Es nuestro derecho proteger nuestros derechos por todos los medios posibles, independientemente de las consecuencias, mientras mantenemos nuestro compromiso con el Derecho Internacional y la lucha contra el terrorismo y nuestras manos siguen extendidas para la paz», señaló Abbas, quien resaltó, por otro lado, que “el pueblo palestino no se rendirá ante la ocupación israelí a pesar de las circunstancias y sin importar el dolor”.

«Todo el mundo debe saber que la ocupación no puede traer paz, seguridad o estabilidad para nadie», manifestó Abbas, quien criticó además la «desafortunada y sorprendente» postura de Estados Unidos en apoyo a la «agresión» de Israel y al reconocimiento de Jerusalén como capital israelí.

El conflicto de Cachemira, también presente en la Asamblea General de la ONU

El primer ministro paquistaní, Imran Khan, compareció también en el inicio del 74º Periodo de Sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas y explicó que cuando se levante el toque de queda en la Cachemira india habrá un «baño de sangre» que radicalizará a los musulmanes en la región. Khan solicitó a la ONU actuar para evitar una guerra entre las dos potencias nucleares de Pakistán e India. Para el primer ministro de paquistaní, la crisis de Cachemira “corre riesgo de una guerra nuclear”. Así de apocalíptico se mostró en su intervención sobre el asunto.

«Habrá una reacción a esto. Dos países nucleares se enfrentarán cara a cara. Y antes de que vayamos en esa dirección, las Naciones Unidas tienen una responsabilidad», declaró Khan.

En su discurso ante la Asamblea General de la ONU, Khan alertó de que «lo que va a ocurrir cuando se levante el toque de queda va a ser un baño de sangre», porque hay 900.000 militares indios desplegados en esa región, cuya soberanía reclaman ambos países. Los musulmanes retenidos en la Cachemira india «saldrán a las calles, ¿y qué harán los soldados (indios)? Les dispararán», alertó Khan. «Si hay un baño de sangre, habrá musulmanes que se conviertan en radicales no debido al islam, sino porque verán que no hay justicia para los musulmanes», advirtió, en torno al toque de queda que decretó India sobre su zona adherida de Cachemira.

Miles de personas siguen detenidas en la Cachemira india desde que en agosto el Gobierno retiró el estatus especial de la región e impuso fuertes restricciones a los derechos de circulación y reunión de las personas, además de cortar las redes de telecomunicaciones e internet. «Están forzando a la gente a que se radicalice», exclamó el primer ministro de Pakistán al respecto. “India debe levantar este toque de queda inhumano que ya ha durado 55 días, debe liberar a todos esos prisioneros políticos, y después la comunidad internacional debe dar al pueblo de Cachemira el derecho a la autodeterminación», concluyó el primer ministro.

Por su parte, el primer ministro de la India, Narendra Modi, lanzó un mensaje de «paz y armonía» al mundo en un discurso ante la Asamblea General de la ONU, en el que no hizo ninguna mención a las tensiones con su vecino Pakistán, ni a la represión del pasado agosto en la región de Cachemira.

«Hoy el mensaje de la democracia más grande del mundo para la comunidad internacional es armonía y paz», dijo Modi para cerrar su discurso, centrado en destacar los avances logrados por su Ejecutivo en infraestructuras, salud, saneamiento o medio ambiente.

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