Neymar pide a goles subir al trono de Messi

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Neymar dispara a portería ante la oposición de tres defensas del Villarreal. (AFP)
Miguel Serrano
  • Miguel Serrano
  • Me confundieron con un joven prodigio pero acabé de periodista. Escribo cosas de deportes y del Real Madrid en OKDIARIO, igual que antes las escribía en Marca. También a veces hablo por la radio y casi siempre sin decir palabrotas. Soy bastante tocapelotas. Perdonen las molestias.

El partido arrancó cerrado, como una sucursal bancaria en domingo, con el Barça enredado en el planteamiento de Marcelino, que emulaba a Spiderman tejiendo una enorme tela de araña, que sólo la conexión Iniesta-Neymar intentaba destejer con más empeño que éxito. En los primeros 20 minutos, el partido estaba donde quería el Villarreal: juntitos los amarillos haciendo el campo estrecho por delante de su área, con Soldado esperando una contra caña en ristre.

Poco a poco reculaba el Villarreal ante la amenaza de las gambetas de Neymar, gustándose en su papel de heredero de Messi. La primera ocasión clara la tuvo Mathieu, cuyo disparo dentro del área lo rechazó Aréola con el pie. En la jugada de vuelta un cabezazo de Dos Santos se fue alto tras un buen centro de Samu Castillejo. El Barça monopolizaba el balón y el Villarreal se defendía con orden. Sólo la magia de Iniesta o el desborde de Neymar rompían de vez en cuando las filas del ejército amarillo.

Se estiraba un poco el Villarreal en los momentos finales del primer tiempo, con los jóvenes Samu y Denis Suárez gustándose en el Camp Nou. El Barça se desesperaba y el público reclamaba cada falta como si fuera un partido contra el Madrid. El acordeón de Marcelino –todos hacia adelante, todos hacia atrás– sonaba mejor que el de Maria Jesús, la de Los Pajaritos.

Una parada memorable de Claudio Bravo a Samu en el último segundo evitaba que el Villarreal se fuera por delante en el marcador. El Barça se marchaba al descanso con la sensación de que no iba a ser nada fácil derrotar a un equipo tácticamente perfecto. Los aficionados culés la tomaban con Clos, por señalar a alguien más que nada.

Arrancaban iracundos los de Luis Enrique la segunda parte, protestando a Clos todas las jugadas y el árbitro respondía desenfundando amarillas como si estuviera en el salvaje Oeste. Un error defensivo pudo penalizar al Villarreal, pero ni Munir de cabeza ni Alves con el pie supieron acertar con la portería amarilla, salvada por Aréola en última instancia.

Luis Suárez iba cazando todo lo que caía por sus inmediaciones pero sin puntería. Otra vez el Villarreal replegaba y el Barça tocaba, pero sólo creaba peligro cuando Neymar entraba en contacto con la pelota. Y fue precisamente el brasileño el que encontró el camino del gol, después de una magnífica recuperación de Busquets en la presión alta. El pase del mediocentro encontró el desmarque de Neymar, que definió con un tiro seco y raso.

El ‘show’ de Neymar

Luis Enrique lo celebró como si hubiera ganado un Iron Man, consciente de que el partido se empezaba a poner cuesta arriba. Movió el banquillo Marcelino y se hizo el sueco Clos después de que Neymar tirara un feo pisotón a un jugador del Villarreal que debió ser la segunda amarilla para el brasileño, con el Clásico a la vuelta de la esquina.

Resolvió el Barça el partido con su enésimo penalti a favor en esta Liga. No admitía dudas la entrada clamorosa de Jaume Costa a Munir. Luis Suárez lo tiró y sentenció el choque. Después de tanto nadar, el Villarreal se ahogaba cuando ya vislumbraba las paradisiacas playas del empate en el Camp Nou. Pero este Barça, aun sin Messi, es mucho Barça.

Faltaba lo mejor del partido, el tercer gol del Barça, obra –cómo no– de Neymar tras culminar con un sombrero mágico una contra de manual del equipo de Luis Enrique. Ya nadie tiene dudas. El trono de Messi en el fútbol mundial tiene un aspirante por encima de los demás: se llama Neymar y sí, también juega en el Barcelona.

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