Christine Lagarde: la mujer Chanel que manejará la economía de Europa
Christine Lagarde (Francia, 1956) es una mujer con poder que se mueve en un mundo dominado por hombres –sólo hay que observar una fotografía de familia del G-7 o el G-20- y siempre va vestida de Chanel. Gana medio millón de dólares al año, se lo puede permitir. Ha sido ministra de Agricultura, Economía o Comercio Exterior en los Gobiernos galos de Nicolas Sarkozy. Fue la primera mujer en ocupar la presidencia de la firma de abogados americana Baker & McKenzie, la primera en manejar la economía mundial con el cetro del FMI –lugar que abandona este jueves– y ahora la primera en dirigir el BCE. Y lo hará, por supuesto vestida de Chanel. Elegancia y poder que le han llevado a protagonizar las portadas de dos mundos que, a menudo, van estrechamente trenzados: el poder y la moda. O lo que es lo mismo, ‘Forbes’ y ‘Vogue’.
Lagarde es la primera de cuatro hermanos, todos varones. Su padre era profesor de Literatura Inglesa, de ahí el fervor de la abogada por la cultura anglosajona. Sus amigos dicen que es terriblemente resistente a la hora de negociar en una mesa, una versión que su biógrafo, Cyrille Lachèvre, ex editor de ‘Le Figaro’, confirma: “Bajo su elegante encanto está la competitividad de una atleta”. Lo fue. Ganó una medalla de bronce en los años 70 cuando formaba parte del equipo nacional de natación sincronizada. “Aguanta el dolor y no te olvides de sonreír”, le comentaba su entrenador.
Ahora, Lagarde ya no practica natación, pero sí hace yoga todas las mañanas y, sobre todo, monta en bicicleta. Es vegetariana, no bebe café, ni fuma y, además, es prácticamente abstemia. No se permite ni una gota de alcohol, ni siquiera un delicioso vino francés o un burbujeante champagne. “Bueno, confieso, me tomé una copa de champagne en el aeropuerto después de mi primera reunión en el FMI”, comentaba divertida en la publicación de moda.
El sueño de deportista de élite se quiebra con la muerte de su padre. Sólo cuenta con 16 años y la ausencia paterna obliga a Lagarde a buscar empleo y ayudar en la economía familiar hasta que se va a EEUU con una beca e ingresa en la Holton-Arms School, una escuela femenina de Maryland a la que también acudieron Jacqueline Kennedy Onassis, la congresista demócrata Katherine Byron o la actriz Julia Dreyfus.
Tiene dos hijos: Thomas y Pierre, dos nombres predominantemente franceses. Ahora sale con Xavier Giocanti, empresario francés del sector inmobiliario que, al igual que ella, también tiene dos hijos. Están juntos desde 2006, aunque se conocen de la época universitaria, se reencontraron en una reunión en Marsella cuando ella era ministra de Sarkozy. «En aquella época ya estábamos los dos divorciados pero fue complicado retomar nuestra relación», aseguró Giocanti en ‘Paris Match’ en 2010.
Con sólo 25 años se incorpora a trabajar en el despacho Baker & McKenzie a los 39 años asciende hasta el Comité de Dirección global de la firma y más tarde se convertiría en la presidenta. Mientras ella se muda a Chicago, sus hijos se quedaron en París con su padre, el banquero Wilfried Lagarde. “Tenía que aceptar que no podía tener éxito en todo”, ha dicho Lagarde en alguna ocasión. Como muchas madres que suben en los escalafones empresariales, la líder del BCE también se sintió culpable por no dedicar tiempo a sus hijos, pero “con el tiempo, cuando envejeces, la culpa se reduce porque los hijos crecen y llegan los nietos. Te reconcilias con lo que has hecho”.
Defensora acérrima de la igualdad de las mujeres, así como de los atributos de sensatez y habilidad de gestión de las mandatarias. “Queremos escuchar las voces de las mujeres”, decía cuando anunció que habría más presencia femenina en el FMI. “Es tan apasionada en público como en privado de los temas de la mujer, siempre las alienta a no mostrarse reticentes en cumplir sus ambiciones”, dice de Lagarde su amigo Sir Peter Westmacott, ex embajador británico en EEUU.
“Abierta, femenina y muy natural”, así es como la describía ‘Vogue’ al hablar con ella en su despacho ministerial. “He educado a mis hijos para que sean independientes, sepan planchar sus propias camisas o cocinar, no deben depender de una mujer. Pero, sin duda, “explicaba la nueva directora del FMI, “más mujeres debían educar a sus hijos para respetar a las mujeres”.
“Es un Ferrari”, eso dijo de ella Sarkozy cuando eligió a la gala como ministra de Economía y Finanzas en 2007, sólo un año antes de la caída de Lehman Brothers, la semilla del estallido de la crisis económica más grave del S. XXI. Sólo cuatro años más tarde era una de las líderes más apreciadas en los círculos económicos y la prensa especializada, pero no sin sacrificios. “Estar en el poder es estar bien rodeada, pero bastante solitaria”, comentaba.
Se vio salpicada por el conocido como ‘Caso Tapie’ y fue, además, condenada por negligencia en la gestión de fondos públicos. Pero en Francia se aprecia a Lagarde, de hecho, hay quienes la ven como candidata a la Presidencia en las elecciones de 2022, sin embargo, ella bromea diciendo que “sólo quiere ser abuela”. No obstante, Sonia Criseo, asistente de Lagarde durante 20 años, sostiene que podría conseguir cualquier cosa porque “tiene una disciplina y una capacidad de concentración que no había visto antes”.
El secreto de su elegancia, según relata ella misma en la misma entrevista con Vogue, es que “no ha subido de talla” y, además, tiene tres sitios fetiche a los que va a comprar: a la ‘maison’ Chanel, a Armand Ventilo y a la casa inglesa Austin Reed –poseedora de los Royal Warrant de la reina Isabel II y el Príncipe de Gales–. “En Chanel hay una mujer encantadora, Geraldine, que conoce mi gusto, mi presupuesto y lo que me favorece. Suelo llamarla y le digo que me puede escoger un par de cosas, así es como prepara prendas para enseñarme”, detallaba a ‘Vogue’.
Para Inmaculada Urrea, experta en branding y en Chanel, cree que la elección de ir vestida de la marca de lujo gala “es un acierto” porque es los que “le corresponde teniendo en cuenta cómo fue Coco Chanel y al tipo de mujer que vestía: poderosa que consigue lo que quiere. La mujer Chanel no es la gran seductora, sino que se asemeja mucho a ser un hombre, sin dejar de ser femenina. Es coqueta, pero está centrada en su independencia y transmitir el mensaje de poder que ella quiere transmitir”.