Sin Ramos no hay liderazgo… ni liderato

Cristiano-Ronaldo-Sevilla
Cristiano se lamenta tras fallar una ocasión en el Pizjuán. (AFP)
Miguel Serrano
  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

Con Benítez y Emery en los banquillos, que les gusta una pizarra más que a los empollones de Big Bang Teory, se presagiaba un partido táctico, que es sinónimo de decir un partido feo y encorsetado. De salida, recuperaba el técnico madridista a Pepe, que no jugaba un partido desde San Mamés, como pareja de Ramos en defensa y a Bale, que apenas había disputado tres partidos enteros esta temporada, como socio de Cristiano en la delantera. Repetía, eso sí, el mismo centro del campo de los últimos partidos con un guardaespaldas –Casemiro– y tres medios de toque: Kroos, Modric e Isco.

Resonaba el himno de El Arrebato, haka particular del Sevilla, en todas las esquinas del Pizjuán. Acortaban de inicio el campo los de Emery con dos líneas de cuatro muy juntitas, como una pareja de la Guardia Civil. Manejaba el Madrid al ralentí, otra vez muy adelantada la defensa como en el partido de París, con la paciencia de un miniaturista. El partido se jugaba en un apartamento de 40 metros cuadrados.

Se desperezó Cristiano a los diez minutos, buscando su sitio entre las órdenes de Benítez y la vuelta de Bale, con un pase diagonal de Pepe, que le habilitó delante de Sergio Rico, aunque se cruzó Rami para mandarla a córner. A la salida del mismo, un zurdazo de volea de Nacho se estrelló contra el poste derecho de la portería sevillista. Apretaba con ganas el Madrid, resistía con apuros el Sevilla.

Konoplyanka buscaba las cosquillas a Danilo, todavía en pretemporada, pero al Sevilla le duraba el balón lo que duran dos peces de hielo en un güisqui on the rocks. Y entonces apareció Sergio Ramos, profeta en su tierra y cuña de la misma madera. El camero emergió en un córner para elevarse al cielo de su cuidad, girar el cuerpo y rematar con una chilena de acróbata. Era el minuto 20 y el capitán del Madrid se dejaba su mermada clavícula para adelantar a los suyos. Diez minutos más tarde, tuvo que retirarse del campo entre pitos y palmas.

Bale afina la puntería

Merecía ganar el Madrid por dominio, por fútbol y porque el Sevilla poco hacía más allá de encajar los golpes. Bale tuvo tres ocasiones, pero el galés tenía la puntería de un soldado imperial de Star Wars y Sergio Rico unas manos de santo para su equipo. Diez remates sumaban los de Benítez en la primera media hora, muestra del dominio absoluto de los blancos.

Bale se lamenta tras fallar un gol del Sevilla. (Getty)
Bale se lamenta tras fallar un gol del Sevilla. (Getty)

No se esperaba Benítez que su equipo hiciera un ejercicio de tancredismo colectivo en un córner del Sevilla. Cristiano y Varane no llegaron a la corta, Casilla se quedó a media salida y Nacho se apartó en el bote, así que el balón llegó a las botas de Inmobile, en tierra de nadie casi en el tercer palo, que la empalmó según venía y empató el partido en el minuto 35.

El tanto dejó aturdido al Madrid, como si viniera de un concierto de David Guetta. Otra vez las miserias de Danilo al descubierto, otro pase de la muerte de Trémoulinas, y la lentitud de Inmobile que privó al Sevilla de dar la vuelta al partido en cinco minutos. Reculaba el Madrid, sonado como Rocky Balboa, más que tocado, hundido y huérfano desde que Ramos se fue del campo. El descanso fue la mejor noticia para Benítez. La peor, que Cristiano en su esquema es más invisible que Esperanza Aguirre en el PP.

Tras el descanso salía el Madrid otra vez con la torrija y a los 20 segundos Konoplyanka tuvo la primera ocasión. El partido se rompía y podía caer para cualquier lado. Un disparo de Kroos desde la frontal en el 51 era el primer acercamiento del Madrid al área del Sevilla en la segunda mitad. Respondió el ucraniano con otro tirazo que que marchó arriba.

Mientras, Cristiano penaba y ponía caritas entre los defensas sevillistas. No estaba cómodo el crack portugués y tampoco hacía nada por ocultarlo. Benítez debe encontrar cuanto antes una solución para sacar el máximo rendimiento a su mejor jugador, antes de que la situación le explote en la cara, porque a Ronaldo no se le ha podido olvidar meter goles.

Las costuras de un equipo cogido con pinzas

Y en esas llegó el segundo. Una maniobra de aceleración de Konoplyanka, sin que Casemiro le entrara en falta, la culminó el ucraniano, previa pared con Inmobile, en una magnífica asistencia a Banega, que llegó de segunda línea para marcar en el área pequeña. Era un gol que mostraba lo mejor del Sevilla (Konoplyanka) y todas las costuras de un Madrid cogido con pinzas.

La reacción de Benítez fue la fácil: quitar a Isco y sacar a James. No se atrevió el técnico a quitar a los intocables de arriba –Bale ni Cristiano- ni tampoco a hacer un cambio arriesgado de retirar al amonestado Nacho y colocar a Bale de lateral izquierdo con 2-1 en contra en el marcado. El colombiano le puso a su amigo Ronaldo un gol cantado, pero el disparo del portugués fue un pellizco de monja.

Un minuto después, Cristiano pecó de chupón y se jugó un tiro cuando tenía a Modric solo para empatar el partido. El luso estaba más ofuscado que nunca, jugando con los ojos vendados. Menos mal para el Madrid que la salida de James cambió, aunque fuera un poco, la cara al equipo. El colombiano, a pesar de llevar dos meses fuera, se echó al Madrid a la espalda en busca al menos del empate. Fue en vano.

James, en el centro del campo, con los jugadores del Sevilla al fondo. (Getty)
James, en el centro del campo, con los jugadores del Sevilla al fondo. (Getty)

Un paradón de Sergio Rico al cabezazo de Casemiro evitó el 2-2 después de un córner sacado por James. El joven meta canterano se reivindicaba en el debate de la portería. Un minuto después, Fernando Llorente, ese delantero alto, guapo y español al que siempre quiso fichar Florentino, ponía la puntilla a un equipo blanco más blandito que un sugus en defensa. Se mascaba la primera derrota de la era Benítez y dos semanas de crisis en la casa blanca.

Quedaba un cuarto de hora con el alargue, pero el Madrid, lejos de resucitar, se preparaba para asistir a su propio funeral. Los de Benítez deambulaban por el campo como un pastillero volviendo de un after, con gestos de impotencia, a merced de un Sevilla que tocaba sin prisa y toreaba de salón como en un entrenamiento con público. Primera derrota de Rafa Benítez, superado por el rival, por el escenario y por las circunstancias, incapaz de encontrar solución alguna al galimatías en que se había convertido su equipo. Del banquillo no salió ninguna aportación para arreglar el desaguisado del Pizjuán, un naufragio del trasatlántico madridista.

El golazo de James en la prolongación sólo servía para maquillar un último cuarto de hora donde los blancos fueron toreados por el Sevilla que, más que en el Pizjuán, se sintió en La Maestranza.

Lo último en Deportes

Últimas noticias