GIRA POR BRASIL

Las recetas chavistas que Díaz quiere copiar de Lula: okupar tierras para «fomentar el cooperativismo»

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Yolanda Díaz.

La vicepresidenta del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, dedicó en su reciente viaje a Brasil una visita al polémico Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), una organización marxista de extrema izquierda que persigue la colectivización de las tierras  «improductivas» a base de la invasión y okupación de la propiedad privada. Para la ministra comunista española dicha visita supuso «un ejemplo inspirador de cooperativismo» de «un histórico movimiento social campesino». Pese a ello, cabe recordar que el anterior gobierno de Jair Bolsonaro equiparó al MST a una organización terrorista.

Durante su recorrido por el supermercado Armazem do Campo de Sao Paulo donde se comercializan los productos procedentes de las ocupaciones agrarias, que ellos denominan «campamentos, asentamientos y cooperativas», la ministra estuvo acompañada por el también español Julio Martínez Arija, que es quien gestiona el fomento de la red de supermercados del MST.

Paradójicamente, el MST no cree en el derecho a la propiedad privada de los demás, pero en cuanto invade y ocupa un terreno productivo sí que se auto concede la prerrogativa de la explotación agrícola y la comercialización de los productos para la obtención del beneficio correspondiente. Tampoco el MST es un colectivo registrado legalmente ante el gobierno brasileño, por lo que no rinde cuentas de sus actividades, ingresos y gastos ante nadie.

El MST cuenta con el apoyo desde España del Grupo Mondragón a través de su Fundación Mundukide que es una organización habituada a ser regada con el maná de las subvenciones del Gobierno de Pedro Sánchez. Por ejemplo, sólo en 2021 recibió 1,7 millones de euros para “la realización de proyectos de cooperación al desarrollo”. Julio Martínez Arija, el guía de la visita de Yolanda Díaz, es el hombre de dicha Fundación Mundukide en Brasil donde aplica técnicas de gestión empresarial para hacer más eficiente la venta de los okupas del campo.

Hay que recordar que Yolanda Díaz, tirando del manual del buen marxista bolivariano, se ha expresado en alguna ocasión a favor de las okupaciones y en contra de los dueños de pisos. Por ejemplo, el pasado septiembre aseguraba que el fenómeno de la okupación “no es un problema” en España y sí la cuestión de la concentración de pisos “en pocas manos”, a pesar de ser ella el cargo en el Gobierno que cuenta con la mayor vivienda oficial.

Violación de la propiedad

El MST brasileño utiliza habitualmente la justificación del derecho a la propiedad privada para quebrantar el derecho a la propiedad privada de los demás. De hecho, en cuanto invaden una plantación los líderes del asentamiento dividen el terreno en lotes que vuelven a alquilar a otros miembros del movimiento.

Si el propietario legal del terreno trata de recuperar su propiedad sufre las amenazas de los políticos locales de tendencia socialista y de los miembros del MST que con machetes en mano actúan como masa de acción coercitiva. Si el propietario oficial insiste en recuperar su plantación ha de recurrir en muchas ocasiones a los sobornos al político que le había intimidado en compañía del MST.

Uno de los líderes del MST es João Pedro Stedile, activista amigo de Lula que movilizó en el último año a miles de personas en las calles de Brasil contra de Bolsonaro. Stedile se vanagloria de ser amigo de Nicolás Maduro, Daniel Ortega y de la Cuba comunista. Su radicalismo le llevó a organizar un simulacro de juicio a finales de 2021 contra el ex presidente Bolsonaro.
Como cabía imaginar, el entonces presidente fue declarado culpable de todos los delitos que le atribuían: crimen de lesa humanidad, genocidio, epidemia, por su política sanitaria y charlatanería. En el llamado Tribunal del Genocidio, Stedile pidió que el nombre y la obra de Bolsonaro fueran depositados en «el basurero de la historia, haciendo compañía a Hitler, Mussolini y Pinochet» y que el ex presidente debería “devolver” el cargo de presidente al pueblo.

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