Economía

¡Esa perversa y decadente España!

La casta política que tanto despreciaba Pablo Iglesias, ya que la buena hipocresía consiste en despreciar lo que realmente queremos y nos vemos incapaces de conseguir, es en lo que sorprendentemente hemos dejado que se convierta, quedando claro ¡señor vicepresidente!

Iglesias
El vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, en el Congreso de los Diputados.

Los valores en los que hoy en día la humanidad sintetiza sus más altos deseos son valores de decadencia

Friedrich Nietzsche

Hayek solía redundar acerca de que esta civilización descansa sobre el hecho de que todos nos beneficiamos de un conocimiento que no poseemos, lo cual comparto. De alguna manera nos explicaba que la forma que tenemos de superar esa limitación en la extensión del conocimiento individual, consiste en superar la ignorancia no mediante la adquisición de un mayor conocimiento que sería lo idóneo, sino mediante la utilización de aquél que ya existe y es ampliamente disperso por otros. ¿Un ejemplo? Todos nosotros damos por hecho que al llegar a casa tendremos acceso a la comodidad que nos otorga el sistema eléctrico y se percibe como algo básico. No sabemos de manera precisa cómo llega dicho bien de primera necesidad, pero sí sabemos que existe gracias a Thomas Edison.

Pues bien, más allá de este dato y haciendo un paréntesis donde les recomendaría profundizar sobre la maravillosa historia que dio paso a la guerra de las corrientes (alterna y continua) entre Nikola Tesla y Mr. Edison, estarán de acuerdo conmigo cuando afirmo que la electricidad es, sin lugar a dudas, una de las grandes innovaciones con las que el ser humano se abrió paso en el siglo XIX, así como internet y las infraestructuras de telecomunicaciones lo han sido en el s. XX, o el ‘smartphone’ en el XXI. La innovación al fin y al cabo parte de la libertad que como seres humanos tenemos de decidir, y empujados por un buen incentivo nos abre las puertas de la prosperidad. Sin incentivo, señores, no hay innovación ni progreso, y eso es precisamente el grandísimo problema que nos azota fuertemente hoy en día.

El poder es la facultad de estar en condiciones de hacer una determinada cosa sin encontrar impedimento alguno. Mi definición de tal verbo transitivo es más bien el de estar en capacidad y no ejercerlo por principios personales, ¡a eso le llamo yo poder! A estar en facultad y posición de destruir, y construir.

El poder malintencionado trata de culpar al libe mercado de todos nuestros males, pero yo considero que el culpable es el intervencionismo estatal

Contrariamente de lo que cabría esperar, el poder malintencionado y condicionado, casi siempre político, trata de culpar al libre mercado de todos nuestros males. Yo personalmente considero que lejos de ello, es precisamente el paupérrimo intervencionismo estatal lo que ha disparado la brecha sobre la injusticia social.

Usurpación de poder

Dicen que los políticos más corruptos son aquellos que se aprovechan de ostentar al poder para apropiarse de los recursos públicos, o de los propios privilegios que surgen de dicho puesto, pero bajo mi humilde punto de vista hay algo más oscuro que eso y es la usurpación de más poder, estando en el poder. Créanme que este tipo de corrupción es la peor de todas las corrupciones, y la historia está repleta de ejemplos que nos cuentan las brutales consecuencias que de ello se derivan. Esta semana no me podía creer lo que leía, aún y sabiendo el control que ejerce el actual gobierno sobre algunos medios, la enorme injusticia que se nos avecina en España con este “intento” de reforma sobre nuestro poder judicial. Un Estado que trata de hacerse con el poder judicial mediante una reforma legal, es un gravísimo peligro para la democracia y algo que rezo porque nunca suceda en nuestro país.

Este maquiavélico intento de romper las leyes de la separación de poderes, es una decisión más propia de una república bolivariana que de una democracia moderna y Europea. No creo que nadie se eche las manos a la cabeza si afirmo que el comunismo ha entrado sigilosamente en la Moncloa de la mano de Pablo Iglesias, y que si nadie le para los pies, corremos el riesgo de romper España bajo la excusa y el pretexto de que el covid es el único enemigo al que debemos hacer frente, ¿de verdad nos consideran tan tontos?

Como es público y notorio, desde hace meses vengo siendo muy crítica con respecto a la mala gestión realizada sobre esta pandemia y las políticas económicas que de ello se derivan propuestas por el bloque comunista obrero español, aquél que por cierto dirige nuestro futuro y el de nuestros hijos… Los resultados no se han hecho esperar, y por más que traten de ocultarlo aferrándose a ese clavo ardiente llamado “ayudas sobre la reconstrucción de Europa”, la única realidad es que el PSOE heredó la economía de mayor crecimiento de este continente, y hoy no solamente va en el vagón de cola de la recuperación mundial, sino que a pesar de las drásticas medidas de confinamiento que hundieron la economía, también somos líderes en lo que al virus corresponde, ¡todo un cum laude! Y no crean que no es meritorio el tema, que una vez más el PSOE haya logrado destruir todo aquello bueno que le venía heredado, ¡tiene mucha tela!

Vamos a ver señor Pedro Sánchez, ¿acaso no es evidente para usted que los españoles imperan recuperar sus empleos y sus empresas?, y que encima tengan que preguntarse ¿qué hará usted de una vez con esta crisis sanitaria? me parece excesivo. Pues bien, aquí la única medicina que parecen ustedes entender es la del señor Iglesias que ha cuajado perversamente en las ansias de poder de ambos dos impostores, y ante eso a mi sólo me preocupa que lo único que prevalece es que aún cohabitan ambas crisis, sanitaria y económica, pero ustedes sin ánimo de insultar a toda la población española, mientras tanto si eso se van haciendo cargo del poder judicial, ¿no?

La buena hipocresía consiste en despreciar lo que realmente queremos y nos vemos incapaces de conseguir

Lo que queda aquí más que claro, es que la casta política que tanto despreciaba Pablo Iglesias, ya que la buena hipocresía consiste en despreciar lo que realmente queremos y nos vemos incapaces de conseguir, es en lo que sorprendentemente hemos dejado que se convierta, quedando claro ¡señor vicepresidente! tal y como ridículamente él mismo enfatiza en que se le denomine; donde dije digo, digo Diego. Y aquel que tanto dijo despreciar el poder, lo ansía y necesita como el aire que respiramos. En fin, como nos deleitaba Nietzsche: los valores en los que hoy en día la humanidad sintetiza sus más altos deseos, son valores de decadencia. Y la España “progre” de hoy se ha convertido en un reflejo de la decrepitud más ruin que existe sobre las diferentes sociedades que componen este mundo, siendo un declive más propio de una república bolivariana, que del Estado moderno y social que quieren vendernos, y nos merecemos.

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