OPINIÓN

Turquía, ¿ángel o demonio para la defensa europea?

Turquía, defensa europea

La primera semana de febrero se produjo un encuentro oficial entre el presidente de Alemania, Steinmer, y su homólogo en Turquía, Erdogan, en Ankara, donde trataron sobre las relaciones bilaterales y el futuro de la región. Erdogan pidió poner fin a las restricciones alemanas en la cooperación con la industria turca de defensa.

Unos días más tarde se hacía pública la estrategia del Gobierno de Grecia para detener la venta a Turquía del sistema francés Meteor de misiles aire-aire guiado por radar. Este sistema podría cuestionar la reciente superioridad griega en el Mediterráneo basada en la adquisición de 24 cazas Rafaele adquiridos a la industria de la defensa francesa. No es la primera vez que tiene encontronazos con la OTAN o con miembros de esta, como Grecia.

Un ejemplo claro de la preocupación por lo militar mostrando la capacidad de disuasión. La industria de la defensa es clave de cara a ejercer el poder de manera más independiente. Esto lo pudo comprobar el país tras la invasión de Chipre en 1974, ya que sufrió un embargo de armas por parte de los EEUU entre 1975 y 1978, algo que acusaron sus Fuerzas Armadas, muy dependientes del material occidental.

Un embargo no solo afecta a la modernización del ejército, sino también a la operatividad del material en servicio, debido a la falta de repuestos. Esta situación es tanto más grave cuanto menor sea el stock de piezas y es todavía más crítico en el caso de los stocks de munición, que suelen gastarse rápidamente a los pocos días o semanas de iniciarse un conflicto.

Como cabía esperar, tras lo ocurrido, Turquía desarrolla una industria de defensa local, creando múltiples empresas agrupadas, en 1985, por la Subsecretaría de Industrias de Defensa (SSM). Aun así, no es hasta hace poco más de una década cuando la industria turca logra dar un gran salto para convertirse en el gigante que es hoy día, todo ello bajo los auspicios de Erdogan. Uno de los puntos fuertes es el desarrollo de municiones de todo tipo, con la empresa Roketsan, desde bombas guiadas, misiles de crucero, cohetes, obuses y cazas no tripulados drones bayraktar TB2.

En paralelo a la modernización de las fuerzas armadasturcas,s que ocupa el sexto lugar mundial con 355.000 efectivos y más de un millar de aviones, Turquía lleva años desarrollando una agenda neo-otomana propia que busca hacer del país el hegemón del mundo islámico. Y lo puede hacer porque se encuentra en una posición geopolítica privilegiada que además es estratégica, conectando a Europa con Asia.

Controla el Estrecho del Bósforo y los Dardanelos que son puntos de paso vitales para el comercio marítimo entre el Mar Negro y el mar Mediterráneo. Esta ubicación le otorga un control significativo sobre el tránsito marítimo y sobre las rutas de suministro energético, gas y petróleo, que pasan por esta región.

También juega un papel clave en la seguridad energética de Europa. Los oleoductos y gasoductos que atraviesan el país son esenciales para el suministro desde el Cáucaso y Asia Central hacia Europa.

Es miembro de la OTAN desde el año 1952 y alberga la base aérea de Incirlik, una instalación clave para las operaciones militares de la OTAN y de los Estados Unidos en la región. Al mismo tiempo, Turquía mantiene una relación equilibrada con Rusia, con la que comparte el Mar Negro, clave en el contexto de los conflictos recientes de la caída del dictador sirio y de la invasión de Ucrania. La cooperación en temas de inmigración, economía y seguridad es crucial para ambos países.

La implicación de Turquía en los conflictos regionales recientes, como los de Siria y Libia, reflejan su deseo de rivalidad con otros países de la zona para liderar la influencia en el inestable equilibrio de poder en el Medio Oriente y en el norte de África con especial atención a Yemen, donde el apoyo de Irán a los hutíes ha generado tensión, ya que Turquía tiende a alinearse con Arabia Saudita en su oposición a la influencia iraní. Finalmente, hay que señalar que Turquía ha fortalecido su alianza con Azerbaiyán, lo que le ha generado nuevas tensiones con Irán, tras el conflicto de Nagorno-Karabaj en 2020, donde Irán expresó su preocupación por el creciente poderío turco en la región.

Con respecto a Irán, ambos países comparten una larga frontera y tienen una historia entrelazada que se remonta a los imperios persa y otomano. Aunque Irán es mayoritariamente chií y Turquía es predominantemente suní, comparten influencias culturales, lingüísticas y tradiciones comunes. Durante siglos, los imperios safávida (Irán) y otomano (Turquía) compitieron por el control de territorios en el Cáucaso, Mesopotamia y Asia Central, lo que generó tensiones históricas.

