Tour 2016: El penúltimo ataque de Contador
Sería complicado tirar de amnesia para no recordar al renacido chaval de Pinto atacar en un Galibier lejano a meta, un movimiento suicida, con más flashes que efectividad, siguiendo los bailoteos del por entonces favorito Valverde. Christophe Moreau fue el que desató la caja de los fuegos artificiales en un Tour de Francia de 2007 que lo prometía todo y nada. Era el parpadeo del que hablaba Izal. Un rápido destello llamado Alberto Contador.
El inicio de un idilio con la carrera de las carreras en el que no todo ha sido amor. En aquella ocasión, inició un feudo contra el invencible en la montaña Michael Rasmussen. Nadie pudo pararle con la carretera cuesta arriba, ni siquiera el propio Alberto que había disparado por primera vez en la cima de Plateau de Belle. Rasmussen era el verbo hecho carne: el amarillo da alas.
Amstrong había dejado un Tour huérfano de líder, y a falta de un puntito en las piernas de Cadel Evans, todo se reducía a ellos dos. Contador se hizo hombre el día de la Col de Peyresourde: cuatro brutales ataques, manteniéndolos a fondo, a los que Rasmussen se agarró como una novia en la discoteca. Una jornada de ciclismo sin calculadora, de época, que no iba a terminar como parecía.
Luego pasó aquello del control antidopaje del que escapó Rasmussen y sus maletas se fueron de Francia antes de visitar los Campos Elíseos. Fue un Tour que encontró Contador cuando sólo era una promesa. Hace casi 10 años de aquella imagen que iniciaba una época dorada de Tour de Francia para los españoles: Pereiro en 2006 y, ahora, el futuro de todo un país en las delgadas piernas del chaval que superó un ictus.
Dos victorias más
En 2008, la UCI excluyó al equipo Astana por sus escándalos pretéritos de dopaje: Contador se quedaba sin Tour de Francia. Carlos Sastre hizo buena su ausencia dando un espectáculo todavía superior atacando a pie de L’Alpe D’Huez, sacando 2’15» a los Evans, Schleck, Valverde y compañía. Luego llegó aquella contrarreloj mágica y el triunfo final en París para un ciclista que siempre persiguió un cum laude desde su victoria en el Ax 3 Domaines allá por 2003. Se hacía mayor… cuando ya era mayor: 33 años.
Volvió Contador y el Astana en 2009… y regresaron con Amstrong. Sí, la leyenda, el todopoderoso Lance volvía a tierras francesas para hacer su polémica figura todavía más gigantesca. Para Contador la situación era como la de ser el mejor cronista de tu periódico y que fichen a Trueba en tu sección. Sacó la pluma, se exprimió los sesos y pintó la cara a un Lance que no tenía el diesel de antaño. Verbier (etapa 15ª) fue el día de la reivindicación en un ataque que dejó a todos clavados. El resto, es historia. Ganó la carrera en la bici… y en el hotel.
Luego fue 2010, la no victoria por 50 picogramos. No sirvió de nada el duelo de la nueva época entre él y Andy Schleck. Una batalla que acabó muriendo fruto del Clembuterol y las lesiones del luxemburgués que colgó la bicicleta con 29 años. Tour épico entre ambos corredores, que acabará olvidado, como un amor de festival, para el que sólo mire la clasificación final.
En 2011, Contador se tropezó en el Tour. Entró torcido con una caída en la primera etapa que le costó 1 minuto y 20 segundos… y heridas que no le permitieron abrir gas en la montaña. Fue la carrera de aquel irracional ataque a 92 kilómetros de meta buscando, realmente, poder hacerse con el maillot amarillo. El día anterior de su boca había salido un: «El Tour está imposible».
Cuando le capturaron a pie de puerto de L’Alpe D’Huez, volvió a atacar, gastando sus kilojulios finales. A 2 kilómetros para el final, Pierre Rolland le adelantó. Murió en la orilla en una de las mejores etapas de siempre. Otro recuerdo mojado que quedará perenne en las retinas. Ganó Cadel Evans, otro eterno candidato, que firmó un Tour de Francia a lo Carlos Sastre en 2008: tenía 34 años. El más veterano en ganarlo.
La mala suerte ha sido una tónica para los últimos años de Alberto Contador en la ronda gala. En 2012 no corrió por la sanción; en 2013 y 2014 se cayó, en el primero evitando un buen rendimiento, en el segundo, provocando la retirada. La temporada pasada llegó de su triunfo en el Giro de Italia, y no había piernas para más: quinto, y a esperar el 2016. Es su última bala en la recámara de su ya anticuada pistola. Un imposible: lograr otro Tour de Francia con 7 años de diferencia desde su último rodeo triunfal en París.
Ha sido una década de viajes en soledad por las cordilleras francesas, de locuras transitorias que terminaron a pie del siguiente puerto, de caídas infames que destrozaron un sueño que siempre es un imposible hasta ver París; días de lluvia, frío y calor por Alpes y Pirineos, tardes agónicas contra el crono, polémicas de pesadilla con chuletones cuestionables, pero sobre todo, una historia de valentía. De honrar un ciclismo de época que parecía cosa de Merckx, Ocaña y Perico Delgado. Contador, quizá no ganes el Tour, tal vez ni siquiera pises el podio, pero el espectáculo de verte levantado en la bici, de volver a demarrar sin fuerzas en unas ya castigadas piernas, de seguir luchando en tu noveno Tour, te convierte en una leyenda imposible de olvidar. Tócala otra vez, Alberto. Ataca por última vez, Contador.