Radiografía del Estado Islámico, la amenaza del mundo libre
Ataques terroristas, asesinatos en masa, secuestros de personas pertenecientes a minorías religiosas, decapitaciones grabadas y exhibidas en las redes sociales… Hablar de Estado Islámico es hablar de la ola de terror que recorre el mundo. Les damos algunas pistas para entender mejor quiénes son, qué quieren y dónde están ubicados.
El líder
Se llama Abu Bakr al-Baghdadi. Uno de sus méritos es lograr algo que ni siquiera consiguió Osama bin Laden: ha dotado al fundamentalismo de una estructura de Estado dirigido por una teocracia en base a la ley islámica o sharia.
Para entender las intenciones del Estado Islámico hay que escuchar sus palabras, que hablan de expansión, conquista y dominación. De hecho, ha prometido «romper las fronteras del Líbano y Jordania» con el fin de «liberar Palestina».
Origen
El germen del Estado Islámico lo encontramos en 2002, año en el que el jordano Abu Musab al-Zargawi organizó el grupo extremista Twahid wa al-Jihad. Tan sólo un año después, la formación juró apoyo incondicional a Bin Laden y se fundó Al Qaeda en Irak, el mayor poder insurgente durante los años que estuvo allí Estados Unidos.
Zargawi declaró la guerra a la comunidad chiíta en Irak, que fue duramente reprimida. En 2006, tras un ataque aéreo estadounidense, murió. Entonces, Al Qaeda creó el Estado Islámico de Irak como milicia alternativa a la formación que capitaneaba Abu Musab.
Los americanos siguieron con sus ataques para debilitar al grupo y fue en 2010 cuando Abu Bakr al-Baghadi se erigió en el nuevo líder. Reconstruyó la formación, atacó con crudeza a las minorías discrepantes del país y se unió al frente Nusra en la rebelión contra el presidente sirio Bashar al Asad.
Los cabecillas de Nusra, la guerrilla que había comenzado la revuelta contra al Asad, rechazaron su unión con el Estado Islámico por la brutalidad de estos. Los fanáticos de Abu Bakr lo siguieron en su yihad y no tardaron en hacerse con el control mayoritario del país aprovechando la total desunión entre el gobierno chiíta y la minoría sunita.
El final de 2013 y principios de 2014 fueron tiempos de conquistas y expansión para el Estado Islámico. Al más puro estilo nazi al respecto del espacio vital, siguieron ganando terreno. Primero, y con la ayuda de los líderes tribales, cayó Faluya. En junio fue Mosul, segunda ciudad del país, y a mediados de julio tenía el control sobre docenes de ciudades y poblaciones. Fue entonces cuando declararon la creación del califato. Fue ahí cuando se estableció tal y como lo conocemos ahora.
Territorio
Fuentes internacionales establecen en 40.000 kilómetros cuadrado el territorio que controlan entre Irak y Siria, lo que equivale a Bélgica. Otros datos, sin embargo, apuntan a casi 100.000 kilómetros cuadrados, tanto como Jordania.
Entre esos territorios destacan Mosul y Faluya en Irak y Ragga en Siria, donde ataques franceses están centrando su actividad. Lo que implica, entre otras cosas, el control de pozos petrolíferos y fronteras así como el dominio de ocho millones de personas.
Un régimen que castiga con crucifixiones a los que piensan diferente, que exhibe como trofeos los vídeos de sus torturas y que obliga a las mujeres a llevar velo. Un modo de tratarlas que también incluye violaciones y entierros en fosas comunes como, por ejemplo, la que encontraron hace una semana en Sinjar, un pueblo del norte de Irak, muy cerca de la frontera con Siria, donde los cuerpos sin vida de 78 ancianas fueron descubiertos por las fuerzas kurdas, según el medio británico Daily Mail.
Ejército
Informes de la inteligencia estadounidense ha cifrado en 15.000 el número de soldados activos que tiene el Estado Islámico. No obstante, según apuntan algunos expertos internaciones, los efectivos se habrían multiplicado hasta rozar los 60.000 combatientes.
Hay que tener en cuenta que muchos de ellos no tienen nacionalidad iraquí o siria. De hecho, la consultora Soufan, especializada en seguridad en Oriente Medio, cree que habría al menos 12.000 extranjeros en las filas del Estado Islámico.
Un número que sería aún mayor si contamos a los grupos organizados que habitan en Europa y que suponen un peligro permanente para ciudades tan vigiladas como Madrid, Barcelona, Londres o, como pudimos comprobar el pasado viernes, París.
Armamento
Tienen las arcas repletas y, por lo tanto, un fácil acceso a las armas. Tanto es así que utilizan artillería pesada, cohetes y baterías antiaéreas.
Su avance a través de Irak les permitió hacerse con tanques de guerra y vehículos blindados.
Financiación
Su capital efectivo (liquidez) superaría los 2.000 millones de euros lo que, indiscutiblemente, los convierte en la organización terrorista más rica y poderosa del mundo.
En teoría, sus principales fuentes de abastecimiento están asentadas en los territorios árabes del Golfo Pérsico como Qatar y Arabia Saudita. Entre los negocios que le dan mayor autonomía económica destacarían la venta de petróleo y gas, los impuestos recaudados y lo que consiguen con la extorsión, el contrabando y el secuestro.
Dentro del apartado de financiación también es muy importante el puño de hierro con el que manejan Irak. Allí se han hecho con todo el efectivo que han encontrado en los bancos de las principales ciudades que han tomado.
Violencia
Estos militares profundamente teocráticos creen en una interpretación radical de la rama sunita del islam, mediante la cual sostienen que sólo ellos son los verdaderos creyentes.
Desde su posición ideológica y religiosa, ven al resto del mundo como potenciales destructores de su religión. Así argumentan los ataques contra otros musulmanes y no musulmanes.
La dinámica de violencia extrema no sólo se ha llevado por delante la vida de miles de personas, además ha destruido patrimonio histórico único en el mundo. Quizás, el mayor atentando a ese respecto, dada su importancia, es el ataque a Palmira, una ciudad monumental situada en el desierto de Siria. Tan valiosa y antigua como el propio origen del mundo.
De hecho, su nombre aparece por primera vez en la Biblia. Un enclave declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1980 y que desaparecerá para siempre de la faz de la tierra si el Estado Islámico continúa volando edificios sistemáticamente. A veces, incluso, con personas atadas a las mismas columnas que detonan.