El póker de Neymar sentencia a un Rayo magnífico

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Neymar lanza un penalti esta temporada. (Getty)
Miguel Serrano
  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

«Ya que no podemos elegir cómo ganar, déjennos elegir cómo perder». La frase es de Trashorras, capitán del Rayo y padawan sobre el césped del maestro Paco Jémez. Otra vez los rayistas fueron fieles a sí mismos en el Camp Nou, otra vez le discutieron la posesión al Barça, otra vez presionaron tan alto como la luna, y otra vez cayeron víctimas de esa bendita valentía futbolística que algunos llaman suicidio y que se reduce a quererle jugar a los azulgrana como si fueras el Bayern de Guardiola. Olé sus narices

Paco mola. Igual que Rafa Benítez, Jémez no engaña a nadie, sólo que con un estilo contrario, más vistoso, más descarado y más ofensivo. El técnico del Madrid es de guardar la ropa y al del Rayo lo que le gusta es nadar. Por eso saltó al Camp Nou con la defensa en el mediocampo, dejando latifundios a sus espaldas que le pudieron costar dos goles en los primeros cinco minutos si Rakitic y Luis Suárez no se hubieran topado con un Toño disfrazado de De Gea, sacando pies milagrosos en el mano a mano.

Pese a las ocasiones clamorosas del Barça, que también había salido a presionar a toda mecha, el Rayo dio primero. Un córner sacado en corto derivó en una pared entre Trashorras y Bebé. El portugués hizo una especie de tiro que le salió pase de la muerte para que Javi Guerra le ganara la espalda a Alves y pusiera el 0-1. La valentía (o la temeridad) tenían premio, aunque de momento fuera un reintegro.

El Barça siguió aprovechando los espacios a la espalda de la defensa del Rayo, con Neymar intentando ponerse el traje de Messi, aunque como cantaba Alejandro Sanz, no es lo mismo. Una jugada del brasileño, regate tras regate en la línea de fondo, la culminó un pardillo Diego Llorente con un penalti obsceno y contundente. Neymar empataba en el 22. Apenas siete minutos le había durado la alegría al Rayo.

La tuvo luego Sandro, que se marcó un Higuaín en el mano a mano con Toño y la echó a la Sagrada Familia. También Neymar pudo marcar en una magnífica diagonal, pero su disparo se fue fuera. Volvería a ser de penalti, esta vez en el minuto 31, como el Barça se pondría por delante. Nueva jugada Neymar, caño incluido a Nacho, que le derribó de tacón. Penalti indiscutible y con estilo. El brasileño marcaba el segundo, también desde los once metros.

Un Rayo de esperanza

El Barça se iba al descanso ganando, pero con la sensación de haber fallado media docena de goles cantados. Y de salida en la segunda parte pudo empatar el Rayo, pero Ebert finalizó la jugada peor que Dan Brown sus novelas. Habían pasado 30 segundos del saque inicial. Y dos minutos después, Claudio Bravo sacó una mano imposible a Javi Guerra que era el 2-2. Y otros dos minutos más tarde, de nuevo el portero del Barça salvó dos ocasiones cantadas al pichichi rayista y a Ebert. El Rayo merecía el segundo. Y el tercero. Bebé era el dueño del partido y estaba destrozando a cuantos azulgranas le salían a su paso.

Mandaban los hombres de Paco con un monólogo de toque y fútbol muy bien jugado. El Rayo podría haber dado la campanada en el Camp Nou si el velocísimo Lass hubiera sabido definir en el área. Claro, si con esa velocidad tuviera gol, no jugaría en el Rayo, jugaría en el Barça. Como Neymar, que no había tocado la pelota en la segunda parte y aprovechó la primera que tocó para marcar el tercero tras una grandísima parada de Toño a Luis Suárez. Y luego el cuarto, cedido en bandeja por el uruguayo para que la empujara el brasileño. Un póker que sentenciaba a un Rayo que jugó mejor la partida, pero con mucho peores cartas. Un Rayo valiente. Un Rayo memorable. El Rayo de Paco Jémez.

Le dio tiempo a Luis Suárez para marcar el quinto, a pase de su socio Neymar. Incluso el Camp Nou se tomó a cachondeo el cambio de Dani Alves por Douglas, ovacionado como si fuera Messi regresando de la lesión. Y al Rayo, aunque fuera demasiado tarde, para marcar el segundo –otra vez Javi Guerra–, un premio demasiado escaso para el dominio de los rayistas en la segunda mitad.

 

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