Del «consenso» de Suárez al «todo se puede hablar» de Rajoy: los seis presidentes de la democracia
Mariano Rajoy es el sexto presidente de la democracia española. Pero la azarosa historia de nuestra democracia se inició en 1979. La crisis del petróleo, el golpe de Estado, el «cambio» del PSOE que ilusionó a millones y acabó con Felipe González en el fango de la corrupción, el milagro español de Aznar que estalló en los trenes de Atocha antes de la llegada del inexperto Zapatero que no supo gestionar los ‘ahorros’ y gastó hasta quebrar las cuentas… y la unidad de España. Rajoy, el sexto presidente, tuvo que enderezar la máquina. Ahora, tocan cuatro años de trabajo negociador. O no.
Adolfo Suárez
Llegaba Adolfo Suárez a las elecciones de marzo de aquel año con la legitimidad ganada por su impulso al «consenso» para aprobar, entre otras, la Ley de Reforma Política que enterró la dictadura y facilitó la convocatoria de unas Cortes Constituyentes. Y eso le valió su investidura con el apoyo de otros grupos… incluso con el de la Coalición Democrática de Manuel Fraga. Suárez tuvo que afrontar una horrible recesión económica, nacida de la crisis del petróleo que encontró en el caldo de cultivo español un charco lleno de paro, recesión y estructuras económicas anquilosadas.
Fue una legislatura abortada en menos de dos años, jalonada por una victoria socialista en las municipales de abril, que dificultó el trabajo del líder centrista, y una moción de censura lanzada a la yugular de Suárez por Felipe González y su PSOE en 1980. Todo eso, unido a que la UCD se desmoronaba por luchas internas entre la amalgama de diferentes ideologías mezcladas con advenedizos que se habían juntado bajo sus siglas al olor del poder, dejó al presidente sin apoyos. Dimitió en febrero de 1981, y dio paso a Leopoldo Calvo-Sotelo.
Leopoldo Calvo-Sotelo
El sucesor de Suárez en la Moncloa, sobrino del ‘protomártir’ de la Guerra Civil, José Calvo-Sotelo, asesinado el 13 de julio de 1936, pero se reveló como un político dialogante en el Ejecutivo y un fino orador en el atril del Legislativo. Llegó al poder tras el golpe de Estado del 23F, que vacunó al país contra otras intentonas tras su fracaso.
Su decisión más relevante fue la de firmar la adhesión de España a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), a pesar de la oposición del PSOE, que ya movilizaba a las masas en las calles y capitalizaba las marchas contra las bases militares estadounidenses en España. Durante su breve mandato, de poco más de año y medio, se produjo el que probablemente fue el mayor escándalo sanitario de la historia de España, el del aceite de colza que envenenó hasta la muerte a 1.100 personas, tras infectar a más de 60.000 personas y dejar con secuelas de por vida a más de 25.000.
Felipe González
La marea socialista era imparable. UCD se deshizo como un azucarillo, la Alianza Popular de Manuel Fraga capitalizó una gran parte de sus apoyos. Peor el gran triunfador, claro, fue el «cambio» de Felipe González, con 202 diputados y más de 10 millones de votos, casi el 50% de los que ejercieron su derecho aquel 28 de octubre de 1982. Prometió González crear 800.000 puestos de trabajo, pero lo que ocurrió fue justo lo contrario: casi un millón de españoles entraron a formar parte de las listas del INEM antes de la nueva convocatoria a las urnas elevando la tasa hasta el 21,5% desde el 17,5% en que lo recogió.
Además, el Felipe de la chaqueta de pana tuvo que tragarse el sapo de pasar de la «ética de los principios a la ética de la responsabilidad» cambiándose a la cazadora de ante en los mítines del referéndum comprometido sobre la permanencia de España en laAlianza Atlántica. Así, del «OTAN, de entrada NO» se pasó al «En interés de España, vota Sí».
En este mandato se produjo, el 1 de enero de 1986, la entrada de España en la Comunidad Económica Europea, recibiendo González los focos de una negociación iniciada ya en tiempos de la UCD.
