Unicaja: crónica de una muerte anunciada… y de la supervivencia del modelo de las cajas politizadas
Lo que mal empieza, mal acaba. La fusión de Unicaja Banco y Liberbank era como esos matrimonios que desde el principio se ve que van a acabar en divorcio. Esta semana se ha completado la defenestración de Manuel Menéndez como consejero delegado, prevista desde que el bando malagueño que capitanea la Fundación Unicaja tomó el control del consejo en la junta de accionistas del 30 de marzo. Más allá, esta noticia supone la supervivencia del modelo politizado de las cajas de ahorros 11 años después de que nos llevara a la catástrofe y al rescate de España.
La cosa empezó mal porque las dos entidades -muy complementarias, con muchas sinergias, con tamaño insuficiente en solitario- ya rompieron una primera negociación en 2019, básicamente por el desacuerdo en el reparto de poder. Menéndez es un cajero asturiano que presidía Cajastur, una de las pocas cajas que no se empantanó en el charco inmobiliario y a la que el Gobierno de Zapatero entregó la socialista quebrada CCM (Caja Castilla-La Mancha) en 2009 deprisa y corriendo para que no se cuestionara el «sistema financiero más sólido del mundo». Una compra que parecía un chollo pero que al final salió bastante regular. Enfrente tenía a Manuel Azuaga, número dos del histórico Braulio Medel, que accedió a la presidencia de la malagueña Unicaja al retirarse éste.
Con la pandemia y el batacazo de la Bolsa, el BCE los obligó a volver a sentarse en 2020. Y de nuevo, chocaron por el poder. La Fundación Unicaja no quería quedar por debajo del 30% de la fusionada por motivos fiscales (igual que CaixaBank con Bankia), lo que significaba un reparto del 60/40 a su favor.
Patada adelante
Pero el nudo gordiano era el reparto de los cargos. Menéndez dio a elegir a Azuaga entre consejero delegado o presidente ejecutivo… con la condición impuesta por el BCE de que en 2023 debería abandonar las funciones ejecutivas según su modelo de gobernanza. Pero claro, eso implicaba dar todo el poder a Menéndez a partir de este año, así que el andaluz exigió nombrar entonces un CEO de su cuerda. Los asturianos respondieron que, si no iban a pintar nada, que Unicaja lanzara una opa y se olvidara de una fusión. La subgobernadora del Banco de España, Margarita Delgado, los obligó a ceder a los dos para firmar un acuerdo antes del 31 de diciembre.
Con esa espada de Damocles, se llegó a la solución adelantada por OKDIARIO de que, en 2023, se «reevaluaría» la gestión de Menéndez y se decidiría si seguía o no. Es decir, patada adelante. El andaluz eligió la presidencia pensando que, de entonces a 2023, ya se le ocurriría algo para cargarse a Menéndez (como así ha sido). Y el asturiano aceptó el acuerdo pensando que contaba con el apoyo de Medel, presidente de la Fundación y, como él, histórico presidente de las cajas de ahorros del viejo PSOE.
Tumbar a Medel y a Menéndez
Una vez cerrada la fusión a mediados de 2021 tras recibir las autorizaciones necesarias -y después de que Ibercaja se desenganchara del plan inicial de sumarse en una segunda operación-, Azuaga se puso manos a la obra para descabalgar a Menéndez por una doble vía: por un lado, desprestigiar a Liberbank para dar la idea de que les habían «colado un muerto»; y, por otro, lanzar una campaña de acoso y derribo contra Medel en la Fundación, traicionando así a quien le había nombrado. Según el bando malagueño, Medel era el traidor que se había «vendido» a los asturianos para quitarles el banco.
Para primera vía, aireó una inspección del BCE en Liberbank en el que supuestamente habría detectado un agujero oculto de 260 millones, que realmente eran 50 y se habían cubierto antes de la fusión. En cuanto a Medel, sacó muertos del armario como unas dietas que cobró presuntamente hace 10 años de empresas participadas por Unicaja o incluso la sentencia que condenó al presidente de Ausbanc, Luis Pineda, donde se incluye que Medel pactó con él un supuesto pago por no incluirle entre los implicados en los ERE del PSOE de Andalucía.
Toma de control
Ambas cosas han sido archivadas, pero eso ya da lo mismo; lo importante era someterle a una presión insoportable, a la que incluso se sumó Nadia Calviño sin saber por dónde le soplaba el aire, y hacerle dimitir. También utilizó a algunos patronos de la Fundación para impugnar reuniones y cosas así.
