EXCLUSIVA

La ofensiva legal de Juan Carlos I esconde un mensaje a Felipe VI y Sánchez: «Me tienen encerrado como un perro»

Las acciones legales del monarca son un intento de limpiar su nombre y un grito de auxilio desde su exilio dorado

Pedro Sánchez, Juan Carlos I y Felipe VI.
Pedro Sánchez, Juan Carlos I y Felipe VI.

Detrás de las recientes demandas interpuestas por Juan Carlos I contra Corinna Sayn-Wittgenstein y Miguel Ángel Revilla se esconde un mensaje mucho más profundo dirigido tanto a la Casa Real como al Gobierno de Pedro Sánchez: «Me tienen encerrado como un perro en Abu Dabi». Ésta es la confesión que el Rey emérito ha hecho a su círculo más cercano, tal como ha podido saber OKDIARIO en exclusiva.

El Rey está utilizando los tribunales para expresar su descontento con la Corona y el Gobierno. La estrategia judicial del emérito esconde, en realidad, un profundo mensaje desde Abu Dabi, donde reside desde agosto de 2020, sin una fecha clara para su regreso a España. Las acciones legales iniciadas por el monarca en las últimas semanas no son simplemente un intento de limpiar su nombre, sino que constituyen un verdadero grito de auxilio desde su exilio dorado en los Emiratos Árabes Unidos.

Esta situación recuerda inevitablemente a las palabras que Carmen Calvo, entonces vicepresidenta del Gobierno, pronunció ante quien era el jefe de la Casa del Rey, Jaime Alfonsín, en julio de 2020: «Mientras gobernemos nosotros, Don Juan Carlos no volverá a España», una amenaza chulesca tras el terremoto que produjo la exclusiva de OKDIARIO de los audios del comisario José Villarejo con las grabaciones a Corinna y que acabó en el exilio del Rey emérito.

Las palabras que más resonaban en los encuentros entre Carmen Calvo y Jaime Alfonsín eran inequívocas: «Esto no puede seguir así. Don Juan Carlos tiene que salir de España», una frase que se repitió con insistencia creciente a medida que las noticias salpicaban más y más la imagen del emérito.

Estrategia judicial del Rey emérito

La batalla legal emprendida contra la princesa alemana y el ex presidente cántabro se ha convertido en el vehículo elegido por Juan Carlos I para denunciar públicamente su situación. Entre líneas de estas demandas puede leerse cómo el Rey emérito se siente literalmente prisionero en los Emiratos.

El verdadero objetivo de esta ofensiva judicial no sería tanto la compensación económica o la reparación de su honor, sino crear las condiciones que le permitan regresar a España. «Quiere presionar tanto a su hijo como a Moncloa», explican fuentes próximas al monarca, que describen a un hombre profundamente dolido por lo que considera un «abandono institucional».

Un abandono que se materializó con la estrategia de Sánchez, quien públicamente insistió en que «el Rey debe distanciarse de Don Juan Carlos» —justo la misma frase que utilizaría después para celebrar la salida del emérito— y que «hemos de evitar que se juzgue a la institución», mensajes todos elaborados en el laboratorio de Moncloa.

La soledad del destierro pesa cada día más sobre Juan Carlos I, quien ha encontrado en la vía judicial la única forma de manifestar su malestar públicamente. Consciente de que cualquier declaración directa podría empeorar su ya delicada situación, ha optado por este camino indirecto para hacer llegar su mensaje.

Las demandas tienen, por tanto, un doble propósito: por un lado, intentar limpiar su nombre de cara a la historia; por otro, expresar su sensación de abandono en tierra extranjera. No es casual que estas acciones lleguen justo antes del 50 aniversario de su proclamación como Rey.

En el entorno de Philip Adkins y Laurence Debray, las dos personas que actualmente ejercen mayor influencia sobre el rey emérito, se habla abiertamente de esta estrategia. «Las demandas son sólo el principio», advierten, sugiriendo que el monarca podría estar preparando acciones más contundentes si no recibe algún tipo de respuesta a este primer movimiento.

Mientras tanto, en la soledad de su residencia en Abu Dabi, Juan Carlos I espera que su mensaje llegue alto y claro, tanto a La Zarzuela, como a La Moncloa: no está dispuesto a vivir el resto de sus días como «un perro encerrado» lejos de España.

Y es que, como recuerdan fuentes próximas al monarca, legalmente Juan Carlos ni soportaba entonces, ni soporta ahora, ninguna imputación ni limitación de movilidad y, por lo tanto, podría volver y pasearse libremente por cualquier rincón del país. La realidad es que su exilio responde a una estrategia política, no a una necesidad legal, algo que el Rey emérito comprende perfectamente y contra lo que ahora se rebela.

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