El Madrid sobrevive a otro atraco en el Camp Nou
No es noticia que el Real Madrid vaya al Camp Nou y le tanguen. Ocurrió la temporada pasada con Clos Gómez y aquel penalti de Mascherano a Lucas Vázquez, ocurrió en la Supercopa con De Burgos Bengoetxea (manos arriba) y volvió a ocurrir anoche con Hernández Hernández, que dio validez a un gol de Messi precedido de una falta escandalosa de Luis Suárez y no vio o no quiso ver un penalti clamoroso de Jordi Alba a Marcelo. Al final, el equipo de Zidane sobrevivió a otro atraco en Barcelona y salvó un meritorio empate que no vale para nada. El Barça, sujetado por el arbitraje, salva su récord de imbatibilidad.
Érase una vez un Clásico de mentirijillas. Un Barça–Madrid descafeniado como el café de un hipertenso. Un partido de atrezzo como la cantina de La Guerra de las Galaxias, fantástico e irreal, pero llena de monstruos de otro planeta. Jugaban Cristiano y Messi y estos no suelen tomarse ningún partido a broma, ni siquiera los que no tienen en juego más allá de la posibilidad de meter un poco el dedo en el ojo al enemigo.
Valverde puso a su mejor once como homenaje a los que han ganado merecidamente una Liga de la que los rivales dimitieron más rápido que Cifuentes con lo de las cremas. Jugaba Coutinho y no Dembélé, posiblemente el dinero peor invertido desde lo de Fórum Filatélico. Digamos que en el Barcelona estaban todos.
En el Real Madrid más o menos. Zidane optó por dar descanso a Lucas Vázquez, que se ha ganado la camiseta de titular en este equipo y meter en el once a Bale. El Camp Nou siempre es un buen puerto para fardar de un yate que está en venta. También entraba Nacho al lateral derecho en lugar del lesionado Carvajal, cuya ausencia demuestra que a la plantilla del Madrid le salen hilillos, como decía Rajoy del Prestige.
Arrancó el Clásico light a un ritmo cadencioso, como si alguien hubiera ralentizado la tele. Presionaba arriba el Barça y al Real Madrid se le hacía cuesta arriba sacar la pelota. El primer aviso culé fue una conexión de la sociedad Messi-Suárez. Varane se cruzó salvador para evitar el primer tanto del Clásico. La respuesta blanca fue un desmarque de Cristiano (mal) anulado por el árbitro, que señaló fuera de juego.
Manda el Barça, marca Suárez
Como el Real Madrid se puso a presionar, empezó a dejar hectáreas a la espalda de su defensa. Y en una de esas presiones interruptus, llegó el gol del Barça. Todo el Madrid muy arriba y muy mal parado. Sergi Roberto supo sacar la pelota y apoyarse en Luis Suárez, que descargó de primeras en el centro del campo. Sergi Roberto tenía una autopista por delante y sin pagar peaje. Corrió, levantó la cabeza y se la puso a Luis Suárez, que remató de primeras para batir a Keylor Navas.
Al 1-0 respondió rápido el Real Madrid con un jugadón que inició Cristiano con un taconazo maravilloso dentro del área. Ronaldo se apoyó en Kroos, que la colgó tocadita a la cabeza de Bale. El galés cabeceó hacia la portería sin mucha fuerza, pero allí llegó Cristiano para entrar con todo y dejarse medio tobillo para marcar el gol del empate.
Las tablas insuflaron ánimo al Real Madrid, que se hizo con el mando de la pelota y del partido. Ahora le tocaba sufrir al Barça. Cristiano estaba crecido, suelto, desatado. Tuvo el 1-2 en el 26, pero se topó con el monstruoso Ter Stegen, que se le echó encima y le tapó todos los huecos. Un minuto después volvió a coquetear CR7 con el gol, pero su disparo dentro del área se fue a la izquierda del meta azulgrana.
Reacción imponente del Madrid
El Real Madrid, perdido el ímpetu inicial del Barça, dominó el Clásico con suficiencia. Los azulgranas estaban bloqueados con la pelota e intimidados en las áreas ante las acometidas por sorpresa de Kroos, Modric y Marcelo y la presencia de un imponente Ronaldo. El centro del campo azulgrana no presionaba y permitía que los jugones del Madrid camparan a sus anchas.
Las marrullerías de Luis Suárez calentaron el Clásico. Hasta Messi debió ser expulsado por un entradón alevoso a Sergio Ramos. Al final, el que se la llevó fue Sergi Roberto, que le pegó un pescozón a Marcelo que no venía a cuento. Todo eso ocurrió en los cinco minutos previos al descanso de un Clásico en el que no habían pasado muchos piques reseñables, más allá de Luis Suárez que vive en un pique permanente con el universo.
Un gol ilegal, un penalti escamoteado…
Después de algún que otro pique en el túnel de vestuarios el Clásico volvió al césped. Ya sin Cristiano que, como les dijimos más arriba, se había dejado medio tobillo en el 1-1. Y siguió el lío. Mejor dicho, esta vez el robo de Hernández Hernández. Fue una acción en la que Luis Suárez hizo una falta como una catedral a Varane. El árbitro la tuvo que ver porque fue casi obscena, pero dejó seguir la jugada. El uruguayo asistió a Messi, que dribló en el área a los defensores del Real Madrid y batió por bajo a Keylor Navas.
Messi postureó como a él le gusta en la celebración de un gol que no debió subir al marcador. El Barça se ponía injustamente por delante, pero se ponía. El Real Madrid tenía uno más y a Benzema, con lo que las fuerzas se igualaban un poco. Valverde quitó a Iniesta, intrascendente en su último Clásico, y metió a Paulinho en busca de músculo y oxígeno para su equipo. Respondió Zidane con un cambio atrevido: Lucas Vázquez por Nacho.
El Barça lo fio todo a las contras y en una de ellas Messi tuvo el 3-1, pero llegó tan fundido que su disparo final le salió algo centrado y lo sacó muy bien Keylor en el mano a mano. La parada de Keylor y el fallo de Messi –porque Messi también falla– espolearon al Real Madrid, que igualó dos minutos después. El tanto fue un disparo maravilloso en la frontal de Gareth Bale, que apareció de la nada para encontrar un espacio imaginado por Asensio y conectar un zurdazo imposible ante el que nada podía hacer el mismísimo Ter Stegen.
Pero el robo de Hernández Hernández no había terminado ahí porque al filo del 80 no vio (o no quiso ver) un penalti descaradísimo de Jordi Alba a Marcelo. No se puede relatar, casi es mejor verlo. Alba derribó a Marcelo descaradamente, pero el árbitro se hizo el bruto, el ciego y el sordomudo como cantaba Shakira. El robo estaba perpetrado en dos capítulos: la falta de Luis Suárez en el 2-1 y el penalti no pitado a Jordi Alba.
Al final, el Real Madrid no pudo encontrar un tercer gol que mereció y el Barcelona, gracias al robo de Hernández Hernández, pudo mantenerse invicto en un Clásico en el que mereció perder, pero ya se sabe que los azulgrana en la Liga siempre –miento, muchas veces– juegan con uno más.