A pesar de las diferencias ideológicas, Irán y Turquía han mantenido relaciones diplomáticas estables, basadas en intereses mutuos como la estabilidad regional, el comercio y la lucha contra el separatismo kurdo. Ambos países compiten por incrementar su influencia en el Medio Oriente.

Con respecto a Siria, Irán apoyó al régimen de Bashar al-Ássad, mientras que Turquía ha respaldado a grupos de oposición liderados por Hayat Tahrir al – Sham, HTS, cuyo reciente éxito habría sido impensable sin el apoyo tácito al núcleo rebelde inicial en la ciudad fronteriza de Idlib donde residen tres millones de refugiados sirios que recibieron todo este tiempo ayuda económica y protección militar desde Turquía.

Tras la caída del dictador sirio y su huida a Rusia, Erdogan ha dado instrucciones a sus ministros de energía y transporte para colaborar en la fase inicial de reconstrucción de la maltrecha infraestructura energética donde hay evidentes oportunidades para las empresas de construcción y proveedoras de los productos básicos.

Erdogan
El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan.

Hay medidas en marcha para facilitar electricidad, acordar la demarcación de fronteras y reanudar las relaciones comerciales, las exportaciones turcas a Siria aumentaron un 244% en enero con el objetivo de vender 10.000 millones de dólares al año.

Las elites tradicionales turcas se ven muy cómodos soñando con una Siria con legitimidad internacional, moderada, tradicional, competitiva y centralista, incluso bajo una mayoría política sunní. Se está hablando de una reforma radical hacia una economía competitiva de libre mercado que deje atrás un control estatal corrupto, Turquía no quiere volver a tener un foco de inestabilidad con un estado fallido en una frontera compartida de 911 km.

Con respecto a los Kurdos de Siria, Turquía sigue queriendo resolver una cuestión compleja en la que sus intereses no coinciden con sus aliados occidentales. Las fuerzas democráticas sirias, SDF, tienen unos efectivos de más de 100.000 soldados con los que se controla desde hace años una especie de territorio autónomo kurdo que ocupa un tercio de la extensión de Siria y un 70% de los recursos de gas y petróleo. Una complejidad militar que incluye 2.000 militares norteamericanos. No está claro si Trump ordenará la retirada de estas tropas de apoyo, lo que le daría una ventaja a Turquía. Esa ventaja estaría condicionada a que esta aceptase algún tipo de encaje para los kurdos en una nueva Siria.

Tanto Irán como Turquía se enfrentan a desafíos relacionados con los movimientos separatistas kurdos (como el PKK en Turquía y el PJAK en Irán). Aunque han cooperado en ciertas operaciones contra estos grupos, también hay tensiones debido a las políticas divergentes hacia los kurdos en Siria e Irak.

Turquía depende en gran medida del gas natural y el petróleo iraní, aunque las sanciones internacionales contra Irán han complicado esta relación. Ambos países han buscado fortalecer sus lazos comerciales, especialmente en el marco de iniciativas como la Organización de Cooperación Económica (ECO). La relación entre Irán y Turquía es un equilibrio entre la cooperación pragmática y la competencia estratégica. Aunque comparten intereses comunes en áreas como la economía y la seguridad, las diferencias ideológicas, las ambiciones regionales y los conflictos en curso en el Medio Oriente dificultan una alianza más profunda.

En un breve espacio de tiempo Turquía se ha implicado en conflictos tanto cercanos, Siria es un ejemplo claro como en escenarios alejados de sus fronteras, ya sea en Libia, Qatar o en Somalia, donde Turquía dona numeroso material militar para controlar el Cuerno de África. Para mantener esta tendencia, Ankara debe contar con una capacidad de proyección del poder militar muy superior a la actual, que ha demostrado serias limitaciones.

Desde la Segunda Guerra Mundial, Turquía se ha convertido en una potencia emergente ha aumentado notablemente las bases de su poder, elevado su estatus internacional y ampliado los intereses de su política exterior hasta mucho más allá de sus países limítrofes con aspiraciones claras de formar parte del nuevo orden internacional de una forma activa.

El aumento de sus capacidades, tanto tangibles como intangibles, algunas de ellas explotadas a través del soft power, han permitido a Ankara apoyar este revisionismo y competir con potencias regionales ya establecidas, lo que está causando una gran inestabilidad en la región.

En resumen, Turquía es ya un actor geopolítico esencial por su ubicación estratégica clave, sus complejas alianzas y su capacidad para influir en la estabilidad regional. Su papel en la geopolítica evoluciona cada año y su importancia en la escena mundial aumentará en los próximos años.

Renovatio Imperii Ottomanici ad influendum Parata.

José Luis Moreno, economista ha sido director de Economía en la Comunidad de Madrid y en el Ayuntamiento de Madrid. Analista económico y empresarial.

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