Economía

Las empresas: el motor del país

El 2022 fue el año en el que más empresas se disolvieron en España desde el inicio de la serie estadística, que dio comienzo en el año 2000.

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El pasado 2022 no fue un buen ejercicio para muchas empresas en España. Concretamente, más de 26.000 empresas en el país lo pasaron tan mal, que se vieron abocadas a bajar la persiana y echar el cierre. Y no podemos decir que ha sido un año extremadamente malo para la economía, con un crecimiento superior al 5%, pero hemos de señalar que el 2022 ha sido un año bastante más difícil que el anterior, y la elevada inflación a la que nos hemos visto sometidos todos, y las empresas especialmente, ha acabado haciendo mella en un tejido productivo que, dicho sea de paso, también es muy vulnerable.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística (INE), y atendiendo al registro histórico, el 2022 fue el año en el que más empresas se disolvieron en España desde el inicio de la serie estadística, que dio comienzo en el año 2000. Según las cifras que recoge el organismo sobre disolución de empresas en el año 2022, 26.207 empresas bajaron la persiana permanentemente el pasado ejercicio, y ello, además de suponer un incremento superior al 10% respecto al año anterior, supone un récord, que no sabe a gloria, para una economía española que precisa a estas empresas para crecer y para generar riqueza.

Por sectores, el comercio y la construcción fueron los sectores que lideraron la construcción. Y las comunidades que lideraron la destrucción de sociedades fueron Comunidad de Madrid, Andalucía y Comunidad Valenciana.

Atendiendo a la serie, en el año 2014, la clausura de sociedades, que podemos observar en la web del INE, y que podemos estructurar en función del motivo de la clausura, si se trataba de una fusión o no, entre otras cuestiones, ascendió hasta las 24.794 disoluciones en un mismo año. Sin embargo, este año, con más de 26.000 empresas que han echado el cierre, España bate récord y supera su máximo registrado en 2014, tras la Gran Recesión. Un dato que, a mi juicio, me resulta preocupante por lo que ello supone.

Y a todo esto debemos sumar que el indicador que mide la creación de empresas en España, este año, se redujo un 2,1%, cayendo de las 101.210 de 2021 hasta las 99.067 constituciones de hoy. En Twitter, el otro día hablaba con un profesor universitario, al que sigo y admiro, sobre la utilidad de este indicador y si realmente servía para algo. Para él, el indicador le decía poco, pero acabó reconociéndome que era un toque de atención del que estar pendientes.

Es cierto que existen numerosas razones, más allá de la crisis, para disolver una empresa. De hecho, muchísimas empresas en el país se disuelven para crear otras, y existen millones de artimañas fiscales en el sistema que pueden aprovecharse con la disolución de la sociedad y la creación de una nueva. Existen un sinfín de razones, lejos de la quiebra, para matizar este indicador. Y de la misma manera, los máximos alcanzados en lo que a concursos de acreedores se refiere también están muy justificados por la moratoria concursal y los cambios que ha experimentado una ley concursal que hoy prima los concursos de resolución rápida.

Por esto, doy la razón al profesor cuando decía que era un indicador de difícil lectura, pues contempla numerosas variables que no se tienen en cuenta, pero hemos de señalar que no deja de ser un indicador importante, y que hablamos de cierres de empresas, que son el motor de nuestra economía. Sea por lo que sea, el cierre de empresas en España se ha disparado, y ha llegado a superar a los cierres que registró nuestra economía en el año 2014, tras la crisis económica que sacudió al país. Teniendo todo esto en cuenta, creo que era merecido el calificativo, “toque de atención”, que le otorgó el profesor.

Pues las empresas, como sabemos, son un motor de crecimiento económico. Las empresas son empleo, son riqueza, son crecimiento económico, y perder empresas únicamente tiene una lectura: es una mala señal. La economía, para crecer, necesita empresas que produzcan, y el PIB, que es el indicador que mide el crecimiento económico, crece en función de la producción de estas empresas. Por tanto, si perdemos empresas, y si encima superamos el máximo histórico de la serie, debemos preocuparnos y estar pendientes.

Sin empresas, la economía española no funciona. Las empresas son el motor que mueve y emplea a este país, y perderlas no es un lujo que el país pueda permitirse; menos en un escenario en el que lidera la tasa de desempleo a nivel europeo, tanto en términos generales como juveniles. España, que continúa a la cola de Europa en la recuperación, precisa a sus empresas, y sin esas empresas, la economía se muere, todavía más.

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