¿Puede darse una confluencia de la izquierda antes de las Generales?

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Pablo Iglesias acompañado de su equipo en la valoración de las elecciones catalanas. (Foto: EFE)

Tras las elecciones autonómicas y municipales de mayo, dos partidos que representan lo nuevo y lo de siempre con aires renovados buscaron pactar una confluencia de la izquierda. Las marcas municipales asociadas a Podemos vinieron para quedarse consiguiendo ser protagonistas de lo que llaman el cambio en Madrid, Barcelona, Coruña o Zaragoza, gracias (en muchos ayuntamientos) a pactos con la izquierda de centro (PSOE).

Sin embargo, la izquierda de toda la vida (con aires juveniles debido al cambio de cara) se resintió en estos comicios perdiendo 400.000 votos y sacando un número similar de concejales al de 2011. En las autonómicas no tuvieron tanta suerte llegando a salir cuatro de los ocho parlamentarios donde tenía representación. En Madrid fueron expulsados de todas las instituciones y la guerra interna se recrudecía. ¿Qué había fallado en Izquierda Unida? La novedad es siempre lo que prima, llegaron a la conclusión. Podemos dixit.

Había que parecerse a lo nuevo, pero no todos compartían la misma idea. El nuevo líder cambió de opinión y del «no nos diluiremos en Podemos» comenzó a entablar conversaciones con el enemigo. «Tenemos que sumar. Toda la izquierda unida pero respetando los partidos (siglas)», eran algunos mensajes que daban. Sin embargo, los emergentes querían aprovechar ese empuje para dejar claro que aquí mandaban ellos y que las condiciones siempre las pone el más fuerte. El resto, ilusionados en poder formar parte de algo que en un principio, y según todas las encuestas, gustaba de verdad a la gente.

Han pasado cinco meses y lo que parecía una confluencia anunciada con algunas fuerzas se ha quedado en la división de Izquierda Unida y la imposición de Podemos a los pequeños que aguantan porque sostienen firmemente que es mejor sumar. Ahora en Común decide no entrar, en la plataforma unos se van por el resultado y dar castigo a Garzón, según ellos, por «vender el partido a Podemos» y otros se quedan aferrándose a conocer el final.

En estas que entra un grupo de personas de distintos partidos, plataformas y organizaciones a poner orden: «¿Por qué no nos dejamos de sopas de siglas ni de caras y nos unimos todos para ganar?», dicen. El mensaje suena igual que el de los primeros. Éstos no aceptan imposiciones de otros y así lo hacen ver. ¿El problema? Las diferentes sensibilidades de la izquierda y la desconfianza hacia los que solo quieren ver su cara en primer lugar en la lista.

Esta última semana se vuelve a dar la vuelta a la tortilla. Parece que el amigo de Pablo Iglesias, Alberto Garzón ya no es tan amigo y retará a éste a competir con él en primarias sin dejar su candidatura por Madrid al frente de Ahora en Común. Se ha convencido que la imposición de Pablo de que fuera cabeza de lista por Málaga era para dejarle paso y, ni siquiera los suyos le han dejado suicidarse. 

Ahora se entiende que Alberto y Pablo apoyando al mismo candidato (Lluís Rabell) en las elecciones catalanas no compartieran escenario. «Por cuestiones de agenda», dijo al principio en rueda de prensa una risueña Carolina Bescansa. 

Cuando todo parecía un «bien, vale. Que haga Garzón lo que quiera» a la confluencia de IU, Equo, y los partidos de Tania Sánchez y Alberto Sotillos les salen ciertos partidos, plataformas, organizaciones con caras tan conocidas como la exsocialista Beatriz Talegón, el exmagistrado de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, el diputado Gaspar Llamazares o la exsocialista Cristina Almeida para decir que «aquí hay más izquierda. Por qué no hablamos todos y nos dejamos de personalismos?».

Aseguran que esta semana enviarán una carta al otro sector de la izquierda para decir que «todavía hay tiempo para ampliar la confluencia. Cabemos todos». Desde Podemos aseguran que están dispuestos a escuchar porque todo es sumar pero, ¿qué hacemos con las listas ya elaboradas?; ¿Querrá cambiar Pablo Iglesias su nombre de cabeza de cartel? Garzón, el juez, nos alerta en una entrevista en exclusiva: «Tiene que ser antes de las Generales porque después se perderían votos y no tendríamos tantos apoyos. Todo estaría perdido».

«En muchos sectores se amparan que hay diferentes sensibilidades en la izquierda para no confluir. Cada uno busca ensalzar los valores de su plataforma de un modo u otro. Las reuniones se hacen eternas y cuanta más gente peor porque nunca se llega a nada. Unos saben que tienen la sartén por el mango y no la quieren soltar y el resto se contenta fácil. Luego siempre tiene que haber una lista y ahí viene el lío. Baltasar Garzón dice como Aguita: «programa, programa y programa» sin darse cuenta unos y otros que se les está echando el tiempo encima y la casa sin barrer. Veo muy difícil que en tan solo unos meses se llegue a un acuerdo, se vuelvan a hacer listas y programa común. Por supuesto, el PSOE ni está ni se le espera. ¿Y esto en toda España? Paren que yo, si eso, me bajo aquí», señala un mítico dirigente de la izquierda, de esa de toda la vida.

 

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