Renovó tres veces González, todavía con mayoría absoluta en el verano de 1986, cuando adelantó las elecciones por primera vez –y como haría siempre– el líder socialista. Sólo al final de estos primeros ocho años de Gobierno, González colocó el paro donde lo había encontrado al llegar a la Moncloa, rozando el 17% y los 2,5 millones de personas. En esta legislatura, el PSOE empezó a ver cómo su sindicato hermano se separaba de él. UGT pasó a la «unidad de acción» con la central comunista Comisiones Obreras y convocaron una huelga general el 14 de diciembre de 1988 contra el llamado «Plan de Empleo Juvenil» que introducía los contratos temporales ya abarataba el despido.
Aun así, en marzo de 1989 el PSOE ganaba por tercera vez con mayoría absoluta… o casi. En realidad, los socialistas se quedaron en 175 diputados, pero la ausencia habitual de los representantes de los proetarras de Herri Batasuna, que nunca recogían sus actas, hizo que los socialistas pudieran mantener el Poder Ejecutivo omnímodo, sin necesidad de pactar ningún proyecto de ley. Fueron las primeras elecciones en las que José María Aznar ejerció de líder de partido de centro derecha, rebautizado como Partido Popular.
Fue una cita con las urnas llena de escándalos. De hecho, hubo que repetir las elecciones en la circunscripción de Murcia, Pontevedra y Melilla. Así, hubo dos votaciones de investidura –la segunda, en realidad, en forma de cuestión de confianza–, porque el PSOE forzó una votación el 5 de diciembre, sólo dos semanas después de la cita con las urnas, para arrancar el Gobierno.
Fue la legislatura en la que González se demostró como un gran negociador en Bruselas. Logró la creación de los Fondos de Cohesión que significaron un maná de millones europeos para la modernización de España. Se culminó el plan de carreteras 1984-1991 del Ministerio de Obras Públicas y se construyó la primera línea de ferrocarril de Alta Velocidad en España. Se eligió Madrid-Sevilla, con la excusa de la Exposición Universal en la capital andaluza con motivo del V Centenario del descubrimiento de América, y se desechó la opción de unir la capital con Barcelona, que también fue centro del mundo aquel año 1992 con los Juegos de la XXV Olimpiada.
«Los fastos del 92», así se llamaron en conjunto la Expo y los Juegos, y así se los señaló cuando ya a finales de ese ejercicio la economía española empezó a dar síntomas de pinchazo. Fue una crisis brutal e intempestiva, propia de España sin que el resto de Europa la viviera. Se devaluó la peseta por tres veces y el desempleo volvió a rampar a velocidades de vértigo, pasando del 15% al 25% en poco más de un año.
Mientras llegaban las televisiones privadas –con favores como mínimo irregulares a los amigos mediáticos y castigos más que evidentes a los rivales–, los escándalos de corrupción acosaban al PSOE. Alfonso Guerra ya había tenido que dimitir a principios del 91 por el escándalo de su hermano, Juan Guerra, que traficaba con influencias en un despacho de la Delegación de Gobierno en Sevilla. Pero a eso siguieron el caso Ibercorp, que acabó con el gobernador del Banco de España, Mariano Rubio, el caso Filesa que demostró la financiación ilegal del partido en el poder…
Entre tanto ruido, hubo todavía una victoria más del PSOE. El 6 de junio de 1993, las encuestas que daban una victoria por los pelos del PP de Aznar se equivocaron y González salió sonrisa en boca aquella noche a proclamara que había «entendido el mensaje» de las urnas. Pero la última legislatura de González en Moncloa se caracterizó por los titulares de prensa desgranando corruptelas y escándalos. Así, en diciembre de 1994, el diario El Mundo publicaba una entrevista con los policías José Amedo y Michel Domínguez, en la que revelaban todas las implicaciones del ‘caso GAL’, y empezaban a demostrar que la guerra sucia contra ETA en los primeros años de Gobierno del PSOE fue comandada desde el mismo Ministerio del Interior.
