Arcade Fire combustiona incansable durante dos horas en el ring-escenario del WiZink
Hacía siete años que Arcade Fire no pisaba Madrid. A diferencia de Barcelona, que los ha podido disfrutar en diversas ocasiones en ese tiempo, la última el verano pasado en el festival Primavera Sound. Pero esta vez, los canadienses hicieron parada en la capital dentro de su gira ‘Infinite Content Tour’ (¿por qué llamar una gira con una canción que no se incluye en el repertorio?). La banda indierock vino a presentarnos en persona su último disco, que salió a la venta hace un año, ‘Everything Now’.
Aunque realmente, Arcade Fire no tocó sobre un escenario. Convirtió el WiZink Center de Madrid en un ring de boxeo del que salieron más que victoriosos gracias a su incombustible energía sobre el escenario. El carisma de Win Butler y el de Regine Chassagne, matrimonio que lidera la banda, se fusionan cuando están sobre el escenario creando una supernova musical que se expande allá donde vayan contagiando al público. Anoche en Madrid no fue diferente.
El público vibró incansable con las dos horas de concierto que ofrecieron los seis canadienses. La original disposición del ring-escenario, coronado por cuatro pantallas que retransmitían en detalle lo que pasaba en el escenario, permitía ver en todo momento la habilidad de la banda de Arcade Fire: William Butler, hermano de Win, Richard Reed Parry, Tim Kingsbury y Jeremy Gara. El dinamismo de la iluminación jugaba con bolas de discoteca estratégicamente colocadas para generar una contagiosa energía que, rápidamente, se propagó como la niebla.
La elegida para abrir el concierto: ‘Everything Now’. El ring del antiguo Palacio de Deportes ya era una fiesta. Y no dejó de serlo hasta el final. Los canadienses abrieron el concierto con su ‘hit’ más reciente y lo despidieron con el tema perfecto del primer disco para decir adiós. Para seguir en todo lo alto, otro gran éxito: ‘Rebelion (Lies)’. Y para cuando empezaron a sonar los primeros acordes de ‘Here Comes the Night Time’, el público ya estaba entregadísimo. En este momento cayeron las cuerdas que rodeaban el escenario. Era hora de romper las barreras con el público. Arcade Fire ya se sabía vencedor del ring que ellos mismos habían creado. Con apenas 3 canciones ya se habían metido a algo menos de 13.000 personas en el bolsillo. ‘No Cars Go’ hizo de representante del disco ‘Neon Bible’ de manera solemne y sosegó el ambiente ligeramente.
Siguiendo de manera un poco más sosegada (nadie es capaz de estar en la cresta de la ola dos horas) llegó ‘Electric Blue’. La tocaron para que Regine brillara con luz propia. Esta canción del último álbum le pertenece. Es suya y así lo hace saber en el directo. Se trata de una de esas rarezas mágicas que encandilaría al mismo David Bowie. Y de hecho así lo hizo. No es de extrañar que el título de esta canción aparezca en la canción ‘Sound and Visions’, firmada por Bowie en 1977. Arcade Fire es uno de esos miembros de la escena musical actual, al igual que Lorde, que ha sido bendecido por David Bowie en vida. Y eso es algo de lo que se presume toda la vida.
Con el tema ‘Put Your Money On Me’ volvimos al disco que venían a enseñarnos, quizás el de mayor connotación política de su carrera. En las pantallas dólares y lo que podrían ser cotizaciones del IBEX35. Arcade Fire subía como la espuma, y ninguno de los presentes hubiera querido vender sus acciones. Le siguieron ‘Its Never Over (Hey, Orpheus)’ y ‘My Body Is a Cage’, donde el impresionante juego de luces creó la jaula del título con barrotes luminosos.
Les costó llegar a su tercer disco, ‘The Suburbs’, pero llegaron. El primer tema, la canción que da título al disco, para continuar con ‘Ready to Start’ y ‘Sprawl II (Mountains Beyond Mountains)’. Los pegadizos coros de casi todas sus canciones integran al público en el show de los canadienses perfectamente. La disposición central del escenario y la complicidad de Win y Regine buscando al público encerraron al público en una burbuja de algarabía indierock preciosa.
Llegó el turno de su penúltimo trabajo, con ‘Reflektor’ recordaron, mediante imágenes en las pantallas, al rey Bowie, que participó en la grabación de esta canción. Hilando las notas finales hizo su aparición ‘Afterlife’. Todo un himno que fue cantado al unísono por todos y con Regine mezlándose entre la gente. Las barreras con el público habían saltado por los aires. Haciendo pasillo entre la gente, la chispeante Regine bailó todo lo que pudo y más a pie de pista.
Con ‘We exist’ despidieron su cuarto álbum. ‘Creature Confor’ y ‘Neighbourhood III (Power Out)’ fueron el preludio de la despedida. Arcade Fire abandonó el escenario para, pocos minutos después y entre los vítores del público, volver e interpretar la balada ‘We Dont Deserve Love’, mención especial merece el juego de botellas de alcohol pegadas a la tablilla que Regine usó para el característico tintineo de esta canción.
Para el colofón, Arcade Fire se había reservado una traca final de órdago. Los teloneros de su gira, Preservation Jazz Band, subieron al escenario (saxofón y tuba incluidos) sumando, en el escenario, 15 músicos dando rienda suelta a su pasión por la música. Una versión con apuntes jazz de ‘Wake Up’ despidió el concierto definitivamente. Arcade Fire decía adiós como le había saludado: como un pasacalles en fiesta contagiando su energía. En el metro de vuelta, los acordes de esta canción sonaban, tarareados, deseando que no haya que esperar otros siete años para verlos en Madrid.
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