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La rebelión en Unicaja distorsiona los resultados de 2022 y hunde el valor en Bolsa

Unicaja Noruega
Unicaja
Eduardo Segovia
  • Eduardo Segovia
  • Corresponsal de banca y empresas. Doctor y Master en Información Económica. Pasó por El Confidencial y dirigió Bolsamanía. Autor de ‘De los Borbones a los Botines’.

Como es bien sabido, Unicaja Banco vive desde hace más de un año una guerra de poder que se ha llevado por delante a unos cuantos consejeros y al histórico presidente de la entidad malagueña, Braulio Medel. Esta semana, esta batalla ha escalado un peldaño más y ha afectado de pleno a los resultados de la entidad al cierre de 2022, lo que le ha costado un fuerte batacazo en Bolsa.

A primera vista, los resultados son buenísimos: aumentaron un 89% hasta 260 millones con mejora de todos los márgenes. Algo que está en línea con el resto del sector gracias a la subida de tipos de interés (en realidad, normalización después de seis años de tipos negativos, que eso sí que era anormal) y al efecto positivo de la reducción de costes por los ERE de los últimos años. Entonces, ¿por qué se la pegó en Bolsa?

Unicaja Juan Fraile

La clave está en el último trimestre. Ahí Unicaja registró una pérdida (no ganar menos dinero, perderlo) de 1 millón cuando los analistas consultados por Reuters esperaban un beneficio de 35 millones. ¿Qué pasó? Oficialmente, que la entidad disparó las provisiones de los inmuebles adjudicados que vienen de la crisis con el fin de bajar su valor en libros y así poder venderlos mejor.

Atacar a Menéndez

La realidad, según fuentes del sector conocedoras de la situación, es que el bando rebelde -capitaneado por el todavía presidente ejecutivo de Unicaja Banco, Manuel Azuaga, y su escudero, Isidro Rubiales, responsable de contabilidad- ha forzado la inclusión de estas provisiones exageradas precisamente para deteriorar la percepción del banco por el mercado y castigar su cotización.

Parece tirar piedras contra su propio tejado, pero hay que interpretarlo dentro de la guerra: a quien perjudican es a su enemigo, Manuel Menéndez, el consejero delegado procedente de Liberbank, que se había apuntado los tantos de la mejora de gestión y resultados, la entrada del valor en el Ibex 35 y el subidón en Bolsa de las últimas semanas. Había que bajarle los humos y ponerle palos en las ruedas, aunque eso perjudique a la entidad y a sus accionistas, entre ellos la Fundación Unicaja, el foco de la rebelión.

Unicaja
Manuel Azuaga (i) y Manuel Menéndez en la firma de la fusión de Unicaja y Liberbank.

Cuando Unicaja Banco y Liberbank acordaron fusionarse hace ahora dos años, llegaron a un compromiso para salvar la operación, que estuvo a punto de romperse por estas cuestiones: Manuel Azuaga (procedente de Unicaja) sería presidente ejecutivo hasta junio de 2023 -el BCE no se lo permitía más allá de esa fecha- y entonces todo el poder pasaría al consejero delegado, Manuel Menéndez (Liberbank), que a cambio tendría que ser reevaluado en ese momento. Menéndez lo tenía hecho porque contaba con el apoyo de su amigo Medel -ambos afines al viejo PSOE asturiano y andaluz, respectivamente-, entonces presidente de la Fundación, que es el principal accionista de la entidad fusionada con un 30%.

La «malagueñidad»

Eso provocó la rebelión de las fuerzas políticas malagueñas que temen que la entidad pierda su «malagueñidad», que «manden los asturianos» y que «el pez chico se coma al grande», sin tener en cuenta la mejora de la gestión y de la cotización en Bolsa, que ha culminado con la citada entrada en el Ibex. Su objetivo es que Menéndez no siga como CEO en junio y sustituirlo por un hombre de Azuaga. Han conseguido llevarse por delante a Medel y quieren sustituir a los consejeros del banco afines al histórico presidente por otros de su cuerda.

Ahora bien, el tiempo va en su contra para tratar de culminar el asalto en la junta general de accionistas de esta primavera (la fecha está por confirmar). Y además, tienen al BCE muy cabreado con toda esta movida ya que no ve con buenos ojos que se dinamiten los acuerdos de fusión, que costaron sangre, sudor y lágrimas, y en los que el supervisor tuvo que intervenir para salvar la operación, como adelantó en su día OKDIARIO.

Detrás de esta guerra de poder no sólo están las personas, sino también dos modelos de banca muy diferentes. Aunque Unicaja y Liberbank provienen de la fusión de antiguas cajas de ahorros, la segunda salió mucho antes a Bolsa y dio entrada a numerosos inversores y fondos que le forzaron a profesionalizar la gestión y a cumplir los estándares de los mercados. Liberbank, con problemas de capital entonces, necesitaba su dinero y tuvo que asumir esas exigencias que conllevaron una reestructuración con numerosos despidos y cierres de oficinas  mucho antes de la oleada de ERE en el sector.

Pérdida de poder

Unicaja, en cambio, se resistió todo lo posible tanto a salir a Bolsa como a hacer la inevitable reestructuración. De hecho, necesitó la fusión con Liberbank para poder justificarla ante las fuerzas políticas y sociales malagueñas. Cuando llegó la integración, seguía manteniendo una cultura «de caja» que no tenía que responder ante los accionistas y donde los que mandaban eran los directivos, no el consejo. La pérdida de poder de sus antiguos ejecutivos, con el citado Rubiales al frente, tras la llegada al poder de Menéndez está detrás de la rebelión que ellos instigaron entre los partidos políticos y entidades locales, con la sorprendente utilización como altavoz de algún importante medio de comunicación nacional.

Ahora, esta lucha de culturas ha alcanzado su máxima expresión con el deterioro deliberado de los resultados del último trimestre para servir a sus fines en contra de los intereses de los accionistas. El final de la guerra es incierto, e incluso en el sector hay altos cargos que creen que Azuaga y sus rebeldes pueden salirse con la suya pese a la premura de tiempo y el BCE. Podría ser. Pero si lo hacen y ponen como CEO a un hombre de paja que prolongue la cultura de Unicaja, el banco dará un gran paso atrás. Y vendrá un duro invierno en Bolsa.

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