La Decimotercera maravilla del mundo
Un gol sobrecogedor, histórico y bellísimo de chilena de Gareth Bale y dos cantadas groseras del portero Karius dieron al Real Madrid su Decimotercera Copa de Europa después de derrotar por 3-1 al Liverpool en una final de la Champions vertiginosa y cardiaca. El galés salió del banquillo para firmar una actuación memorable, doblete y golazo incluido, y se consagró como héroe de Kiev. En el otro lado Karius queda señalado de por vida por sus dos tremendos errores.
Érase una vez una historia de amor entre un equipo de fútbol y un trofeo. El equipo vestía de blanco y el trofeo refulgía en plata con sus enormes asas como orejas. Érase una historia de héroes, de sufrimiento y felicidad, de lágrimas, de dolor y placer, de miedos, de belleza pura, de fútbol. Érase el Real Madrid y érase la Champions. Érase la Decimotercera.
La historia de amor entre el Real Madrid y la Copa de Europa, en la que el maestro Di Stéfano escribió los primeros renglones, continuó en Kiev con final feliz. Sí, el Madrid otra vez campeón de Europa. La rutina de la gloria. El idilio perpetuo del Madrid y la Champions, condenados a quererse un año sí y otro también. Porque en la Champions juegan once contra once y al final gana el Real Madrid.
A poco más de una hora de la final se conoció el undécimo pasajero en el once del Real Madrid. Era Benzema. No jugaba Bale, quien sabe si en su última final de blanco. Zidane apostaba por el mismo once que trituró a la Juventus en Cardiff como una batidora tritura un puré de verduras. Jugaba Isco, por supuesto. El equipo era una declaración de intenciones. Si el Liverpool apostaba por el vértigo, el Real Madrid optaba por la pausa.
Extrañaba no ver a Bale entre los elegidos después de un mes de mayo donde se le han caído los goles como al PP los sobres, pero la apuesta de Zizou por Benzema discurre entre la cabezonería y la devoción. No había sorpresas en el once del Liverpool, que salía con sus tres balas arriba: Mané, Firmino y Salah. Caía la noche en Kiev y el Estadio Olímpico refulgía con el brillo cegador de la Champions justo cuando sonaba ese himno que todos los equipos de Europa querrían escuchar, pero que, al menos esta noche, estaba reservado para el Real Madrid y el Liverpool.
Dominio ‘red’ de salida
Apretó de salida el Liverpool con una presión furiosa en la salida del balón del Real Madrid. Los blancos buscaban caminos por la vía de Marcelo, que siempre es una senda directa al área rival. También por ahí percutía el Liverpool, sabedor Klopp que la izquierda, como en la política española, es el lado débil del Madrid.
Muy pronto el Liverpool encerró al Real Madrid en su área. La intensidad, la presión y el vértigo del equipo de Klopp dejaba grogui a los de Zidane, que apenas salían de su área. Una salida de Keylor a los pies de Mané evitó que la sangre llegara al río a las primeras de cambio.
Respondió Marcelo con un disparo raso y cruzado que se marchó torcido, como el futuro del PP, a la izquierda de Karius. El Liverpool aflojó la presión y el Real Madrid se adueñó de la pelota. Bajaban las pulsaciones del madridismo, que había vivido con un punto de congoja el arranque de la final.
Al cuarto de hora tuvo Cristiano Ronaldo la ocasión de la final. Fue un robo en el medio de Carvajal, que asistió para la galopada del luso. CR7 se metió en diagonal hacia el área y reventó la pelota. Su disparo se marchó alto por poco. Lamento y respiro. Pero el Liverpool volvió raudo a la carga y en un balón aéreo Van Dijk estuvo a punto de aprovechar la salida en falso de Keylor Navas.
Perdona Firmino, salvan Ramos y Keylor
En el 22 el Liverpool perdonó el 0-1 dos veces en la misma jugada. Primero fue Firmino el que disparó dentro del área y su tiro se estrelló contra el tacón del salvador Ramos, una vez más. El rechace le cayó a Arnold, que la pegó duro abajo. La respuesta de Keylor Navas, que estaba tapado, fue acertadísima. El Real Madrid superaba otro susto.
