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El sepulturero de Barbate invita a Sánchez a ver los inmigrantes muertos por su ‘efecto llamada’

Rafael, el enterrador del cementerio de Barbate, cree que el gobierno de Sánchez "mira hacia otro lado" con la inmigración y las pateras. Le invita a dejar sus discursos y a ir a conocer su trabajo.

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La cara más amarga de la oleada de inmigración ilegal que está azotando la costa sur de España ha dejado su huella en poblaciones como Tarifa o Barbate, zona cero de las pateras. Hasta allí se ha trasladado OKDIARIO para conocer el testimonio de quien se ha ocupado de una parte de los 769 inmigrantes que murieron ahogados en todo 2018 mientras intentaban llegar por mar a España. Rafael, el sepulturero del cementerio de Barbate, envía un mensaje a Pedro Sánchez.

“Presidente, le invito a venir aquí y a entrevistarse conmigo” dice Rafael, el sepulturero del cementerio de Barbate. Está más que dispuesto a enseñarle las tumbas del más de medio centenar de inmigrantes ahogados en el Estrecho y cuyos cuerpos el mar caprichosamente decidió escupir en los arenales del municipio. Y las mareas suelen tener predilección por esta zona.

Rafael lleva 29 años ocupándose de las inhumaciones en este camposanto gaditano. Cuando un inmigrante aparece muerto en una de las playas de Barbate, tras los trámites legales pertinentes, su cuerpo acaba en manos de este sepulturero que heredó el oficio de su padre.

“Que venga aquí el presidente. Que venga aquí al cementerio, y a Tarifa, que venga y nos diga qué hacemos” dice Rafael, molesto por el abandono que sufre la zona por parte de los políticos. Cree que el gobierno propone medidas pero luego mirahacia otro lado” con todo el asunto de la inmigración.

Zona cero de pateras

Barbate es uno de los municipios de España con cifras récord de paro. Aquí, según datos oficiales del Instituto Nacional de Empleo, en febrero había un 43 por ciento de la población activa sin trabajo. Si a eso se le suma que es uno de los pueblos más azotados por las oleadas de inmigración y por los desembarcos de hachís procedentes de Marruecos, el resultado es un coctel explosivo.

En Barbate no es fácil encontrar a gente dispuesta a hablar de inmigración ni de narcotráfico. Se le resta importancia al fenómeno. Los vecinos son conscientes del ‘sambenito’ que se le ha colgado al pueblo relacionándolo con las pateras y los fardos de hachís.

“Que venga aquí el presidente. Que venga aquí al cementerio, y a Tarifa, que venga y nos diga qué hacemos”, dice Rafael

“Nada, eso de las pateras era antes, ahora ya no…” comenta un vecino a OKDIARIO cuando se le pregunta por el asunto. Se quejan de que cada vez que pasa algo en Barbate, “se tira aquí una semana la televisión”. Pocas horas antes, a apenas un centenar de metros de la costa de Barbate, el Servicio Marítimo de la Guardia Civil había rescatado a una patera con 16 inmigrantes a bordo.

El coste de los enterramientos de los inmigrantes fallecidos lo paga directamente el Ayuntamiento de Barbate. Uno de cada cuatro euros destinados a gasto social de los presupuestos del consistorio se va en darle sepultura a los ahogados del Estrecho. A razón de algo más de 2.000 euros por cada uno de ellos. Unos 60.000 euros llevan gastados en los últimos años en inhumaciones de inmigrantes.

Desbordados

La situación se desbordó en 2018. “Antes no ‘caían’ tanto como ahora. A lo mejor venía uno al año, ahora es horroroso. Entre Tarifa y Barbate nos llevamos la palma”, se queja Rafael. Apenas quedan nichos ya para enterrar a los inmigrantes, y algunos comparten hueco entre seis. No hay ningún nombre en sus tumbas, solo un número de referencia que sirve para señalizar el enterramiento. Un código que solo Rafael entiende y puede traducir: “Este” murió en tal sitio en tal fecha, “este” en la otra…

Recuerda especialmente “cuando cayeron veinte ahí en los Caños (de Meca)”. Fue el pasado mes de noviembre, cuando una patera que llevaba dos días de travesía por Estrecho chocó contra unas rocas empujada por el fuerte viento y las mareas. Una veintena de ocupantes, sin chalecos salvavidas, fallecieron y sus cuerpos fueron devueltos por el mar a cuentagotas durante toda una semana. Fue una de las grandes tragedias del Estrecho en 2018.

Aquellos fueron días duros de trabajo para Rafael. A pesar de que algunos de los cuerpos fueron repatriados a Marruecos, otros se quedaron en el cementerio de Barbate. Durante esos días, ningún represente político de la Junta socialista ni del gobierno de Sánchez acudieron a la zona. “Se van a los eventos buenos, donde hay bodegas, porque allí disfrutan. Pero como esto es tristeza, esto no lo quiere nadie. Aquí pasan del rollo” se queja Rafael frente a una hilera de nichos.

Algunas de las tumbas de los inmigrantes tiene flores. Fue una idea en vida de ‘el Tato’, un vecino de la localidad que ahora descansa en un nicho junto al de una docena de inmigrantes. ‘El Tato’ visitaba habitualmente la tumba de su mujer y le llevaba flores. Las viejas las retiraba, pero le pedía al sepulturero que se las colocara a los inmigrantes en tarros que él mismo le llevaba. ‘El Tato’ falleció pero Rafael continuó con la tradición.

El ‘Aylán’ español

Rafael conversa con OKDIARIO mientras lleva a cabo las tareas de mantenimiento diario que requiere un cementerio. No lejos de donde está, hay una tumba que es especial para todos los barbateños. Se trata de Samuel, un niño de seis años, congoleño, que apareció en una playa de Barbate en 2017.

A Samuel le acompañaba en la patera su madre, pero el cuerpo de ésta apareció en Tarifa y sus restos descansan en el cementerio de la localidad vecina. La tumba del que fue denominado ‘el Aylan español’, en referencia a aquel menor sirio cuya muerte conmocionó a la opinión pública en 2015, es cuidada a diario por los vecinos. Nunca le faltan las flores y alguien ha dejado un oso de peluche en su envoltorio original de plástico.

“Yo vengo a limpiar el nicho de mi marido, y de paso pues le pego un ‘fregao’ a la del chiquillo” cuenta a OKDIARIO una mujer que frecuenta casi a diario el camposanto barbateño. Al parecer, lo hacen todos los vecinos.

A los inmigrantes se les suele colocar en tumbas sin nombre, y casi siempre compartidas, en las filas cuarta y quinta de nichos. Los que están más arriba y son de difícil acceso. Los más baratos. Pero Samuel reposa en una tumba de ‘primera’, a la altura de la vista.

Fue ‘la Mari’, una jubilada de la localidad que cobra una pequeña pensión de viudedad, quien sufragó el coste del nicho y de la placa –con foto incluida del pequeño- que cubre la tumba. “La está pagando a plazos”, advierte Rafael. Cuenta que un periodista local, que visitó el lugar y se interesó por la historia, envió estas navidades una carta a ‘la Mari’. En el sobre había cien euros y una nota: “Gracias por lo que haces”.

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