Peggy Guggenheim: los golpes de suerte de una millonaria en el mundo del arte
Peggy Guggenheim, mecenas de arte y multimillonaria de Nueva York, siempre ha sabido cómo hacer negocios con las obras de arte. Bueno, ciertamente, a veces era consciente de que su inversión iba a ser fructífera y otras veces no. Los golpes de suerte también han sido uno de los ingredientes en su vida a la hora de manejar su fortuna. Fue de las primeras coleccionistas en comprar los lienzos de ‘action painting’ de Jackson Pollock. Unas obras que, en principio, no eran de su gusto y que compraba por unas sumas de dinero realmente bajas: 1.000 dólares por unas obras que hoy en día se rematan en las subastas con cifras de susto. En Sotheby’s uno de sus lienzos fue vendido por 140 millones de euros.
Peggy Guggenheim respondía al nombre de Marguerite. Nació entre dinero, tuvo dinero y ayudó con dinero a los artistas con los que trataba arrastrada por la lástima. Lo que no sabía la alocada y extravagante Peggy Guggenheim es que gracias a esa consideración con los artistas que protagonizaron las vanguardias históricas se iba a convertir en una de las coleccionistas más importantes del S.XX.
Con 21 años heredó 3 millones de dólares
El apellido Guggenheim no es un aliño baladí, todo lo contrario, Peggy formaba parte de una de las sagas más importantes de la sociedad de EEUU. Hija de Benjamin Guggenheim, un magnate dedicado al mundo de la metalurgia, mujeriego y poco astuto para los negocios, encontró la muerte en el hundimiento del Titanic en 1912 junto con su amante, Léontine Aubart.
Esta repentina muerte dejó en las manos de Peggy, con 21 años, una fortuna de casi 3 millones de dólares, un dineral en aquella época. Sería su primer contacto directo con la riqueza. Joven y con ese mullido colchón vivía la vida, pero aun así comenzó a trabajar en una biblioteca donde conoció la revolución social que se vivía en Europa y que se reflejaba en las obras de arte: se iba dejando de lado la figuración para apostar por otros estilos más rompedores como el cubismo, el dadaísmo o el surrealismo.
Abre una galería en Londres con 450.000 dólares
Partió a París en 1920 donde conoció al rompedor Marcel Duchamp, su obra más famosa es “La Fuente”, un urinario elevado a obra de arte que ha sido considerada como la obra más influyente del pasado siglo. El juicio de si esto es arte o no, lo obviaremos, levanta demasiadas opiniones enfrentadas que no conviene revolver, al menos aquí o ahora.
Él enseñó a Guggenheim la belleza del arte fuera del academicismo, un cariño por la modernidad que le llevó a abrir su primera galería. Con 40 años su madre muere y hereda 450.000 dólares. Se preguntó a sí misma: ¿Qué hago? “Monté la galería de arte porque pensé que era más barato que una editorial, nunca pensé que gastaría tanto”. La primera exposición fue con Jean Cocteau, un desconocido pintor del que no se vendió nada. Ella, por lástima, invertía su fortuna en comprar secretamente los lienzos para que ellos no se sintieran mal. Finalmente tuvo que cerrar, el público inglés no entendió la modernidad que más tarde en NY llenaría salas y los bolsillos de las casas de subastas.
Le gustaba el lujo y tenía buen gusto, pero la vida la maltrató, lo que hizo de ella una mujer en libertad. Pero a diferencia de Coco Chanel, ella no usó a los hombres para financiarse, ni sabía lo que era no llegar a fin de mes. Se podía permitir vivir en las mejores zonas de las ciudades europeas, en los mejores palacios, comprar coches de lujo y hacer inversiones en arte.
La multimillonaria de EEUU sabía lo que hacía y donde ponía su capital, compraba obras muy baratas, sobre todo cuando la II Guerra Mundial estalló en el viejo continente. Tenía en este momento una premisa: “Comprar una obra cada día”. Es así como llegó a ser una de las mayores coleccionistas del arte de vanguardias, un lema que pocos mecenas han vuelto a seguir, a excepción de Roberto Polo, el millonario cubano que ha dejado en España 7.000 obras de arte.
El descubrimiento de Jackson Pollock
Aquí está el germen de su colección, pero París era peligroso y decadente. Se fue a hacer ‘las américas’ creando “Art of this Century Gallery” en Chicago con la que hizo fortuna, descubrió a Jackson Pollock y su “Action Painting”. Por cierto, algunas de las obras de este artista han cerrado en subastas precios de alrededor de 140 millones de dólares, situándose en el top de las obras de artes más caras de la historia. Cerró en 1947 la galería para irse a Venecia y pasear con su góndola privada por los canales italianos y habitar en el Palacio Venier Dei Leoni.
La colección de Peggy Guggenheim y el palacio en la ciudad italiana fue donada a la Fundación Solomon R. Guggenheim, creada a finales de los años 30 en Nueva York. Una donación, por cierto, que se ha convertido en un dolor de cabeza ay en una batalla legal. Los descendientes de la mecenas creen que la fundación no está gestionando bien el patrimonio, a pesar de que el palacio tuvo en 2016 alrededor de medio millón de visitantes.
La fundación fue demandada por primera vez en 1992 por los nietos de Peggy Guggenheim en el Tribunal de Distrito de París y pedían 1,2 millones de euros por daños y perjuicios a la colección de arte moderno. La justicia gala rechazó las demandas presentadas y los familiares debieron pagar 5.000 euros en costas judiciales, aunque la guerra aún no ha terminado.
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