Biografía de Isabel de Portugal
Isabel de Portugal nació el 24 de octubre de 1503 en Lisboa. Fue prima y esposa del famoso emperador Carlos V (Carlos I de España). A su vez era hija de Manuel I de Portugal y de María de Aragón. A continuación vamos a conocer más sobre la biografía de este personaje de nuestra historia y que pese a tenerlo todo para ser feliz, tuvo una vida y un final sin suerte.
Un matrimonio fruto de su condición real y de la época
La boda se produjo en 1526 y la dote ascendió a 900.000 doblas de oro castellanas de 365 maravedíes la dobla. Con el matrimonio, la política de matrimonios de los Reyes Católicos que buscaba la unión de Castilla y Portugal se mantenía. Nuestra protagonista, de los trece años de matrimonio, pasó seis sola.
Sus hijos, Felipe, nació en 1527 y la infanta María en 1528, la cual se casaría con el Emperador Maximiliano II. Curiosamente una de sus hijas, María de Austria, sería la última esposa de Felipe II.
Años más tarde, en 1535, tuvieron a Juana, la cual se casó con el rey Sebastián de Portugal, del que enviudaría cuando estaba embarazada, ya que murió en la guerra. Este matrimonio fue el que llevó a la futura anexión de Portugal por Felipe II.
Isabel de Portugal murió en Toledo en 1539 después de un parto prematuro donde el niño nació muerto. Fue una mujer que por su belleza y encanto cautivó a mucha de la corte. Los restos están en la Cripta Real del Monasterio de El Escorial. Carlos su esposo quedó muy afectado y se retiró por un tiempo al Monasterio de Sisla en Toledo.
Una emperatriz que ligo su vida a la de su consorte
Como muchas de las mujeres que han vivido en la historia a la sombra de hombres importantes, si biografía está ligada a la del consorte. Isabel de Portugal tuvo una vida ligada en lo emocional y político a su esposo.
Su vida fue bastante solitaria, pues tuvo que esperar durante dilatados espacios de tiempo a un gobernante que tenía que atender a un Imperio enorme en su extensión.
Llegó a ser gobernadora de España en ausencia de su marido hasta 4 años. No son pocos los biógrafos que aseguran que dicho estado de soledad contribuyó a su fallecimiento prematuro. Curiosamente, la que fuera emperatriz del Sacro Imperio Romano nunca salió de la Península Ibérica, donde fue fiel a su marido hasta su muerte.
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