Entretanto, el primer director general de la Guardia Civil, Luis Roldán, duró poco en el cargo. Cuando iba a ser nombrado ministro del Interior se descubrió que sus títulos académicos eran falsos y que había sacado cientos de millones de las cuentas del Instituto Armado a cuentas suyas en paraísos fiscales. Su huida del país y su supuesta detención en Laos, con unos papeles que se demostraron falsificados con la connivencia de los servicios secretos del Gobierno constituyó el síntoma definitivo de la podredumbre que carcomía las instituciones tras 14 años de un mismo partido en el poder.
José María Aznar
Ni siquiera el inicio de la recuperación económica sirvió para nada. En marzo de 1996, el PP de Aznar ganaba las elecciones y comenzaba lo que el líder popular llamó «la segunda transición», con la vuelta de una formación de centro derecha al poder tras algo menos de 20 años de democracia. El Ejecutivo del PP bajó el paro en siete puntos den su primera legislatura y en otros cuatro en la segunda. En total, el PP cogió España con un 21% de desempleo y lo dejó con un 10%, creando millones de puestos de trabajo.
Del año 1996 a 2000, Aznar logró que España llegara «por primera vez en décadas a tiempo a su cita con la historia», logrando cumplir los criterios de convergencia del Tratado de Maastricht para entrar en la Unión Económica y Monetaria y que en 2001 nuestro país estrenara los euros y dijera adiós a la peseta. En aquellos años, los populares acabaron con la mili y los gobernadores civiles, cumpliendo los acuerdos alcanzados con la Convergència de Pujol y el PNV de Arzalluz. Además, se cedió por primera vez parte del IRPF –el 15%– a las Comunidades Autónomas.
Pero la luna de miel del PP con los votantes se acabó con el apoyo del Gobierno de Aznar a la Guerra de Irak, impulsada por Estados Unidos y Reino Unido… y con el atentado del 11M y la deficiente gestión comunicativa de las investigaciones en aquellos tres días de marzo hasta la cita con las urnas.
José Luis Rodríguez Zapatero
El 14 de marzo de 2004, un joven José Luis Rodríguez Zapatero ganaba las elecciones de manera inesperada, tras una estrategia de acoso al PP en la jornada de reflexión, culpándolo de las 192 muertes en los trenes de Madrid, estallados por bombas yihadistas. Aprovechó la bonanza económica para financiar, con su «geometría variable» en el Congreso, leyes sociales, como la del matrimonio homosexual, la de la violencia de género, la de dependencia. Y cheques de subsidio a los alquileres, a los bebés, a la emancipación de jóvenes…
En su segunda legislatura, Zapatero fue el primer presidente que precisó de dos votaciones para ser elegido, y resultó el menos votado de la historia, con 168 votos a favor en la segunda vuelta. Bajo su mandato se empezó a fraguar la crisis territorial, con los nuevos estatutos de autonomía, sobre todo el catalán. Se alzó con la victoria negando la crisis económica que ya llegaba desde EEUU, y siguió insistiendo en que era una «desaceleración coyuntural» hasta que la destrucción de empleo fue radical. Dos millones y medio de personas perdieron su empleo en menos de dos años hasta que ZP no tuvo más remedio que cambiar la Constitución a exigencias de Bruselas y aprobar el mayor paquete de recortes de la historia de la democracia, en mayo de 2010.
Mariano Rajoy
La victoria de Rajoy el 20 de noviembre de 2011, la explosión de las Cajas de Ahorro –sobre todo, de Caja Madrid y Catalunya Caixa–, la prima de riesgo a 700 puntos y un déficit oculto además de una deuda pública imparable llevaban a España al abismo. El Gobierno del PP logró evitar el rescate, a base de subir impuestos y recortar gastos… y en la segunda mitad de la legislatura ya se creaba empleo. Hace dos días, el día de la primera votación de este segundo debate de investidura del a XII Legislatura, la EPA dijo que el paro estaba por primera vez por debajo del 20% en seis años. Se crean más de 500.000 empleos al año y crece el PIB al 3%, el triple que la zona euro.
Ahora queda mucho trabajo, «todo se puede hablar» porque hay cuatro años para negociar. O no, como diría Rajoy.