Kim Jong-un busca el ‘perdón’ internacional: las exportaciones se hunden un 37% por las sanciones


Ninguna potencia puede ser impermeable al mundo globalizado, ni siquiera Corea del Norte. El país controlado por el dictador Kim Jong-Un es uno de los más sancionados por parte de Naciones Unidas debido a sus permanentes ensayos nucleares, un aislacionismo al que también ha contribuido China desde hace alrededor de dos años tras firmar el armisticio con EEUU. Corea del Sur estima que la economía de Corea del Norte -que no publica datos- ha caído alrededor del 2% en 2017, el castigo de la comunidad internacional redujeron las exportaciones de Corea del Norte en 37%, un hecho que ha golpeado fuertemente su PIB.
El país tiene un PIB per cápita inferior a los 1.100 euros, un bajo nivel de exportaciones y un mercado negro de comodidades occidentales -productos de lujo- que importan desde China los funcionarios del país para conseguir moneda extranjera. Desde 2016 Pyonyang ha estado en el punto de mira del Consejo de Seguridad de la ONU, tras las prácticas armamentísticas y las amenazas de febrero de 2016 Corea del norte vive sancionada con un respaldo de 15 miembros de la comunidad internacional, incluida China.
El castigo contempla la inspección obligatoria de todas las cargas que entran o salen por mar o tierra del país, también están bloqueadas las exportaciones de oro, carbón y hierro -casi la mitad de los ingresos de Corea del Norte- o la importación de combustible.
El gigante asiático es uno de los países que ha ‘cuidado’ de la economía norcoreana desde 1963 cuando acabó la guerra de Corea y desde la caída de la URSS en 1991, las dos potencias comunistas que han sustentado el régimen desde la Guerra Fría. China es el principal comprador de la producción minera de Corea del Norte y, además, es la nación desde la que Kim Jong-Un importa el arroz con el que alimentar a los 25 millones de habitantes porque la producción nacional es insuficiente.
En los años 90, una de las peores épocas de la nación norcoreana, sufrió sequías e inundaciones que causaron graves problemas económicos y, no sólo eso, además murieron alrededor de 2 millones de personas. Tras aquella debacle fueron los regímenes comunistas -y también EEUU- los que brindaron alivio a su desgracia con la aportación de semillas, fertilizantes y crudo a cambio de frenar su programa de prácticas armamentísticas.
Corea del Norte está dotado de una tecnología nuclear y balística contundente impulsada desde los años 90, tiene uno de los ejércitos con más efectivos humanos del mundo y destina la mayor parte de su presupuesto general a Defensa. No obstante, cabe destacar que en 1985 el país norcoreano con Kim Jong-Il -padre del actual líder- firmó el Tratado de No Proliferación Nuclear para que el régimen pudiera sobrevivir a los embistes de las naciones extranjeras.
Tras su muerte a causa de un infarto se creyó que había llegado el turno de las reformas económicas con la llegada de su hijo -el actual dictador- para impulsar el crecimiento del país, pero nada de aquello pasó y George Bush determinó que Corea del Norte formaba parte del conocido ‘Eje del Mal’ junto a Irán y Libia.
Ahora, a tenor de las cesiones de Kim Jong-Un a EEUU y la reunión que se ha celebrado este martes en Singapur con Donald Trump, una nueva era ha llegado -o está por llegar- a Corea del Norte para no vivir de espaldas al resto del planeta. El dictador, que no quiere que su régimen acabe derrocado como el de Libia -Gadafi- o Irak -Sadam Husein-, ha brindado algunos gestos de buena voluntad para que la comunidad internacional vea que está dispuesto a frenar en seco la nuclearización de Corea del Norte.