Además, el bando malagueño sumó a su causa a todas las fuerzas políticas locales salvo el PP -PSOE, Podemos, Izquierda Unida , Ciudadanos y hasta Vox- que se unieron en una plataforma promovido llamada «Salvemos Unicaja» bajo la consigna de que Unicaja iba a perder la «malagueñidad», de que «el pez chico se come al grande» y de que había que impedir que mandaran «los asturianos». Con todo esto, Azuaga consiguió cargarse a Medel en verano de 2022.
Con la Fundación bajo su control, Azuaga rápidamente sustituyó a sus consejeros en el banco por otros afines a él e inició una campaña para sumarse a otros accionistas que le dieran la mayoría frente a los procedentes de Liberbank (la Fundación Cajastur, el fondo Oceanwood, la familia Masaveu o el mexicano Ernesto Tinajero). Ante la resistencia de éstos a que el otro bando tomara el control absoluto, los malagueños decidieron embarrar totalmente el terreno y rebajar artificialmente los resultados de cierre de 2022 y del primer trimestre de 2023 con provisiones innecesarias, para culpar de ello a la «mala gestión» de Menéndez. En ambas ocasiones, la cotización sufrió un duro castigo.
Jaque mate
Con la entidad abierta en canal y hundiéndose en Bolsa, y con una crisis bancaria en EEUU y Suiza que amenazaba con extenderse a otros países -y en España el mercado veía a Unicaja como el rival más débil- el BCE tomó cartas en el asunto y exigió arreglar el desaguisado cuanto antes. Primero, pidió un plan de sucesión de Menéndez en enero, que Unicaja no entregó. Luego solicitó que Azuaga no siquiera como presidente no ejecutivo después de la que había liado. Agua también: seguirá hasta 2025.
Así, llegó la junta de accionistas del 30 de marzo, en la que se tenía que ratificar a dos consejeros independientes propuestos por Liberbank, a lo que se negó la Fundación, apoyada por el dueño de Mayoral y Tomás Olivo. De esta forma, el consejo quedaba con tres miembros menos (ahora son cuatro porque dimitió Jorge Delclaux ante este panorama) y eso daba mayoría a los malagueños. Jaque mate.
Ni siquiera habrá reevaluación de Menéndez. ¿Para qué, si iba a ser un paripé? El bando asturiano ha preferido rendirse para recuperar la estabilidad y poner fin a los malos resultados y a las caídas en Bolsa, porque al fin y al cabo se juegan su dinero. Al menos, han conseguido que el CEO siga hasta que tenga un relevo y evitar un vacío de poder, que es lo que le faltaba a Unicaja en estos momentos.
El viejo modelo gana
Aparte de la guerra de poder, aquí ha habido un choque de modelos. Liberbank dio entrada con su salida a Bolsa a inversores profesionales y a accionistas ajenos a la banca, y concentró el poder en el consejo (como debe ser), lo que se tradujo en una mejora de su eficiencia y rentabilidad. Unicaja, aunque también salió a cotizar, mantuvo el control absoluto de la Fundación, que siguió concediendo todo el poder a los directivos, como era habitual en las antiguas cajas de ahorros. Al no tener que responder ante unos accionistas, éstos mantuvieron los viejos hábitos y rutinas.
Con la fusión, estos directivos tuvieron que empezar a rendir cuentas ante los accionistas de Liberbank y vieron reducido su poder. De ahí que instigaran la rebelión liderada por Azuaga. Al frente de ellos, Isidro Rubiales, el factótum de la vieja Unicaja tras la jubilación del histórico Ángel Fernández Noriega y mano derecha del presidente. Es el responsable de contabilidad y tiene un cargo estrambótico propio de otras épocas: director general adjunta al presidente, de Control, Estrategia y Relaciones con supervisores.
Con la victoria del bloque malagueño, este modelo se mantendrá. Un modelo que viene de las cajas politizadas y que se mantiene en otras entidades, sobre todo Kutxabank (controlada por el PNV, y quién sabe si en el futuro por Bildu). Además, Rubiales será premiado con el cargo de consejero delegado, salvo que le vete el BCE. Y no tiene pinta, porque el supervisor quiere olvidarse de los problemas de Unicaja cuanto antes.