Chiellini se pone bravucón: «A Cristiano me lo dejáis a mí»
Giorgio Chiellini (Pisa, 1934) siempre ha sido un central de rompe y rasga, de los de la vieja escuela, uno de esos tipos que quita el hipo con sólo mirarte a la cara. Podría ser el malo de una peli del Oeste o de Van Damme. “O pasa el balón o pasa el jugador”, que decía el mítico Goyo Benito. Ahora, al filo de los 33 años, el central de la Juve está, posiblemente, ante su última oportunidad de levantar una Champions. Y no quiere dejarla escapar.
Se ha enfrentado a los mejores delanteros del mundo siempre sin arrugarse y tampoco quiere hacerlo en Cardiff. “A Cristiano me lo dejáis a mí”, ha comentado bravucón a sus compañeros, quizá para contagiarles el ánimo necesario para enfrentarse a un jugador, Cristiano Ronaldo, que viene de marcar 8 goles en los últimos cuatro duelos de Champions, entre los cuartos ante el Bayern y las semifinales frente al Atlético.
Chiellini es un viejo zorro y sabe que parar a Cristiano Ronaldo es acabar con la mayor amenaza del Real Madrid en la final. El italiano, duro y marrullero cuando se tercia, utilizará todo lo que esté a su alcance para frenar a CR7, sin dudar en hacer falta cuando sea necesario. “Hay que taparle siempre su salida a la pierna derecha, con eso le paras”, insiste a sus compañeros.
Puede que sea el eslabón menos técnico de la BBC juventina –Barzagli, Bonucci y Chiellini–, pero también es el más duro. Las 91 amarillas y seis rojas que ha visto en su carrera lo prueban. Sus piques con los delanteros más calientes del mundo forman ya parte de la historia del fútbol. El mordisco que le propinó Luis Suárez, después de su marcaje en el Mundial de Brasil 2014, es una de las estampas por las que Chiellini pasará a la posteridad.
Ahora quiere enseñar sus garras a Cristiano Ronaldo. No le tiene miedo, porque Chiellini no se asusta fácilmente. Ya lo dijo antes de jugar la semifinal contra el Barça: “A Cristiano se le puede parar, con Messi sólo puedes santiguarte”. Quizá su orgullo y su soberbia puedan ser su mayor pecado para arder en el infierno de Cardiff.