Copa del Rey: Barça-Tenerife

El Barça confirma el Clásico abrasando al Tenerife

Los culés metieron 40 puntos en un segundo cuarto histórico y pudieron guardar energías en la segunda parte

Barça, Tenerife
Hernangómez fue uno de los mejores del Barça. (ACB Photo)
Guillermo Sáez

El Barça ha destrozado al Tenerife en la segunda semifinal de la Copa del Rey de baloncesto (108-76) y este domingo habrá Clásico contra el Real Madrid. Un segundo cuarto memorable, inédito en toda la historia del torneo y donde los culés le endosaron un +32 a los canarios, liquidó el encuentro antes del descanso. Los dos grandes del baloncesto español volverán a pelear por el título dos años después de su última final en Granada con triunfo culé.

Es difícil escribir una crónica de baloncesto cuando todo lo importante se concentra en uno de los cuatro cuartos que vertebran cada encuentro. Se podría contar que el Barcelona empezó bastante bien. Que Jabari Parker lideró el 7-0 de inicio. Que luego el Tenerife reaccionó cuando Marcelinho Huertas ingresó en la pista y que incluso llegó a ponerse por delante. Que Abromaitis anotó un triple sobre la bocina del primer cuarto y que la afición canaria lo celebró con euforia (14-16). Pero todas esas cosas palidecen al ponerlas junto a lo que ocurrió justo después.

Y lo que ocurrió es que el Barça desató una tormenta como nunca se había visto en toda la historia de la Copa, un torneo que ya por su 88ª edición. Con eso está todo dicho, pero claro, hay que seguir contando cosas o la crónica se quedaría en un breve. Y las semifinales del torneo más rumboso del baloncesto español no merecen tal menosprecio. Vamos allá.

El Barça cantó las 40 en 10 minutos ante un Tenerife empequeñecido hasta casi desaparecer del parqué. La tormenta se desató principalmente desde la línea de tres con siete aciertos en diez intentos. Abrines, Da Silva, Laprovittola, Brizuela, Satoransky… Todos se iban turnando para zurrarle al Tenerife, igual que en aquella escena inolvidable de Aterriza como puedas donde los pasajeros esperaban su turno con paciencia para abofetear a una pasajera que había entrado en pánico. Esta vez no estaba Kareem Abdul-Jabbar a los mandos, sino un feliz Roger Grimau.

Al descanso la ventaja era de 30 puntos (54-24) y en el Barça habían anotado 11 de sus 12 jugadores convocados. Solo faltaba James Nnaji, pero es que el pívot no había jugado ni un segundo. Un dato que resume a la perfección la faena coral de los azulgrana que rajó de arriba abajo la emoción del partido. El anterior récord de puntos en un cuarto de Copa había caído, los 38 que el Madrid le metió al Barça en la final de 2018.

Después de cuatro eliminatorias de cuartos muy interesantes en muchos sentidos, todas ellas con emoción hasta los últimos minutos, fue una pena que este sábado las dos semifinales carecieran de emoción, ya que el Real Madrid también había pasado por encima del Valencia Basket en la primera entrega.

La segunda parte solo sirvió para el regocijo de la afición culé, pitada con fuerza cada vez que cantó su himno, y para que el resto del pabellón se divirtiera haciendo la ola e incluso cantando el añejo «¡Hola, don Pepito! ¡Hola, don José». Cualquier cosa valía para entretenerse porque el partido había quedado reducido a una inesperada pachanga. Este domingo la historia se barrunta muy diferente.

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