La nieve y el frío destrozan el tercer día de test con Fernando Alonso de líder
El pesimismo previo quemaba el martes en Barcelona como una dulce mentira, convirtiendo las palabras en un falso temporal que no habría de llegar. Los peores presagios se hicieron tangibles en forma de una nieve densa durante toda la mañana del miércoles. Iba a ser imposible la práctica automovilística en Montmeló: el día estaba perdido.
Entre enfados por los mentideros del paddock, con rumores de posibles cambios, días adicionales e incluso Baréin, tierra de fuego eterna, metiendo baza para futuras pretemporadas. En el desierto, está claro, no nieva. Así las cosas, los minutos se iban a triplicar entre una atmósfera incómoda de silencio y abandono nunca visto en un día de acción en el Circuit. Vueltas de instalación varias, juegos en Twitter… y Fernando Alonso.
El único tiempo cronometrado del día fue para el de McLaren, apurando los últimos minutos de la sesión, para hacerse con el liderazgo menos eficiente de la historia de los test. Quizá fue una jugada de mentalista, un golpe moral para verse en lo más alto de la tabla, el lugar que nunca debió abandonar a un constante infortunio mecánico patrocinado por Honda.
Pero lejos de épicas baratas, el día de pruebas no se entendió en ninguna mente: no tenía sentido seguir agotando segundos de test sin poder pisar la pista para hacer algo útil. Más carente de utilidad fue la negación de dos escuderías, cuyo nombre se irá al anonimato, de posponer la jornada al domingo o lunes. Un día perdido, congelado por la nieve.
En las pantallas dominaba el nombre de Fernando Alonso, con un tiempo discreto, inútil, de 2:18.545 y 10 vueltas en su haber. Le acompañaron en la locura durante el día otros cuatro pilotos: Ricciardo, Ericsson, Hartley y Kubica. En total sumaron todos 16 giros: absurdo. Con la esperanza de un receso de las nubes para el jueves, la noche se fue cerrando en un miércoles de blue monday. Porque, seguramente, aquel fue el día más deprimente de Fórmula 1 en mucho tiempo.