VIOLENCIA CALLEJERA

Mélenchon se hunde tras apoyar la violencia callejera en Francia

Jean-Luc Mélenchon
Pablo Iglesias y Jean-Luc Mélenchon. (Foto: Twitter)

Francia está en llamas. Con más de 3.000 detenciones, más de 4.000 vehículos incendiados, cientos de edificios saqueados, la muerte de un bombero, policías heridos y el intento de asesinato de un alcalde, la última semana de terrorismo callejero en el país vecino ha sido una de las más violentas y destructivas en décadas. Por ejemplo, ya se han superado los daños causados por las tres semanas de intensos disturbios vividos en París en 2005. Los incendios y saqueos han continuado en las últimas horas, aunque en menor escala, con 150 detenciones frente a las más de 700 del sábado por la noche.

Los disturbios comenzaron cuando hace una semana, Nahel Merzouk, murió a tiros por la policía tras una persecución automovilística en un suburbio de París. Las imágenes de lo ocurrido se difundieron rápidamente en las redes sociales. Una protesta ese día, frente a la comisaría, se tornó violenta. Los disturbios se extendieron rápidamente a Marsella, Lyon, Toulouse, Estrasburgo y otros lugares. Incluso llegaron a Bélgica y Suiza, así como a los territorios de ultramar de Francia, en la isla de Reunión y la Guayana Francesa, donde un hombre murió a causa de una bala perdida. Se han desplegado más de 45.000 policías adicionales en toda Francia para tratar de poner un límite a los disturbios.

Pero la muerte de Nahel se convirtió rápidamente en una narrativa racial. Su muerte fue ampliamente interpretada como una expresión de racismo policial, de cómo el estado trata a los franceses de origen inmigrante que viven en los banlieues (suburbios). Inevitablemente, fue calificado como el momento George Floyd de Francia, la muerte de un ciudadano afroamericano por parte de la policía que movilizó la violencia de Black Lives Matter (BLM) en EEUU en 2020.

Según los últimos sondeos, el 70% de los franceses está en contra de la violencia y a favor del estado de emergencia. El número de detenidos y el de edificios quemados ha ido descendiendo en los últimos días y el Gobierno confía en tener la situación bajo control. Pero insiste en subrayar que los ataques han sido contra la mismísima República. De ahí que se incendien comisarías, ayuntamientos e incluso casas de alcaldes.

Desde la izquierda política francesa se ha tratado de justificar o excusar la destrucción sistémica, para tratarla como una respuesta legítima al racismo policial, de la misma forma que algunos izquierdistas estadounidenses respondieron a los disturbios de BLM. En particular, Jean-Luc Mélenchon, el líder podemita y dirigente de La Francia Insumisa, denunció a la policía por un supuesto uso excesivo de la fuerza, por su racismo y solicitó controles más estrictos sobre el uso de las armas reglamentarias.

Pero frente al llamamiento de la extrema izquierda contra la policía, el apoyo de la opinión pública francesa se mantuvo fuerte, según la encuesta por ejemplo Ifop-Le Figaro. Alrededor del 57% de los franceses respalda a la policía y el 69% apoya un estado de emergencia para poner fin a los disturbios, todo lo contrario a lo que aboga la extrema izquierda francesa.
«Estamos pidiendo justicia», dijo Mélenchon el pasado miércoles, aunque días después condenó el intento de asesinato de un alcalde de las afueras de París y su familia. Los medios internacionales, incluida la BBC, se han referido continuamente a los terroristas callejeros en Francia que queman coches, asaltan comercios y atacan el transporte público como «manifestantes», como si la violencia hubiera sido consecuencia de unas manifestaciones descontroladas.

Referirse a la violencia callejera como protestas muestra cuán despistada y distante se ha vuelto gran parte de la izquierda. El cambio social no está en los labios de los violentos. La muerte de Nahel, en palabras de su propia abuela, se ha convertido en una doble excusa. Para los violentos con el fin de saquearlo todo. Y para la extrema izquierda para ver cosas donde no las hay. Los saqueadores no están atacando emblemas del orden capitalista, no tienen objetivos políticos. Sus edades promedio apenas superan los 17 años.
Sin embargo, la izquierda prefiere patrimonializar parte de la reacción popular de la última semana provocando el hartazgo de la sociedad francesa cuyo apoyo a Jean-Luc Mélenchon es el más bajo -con un 20%- de todos los líderes políticos frente al 39% de apoyo a Marine Le Pen e el 33% de Macron.

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