Y a la media hora la desgracia se cebó con el Liverpool y la suerte con el Real Madrid. En un forcejeo con Sergio Ramos, cayó al suelo Salah y se lastimó la clavícula. Le atendieron, intentó volver al partido, pero un minutos después se echó al césped llorando. La final de la Champions había acabado prematuramente para El Faraón. Muchos dirán que Zidane se había llevado su flor a Kiev, pero no adelantemos acontecimientos.
El Liverpool acusó el golpe de perder a su mejor jugador y el Real Madrid se vino arriba. Pero entonces el karma se volvió contra los blancos y se rompió Carvajal. El lateral del Real Madrid también dejaba llorando el césped del Olímpico de Kiev. Zidane y Klopp ya habían gastado su primera bala a la media hora de la final.
El duelo entró entonces en una suerte de armisticio, como si ambos equipos no quisieran hacerse daño hasta el descanso. No lo respetaron Cristiano ni Benzema en una jugada que acabó en gol… anulado por fuera de juego de ambos. Así que con el inesperado 0-0 en el marcador del Olímpico de Kiev nos fuimos al entretiempo.
La cantada del siglo… y el gol del siglo
Reanudóse el juego y el Real Madrid salió con todo. En el 47 tuvo Isco en sus botas el 1-0 tras un mal rechace de Lovren. Listo anduvo el malagueño para rebañar el rechace con una vaselina que se topó con el travesaño en su camino hacia el gol. Los blancos ya manejaban la final a su antojo.
Y entonces llegó el primer gol de la final. Fue un regalo antológico de Karius, una de esas cantadas groseras y obscenas que marcan a un portero para el resto de sus días. Pero para el resto no ya de su carrera deportiva sino de su vida. Benzema corrió a un desmarque que acabó en las manos del meta del Liverpool. Pero entonces algo debió de pasar por la cabeza de Karius que sacó con la mano teniendo a Benzema delante. El francés estiró el pie y marcó, como se decía en el futbolín, de cuchara.
Poco duróle la alegría al Real Madrid porque el tanto blanco espoleó al Liverpool, que se echó al monte. Encontraron el 1-1 los de Klopp en un córner. Lovren, en falta sobre Ramos, ganó el balón aéreo y prolongó hacia el área pequeña. Allí Mané estuvo más rápido que Marcelo y también metió la punterita para adelantarse a Keylor. La final volvía a empezar.
Al 60 se redimió de parte de sus pecados Karius con una gran parada al tiro de Isco dentro del área. Y entonces Zidane sentó al malagueño y metió a Bale. El galés saltó al césped de Kiev para marcar el gol de la final, el gol del año, el gol del siglo, puede que el gol de la Decimotercera. Centró Marcelo, voló el galés, se sostuvo en el aire desafiando a la gravedad y percutió, de chilena y de espaldas a la portería, con un remate primoroso que ya es historia del Real Madrid.
Sufrimiento hasta el final
No hay palabras con belleza suficiente para describir el tremendo golazo del galés. Fue algo histórico, sobrecogedor, emocionante, uno de esos goles que pervivirán en la eternidad. No se rindió, sin embargo, el Liverpool, que volvió a atacar y esta vez fue el palo el que salvó al Real Madrid del tiro cruzado de Mané.
En el 72 Cristiano Ronaldo perdonó un gol cantado que habría dado al Real Madrid el otro asa de la Decimotercera. Se plantó solito en el área delante de Karius, pero estuvo lento y Arnold le rebañó la pelota cuando estaba a punto de hacer el 3-1. Sí lo haría Bale, otra vez Bale, en las postrimerías del encuentro en otra cantada catedralicia de Karius. El disparo lejano del galés se le coló al portero del Liverpool, que firmó una de esas actuaciones que llevan a uno al suicidio.
El 3-1 sentenció la final y el Real Madrid, superados los minutos cercanos y posteriores del 90 selló la Decimotercera gracias a un héroe, Gareth Bale, y a un villano, Loris Karius.