Crónica de la nueva España

Increíblemente, el PP se siente engañado por Sánchez

Pedro Sánchez
Pablo Casado con Pedro Sánchez, durante un encuentro anterior en La Moncloa.

«Nos sentimos como el marido cornudo que sabía que se la estaban pegando pero aún confiaba en que sus sospechas fueran falsas». Un presidente regional del PP, de los más enfadados, abandonó el martes la reunión de la Ejecutiva de su partido acompañado de una ex-ministra, igualmente irritada, lanzando sapos y culebras y no precisamente contra el mentiroso Pedro Sánchez y su colega de fechorías, Pablo Iglesias, sino contra su partido, contra algunos ejecutivos de su partido, y más ampliamente contra el comportamiento electoral del centroderecha español. Según su testimonio, basado, confiesa, en informaciones muy precisas (algunas procedentes de colegas periodistas) Sánchez ordenó la negociación con Podemos y también con ERC no en la noche del domingo, sino apenas terminado el debate del pasado 4 de noviembre. Barruntó una posible derrota en las urnas y exigió a los medios afines que estimularan la presencia de VOX en las horas televisivas de mayor audiencia. La presencia de Vox y asimismo la de cualquier figura que pudiera ensuciar la campaña del Partido Popular. Todo se condujo a rajatabla, tanto que, con la mayor intención,  la televisión gubernamental sacó del ostracismo a Cristóbal Montoro, el fiscalicida de la clase media hispana, el ministro mas odiado de la era Rajoy, y le convirtió en protagonista de la pantalla.

Todo ordenado y bien ordenado. En la otra parte, el núcleo más obediente de Sánchez se ocupó de entenderse con la mujer de Iglesias, Irene Montero, e Iceta en Cataluña hizo lo propio con Rufián, el dirigente de ERC más proclive al acuerdo. Todo ocurría mientras Sánchez, con un  desparpajo descomunal, instaba a Casado y a su partido a comprometerse con una «abstención patriótica» que le volviera a situar a él en el sillón preferente del Palacio de La Moncloa. De forma sorprendente, los responsables de la campaña del PP se enredaron en esas apelaciones interesadas y durante días desmintieron que tuvieran la más mínima tentación de caer en las redes que le tendía el dúo maléfico Sánchez-Redondo. Así sucedió que empeñados en este menester, las posibilidades electorales del PP no dejaban de descender. Tanto que los 100 escaños o más que su demóscopo de cabecera le pronosticaba en la última semana de octubre y primeros días de noviembre, adelgazaron hasta quedarse en menos de noventa, los que al final, contando con Navarra Suma, ha conseguido Pablo Casado.

Por continuar con el símil procaz de la dirigente irritada: «Nos engolfaron y encima les dimos carrete». Como suena. La verdad corría por otros vericuetos en tanto el PP se desgastaba una y otra vez asegurando con toda rotundidad que «jamás, jamás pactaría con Sánchez». “¡Cómo si este tío pretendiera pactar con nosotros”, dice al cronista la fuente citada. Lo cierto no es más que esto: Sánchez e Iglesias acordaron un gobierno antes de las elecciones, el PNV transmitió que ayudaría con la condición inicial de que Podemos apoyaran sus Presupuestos regionales, Revilla desde Cantabria medía la fidelidad de su voto en metros de ferrocarril, y ERC, peleada a muerte con sus antiguos socios de la derecha independentista, transmitía que sí, que en una segunda vuelta su Grupo Parlamentario en Madrid estaría dispuesto -como ya lo está- a abstenerse en la segunda vuelta de la investidura. Todo pactado y bien pactado mientras Casado se desgañitaba intentado que a Ciudadanos y Vox les entrara un ataque de responsabilidad, y facilitaran la opción del centroderecha. Con el éxito conocido, un fracaso en este sentido que tiene algunos pormenores auténticamente sangrantes: ¿saben por ejemplo que los votos de Vox en Alava han servido para robarle el escaño a la hermana de Miguel Angel Blanco? ¿Saben también que en Castilla y León, los votos de VOX y Ciudadanos que han ido a la basura le ha quitado tres diputados al PP? ¡Qué bien se entiende que Sánchez haya patrocinado hasta el agobio la candidatura de Abascal! Sánchez, al fin, no ha hecho otra jugada que ésta: apoyar al centroderecha en su obsesión de permanecer desunida. Póngase simplemente al cabo con este ejemplo también manejado por el interlocutor inicial: muchos votantes de VOX lo han hecho porque este partido, en su opinión, ha sido el único que ha denunciado los desvaríos morales de la extrema izquierda; pues bien ahora el tándem Sánchez-Iglesias ya ha anunciado una Ley extrema de eutanasia. Como dice este dirigente: «Un pan como unas tortas».

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